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HISTORIA DE LA MODERNIDAD. TRABAJO PRÁCTICO III.


Enviado por   •  10 de Mayo de 2016  •  Trabajos  •  2.397 Palabras (10 Páginas)  •  278 Visitas

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HISTORIA MODERNA.

TRABAJO PRÁCTICO III

27/04/2016

PROFESORADO DE HISTORIA-PORF: GABRIELA MACCHI

RAÚL MOLINA ORDUÑA.


HISTORIA DE LA MODERNIDAD.

TRABAJO PRÁCTICO III.

  1. Explica las ventajas comparativas de la posición comercial holandesa en el siglo XVI en relación a Francia e Inglaterra.

El dominio sobre el Báltico, desde el siglo XIII, lo disfrutaba la liga Hanseática, mientras que, por aquel entonces, los holandeses se establecían como pescadores y comerciantes de sal y arenques salados. Basaron su manutención en la pesca y la industria más que en la agricultura[1]. Estas costumbres se remontaban a tiempos muy remotos y son las que acercaron a Holanda hacia las zonas del Báltico en donde acabarían por imponer su actividad comercial. Debido al crecimiento de la industria pañera holandesa e inglesa y a la alianza de Holanda con Dinamarca para disputar el poder comercial al monopolio hanseático, ésta, hacia el 1500 d.C., hubo de disfrutar la supremacía del comercio del Báltico. Es de mención que, los holandeses no solo tenían sus energías puestas en el comercio, sino que disponían, también, de una más que notable industria. De tal suerte, las ciudades que albergan el grueso de su industria, como fue Ámsterdam, aun no logrando el tamaño de Londres o París, tuvo una rápida urbanización acorde con su embellecimiento.

A principios del s. XVII instituyen la compañía de las indias orientales, disputando así el comercio por la ruta del cabo a los portugueses y haciéndose partícipe del tráfico de especias como el algodón.

Esta expansión comercial sucede en un contexto conflictivo, ya que los Países Bajos estaban bajo el dominio de un rey que ni siquiera había mostrado el interés de visitar esta región, Felipe II; y que además, era de la dinastía de los Austrias, es decir, foráneo. Por lo tanto, la nobleza como la burguesía, enseguida hicieron patente su malestar. De esta manera, los holandeses deciden fomentar el sentimiento nacionalista y unirse a los refugiados calvinistas para lograr la libertad política y religiosa. Una vez terminado esta contienda con la independencia electiva de las Provincias Unidas en 1609, los calvinistas, corriente religiosa que impregnó notablemente a las clases populares, artesanas y comerciantes en esta región, realizaron importantes inversiones de capital destinadas al comercio, la navegación y la industria. Algunas de estas fueron la manufactura de estambre, tipografía, el refinado de azúcar, el picado de tabaco y la fabricación de vidrio.

Holanda logró ponerse a la cabeza en la Guerra de los Treinta años hacia la mitad del s. XVII. Su comercio seguía al alza y gracias al tráfico de maderas lograron diseñar barcos como el Filibote, que permitían mayor capacidad de carga al no necesitar tanta tripulación para hacerlo a la mar. En el 1651 llegó a la cima del comercio con la larga expansión del tráfico de trigo, el cual fue uno de los productos esenciales para su éxito económico. Pero hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII, surgen dos rivales importantes, Inglaterra y Hamburgo, que se apoderan de parte del transporte de Ámsterdam. Paulatinamente, todas las ventajas que tenía Holanda se fueron desgastando, perdiendo así la supremacía en el comercio europeo.

Pese a que Francia disponía de unas fronteras delimitadas, una lengua en común y un gran número de población que hacían de estos factores elementos de fuerza esenciales a esta nación[2], nunca pudo disputar en términos comerciales la preponderancia a Holanda e Inglaterra. Las circunstancias que fueron desfavorables para la culminación de estos propósitos fueron, entre otras, la pobreza que sufría la mayoría de la población. Hay que tener en cuenta, que una población menesterosa tiene pocas, por no decir ninguna, posibilidad de inversión en un mercado que ya se había trocado competitivo en demasía.

A estos problemas había que añadirle las guerras, las pestes y la hambruna que provocaron un descenso en la población considerable. Habiendo que anejar a esto, los desatinos de un gobierno pusilánime que evidenció su negligencia con la toma de decisiones inoperantes ante los problemas que se le presentaban. Pese a los intentos de Enrique IV de llevar a cabo una reconciliación religiosa ante la amenaza protestante que se extendía por el norte, el heredero destinado a ocupar el trono de Francia, Luis XIII, que no podía hacer alarde de ser un hombre de talante aguerrido, fue rápidamente manipulado por el Cardenal Richelieu en todas sus decisiones, hasta el punto de inmiscuir a Francia en la Guerra de los Treinta años; lo que supuso un gasto del erario lo suficientemente considerable como para tener que llevar a cabo una reforma de la tributación y del sistema del diezmo que repercutió, aún más, en las necesidades de la población[3]. De estos acontecimientos devinieron los levantamientos denominados como la Fronda. La persecución de hugonotes que se suscitó a raíz de los sucesos acaecidos, obligó a cerca de doscientos mil de ellos a emigrar de Francia. Entre el grueso de éstos iban mercaderes, artesanos, marineros y abogados; rubros que sin lugar a duda eran indispensables para la conformación del tan necesario comercio.

No obstante, muchos emigrantes italianos y españoles arribados al Este y Sur del país, fueron impulsores de industria, sobre todo en Lyon con la producción de la seda, que hasta el siglo XVI, no tuvo demasiada competencia. A parte, Francia siempre mantuvo relaciones comerciales con Inglaterra, Holanda y España, sobre todo en lo que se refiere a sal y vino.

Inglaterra, por otro lado, no sufría de la misma manera los avatares de las guerras y las epidemias, pero tenían un problema demográfico parecido al de Francia que supo solventar con reformas agrícolas. Bien es cierto que, la idiosincrasia organizativa de las propiedades campesinas obligaba al consenso para la toma de decisiones, ya que éstas, eran de gran tamaño y se trabajaban en común. Gracias a los refugiados que huían de la contienda y persecución religiosa, se generó más industria, mas fue con ritmo pausado respecto a Holanda. La industria predominante en Inglaterra fue la lana, aun así, el estambre, la cerveza, el papel y los artículos de lujo tuvieron un crecimiento exponencial relevante para sus exportaciones. De hecho, como la máxima económica predominante en la época era tener un número mayor de exportaciones que de importaciones para procurar riqueza, postulados que defenderían Mun y Locke entre otros, y dado que, tanto Francia como Inglaterra recibían cuantiosas importaciones de Holanda, ambos países deciden imponer elevados aranceles a la importación de mercancías y subvencionar por medio del estado la industria nacional:

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