HISTORIA DE LA CLASE MEDIA ARGENTINA. APOGEO Y DECADENCIA DE UNA ILUSIÓN, 1919-2003

HISTORIA DE LA CLASE MEDIA ARGENTINA. APOGEO Y DECADENCIA DE UNA ILUSIÓN, 1919-2003

Ezequiel Adamovsky

CAP. 5: LAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS NUEVOS SECTORES

Hacia principios del siglo XX -se nos dice- una verdadera “clase media” había adquirido tal solidez que poco después, con la elección de Yrigoyen en 1916, conseguiría instalar un gobierno que representaba sus intereses. ¿pero había realmente algo en común entre todos estos nuevos sectores cuyo número crecía sin cesar? ¿Tenía razón Germani en creer que sólo porque no eran obreros ni formaban parte del puñado de hombres más ricos del país conformaban una “clase media” que pudiera reconocerse como tal? Para afirmar que todos estos sectores constituían una clase, habría que demostrar no sólo que su situación era diferente tanto de aquella de la clase “baja” como de aquella de la “alta”, sino que también existía algún elemento que los unificaba.

VIDAS DISÍMILES

Los profesionales universitarios poseían una credencial que por sí sola les otorgaba prestigio social considerable. Hacia fines del siglo XIX y principios del XX formaban claramente parte de la cúpula “decente” de la sociedad y no necesitaban más prueba de ello que su propio diploma. La relativa escasez de diplomados les aseguraba un nivel de vida respetable, aunque no siempre fuera holgado.

Pero sólo hacia la década de 1930 comienza a notarse una inquietud intensa entre médicos, ingenieros, abogados, etc., respecto de su situación económica. Por entonces la oferta de servicios profesionales había crecido notablemente, principalmente a causa de la mayor apertura del ingreso a las universidades para sectores sociales más amplios, que se da principalmente en Bs As, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos hacia principios del siglo XX y más claramente después de la reforma universitaria de 1918. Por otro lado, ya para entonces había un número importante de profesionales bajo relación de dependencia, trabajando como asalariados en hospitales o reparticiones estatales, o en empresas privadas, percibiendo en muchos casos sueldos que no cubrían sus expectativas.

Pero en general, la posesión de un título universitario todavía garantizaba en estos años, tanto a los que estaban bajo relación de dependencia como a los independientes, un status y un nivel de ingresos claramente superior al de otro tipo de actividades.

Aunque también “diplomados”, los docentes solían tener condiciones de trabajo e ingresos bastante peores a los de un profesional universitario. En 1905 había en todo el país 14.111 maestros y en 1932 había 53.858, de los cuales un 84,7% eran mujeres. Sus sueldos eran magros y el Estado los pagaba muchas veces con grandes demoras. Con frecuencia el acceso y permanencia en un cargo docente estaban sujetos a las vicisitudes políticas. La rápida expansión de la escolarización por obra de las políticas estatales garantizó durante mucho tiempo un exceso de oferta de puestos de trabajo para los maestros con título habilitante. El prestigio asociado a la labor docente variaba según la región.

Saliendo del mundo de los diplomados también encontramos bastante heterogeneidad. Dentro del universo de los asalariados de “cuello blanco” podía haber situaciones muy disímiles en lo que respecta a sus ingresos y a su prestigio social. Bajo la categoría de empleados de cuello blanco se engloba una cantidad de grupos ocupacionales que tienen en común una cierta situación de mayor estatus respecto de los trabajadores manuales (“de cuello azul”). Como en el caso de los profesionales y de los docentes, dedicarse a funciones “intelectuales” otorgaba cierta jerarquía frente a al resto de los trabajadores. Pero las diferencias de función, calificación o nivel salarial podían crear entre este tipo de asalariados grandes brechas.

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