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Historia Del Cine Mexicano


Enviado por   •  31 de Marzo de 2014  •  1.980 Palabras (8 Páginas)  •  315 Visitas

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BREVE HISTORIA DEL CINE MEXICANO

1. LOS ORÍGENES

El cine llegó a México pocos meses después de la primera exhibición pública de los Lumiére, y fueron precisamente unos enviados de los hermanos galos quienes hicieron posible la primera proyección en nuestro país, el 14 de agosto de 1896. Pero a pesar de tan pronta llegada del cinematógrafo, la industria mexicana tardó algunas décadas en surgir.

Varios factores fueron determinantes para ese retraso: la dependencia hacia las películas extranjeras (al principio francesas e italianas, y después norteamericanas), potenciada por la inexistente barrera idiomática de los filmes mudos; la esporádica y desorganizada participación de los pioneros nacionales y, fundamentalmente, la llegada de la revolución en 1910, que sumió al país en un caos durante la siguiente década, precisamente la más fructífera para europeos y estadounidenses en materia cinematográfica.

De lo anterior se comprende el por qué de los escasos méritos observados durante la etapa muda del cine mexicano, de la cual son rescatables apenas el inusitado vigor del documental –potenciado por la Revolución-, dentro del cual destacan los trabajos de Salvador Toscano, y algunos largometrajes de ficción de relativa importancia, uno de ellos el popularísimo serial El automóvil gris de Enrique Rosas (1919).

El término de la conflagración interna dejó al país destrozado, dependiente económicamente de su vecino del norte y con una base industrial cinematográfica obviamente inexistente.

2. EL INICIO DE UNA INDUSTRIA

La llegada del sonido no dio al precario cine mexicano un arma para su crecimiento, al menos en un principio, pues durante algunos años Hollywood se dedicó a producir y exportar películas hispanas, que no eran sino versiones al español con actores latinos de los filmes realizados en la meca del cine. Sin embargo, cuando los norteamericanos abandonaron tal proyecto por su inviabilidad económica, comenzó a surgir en nuestro país la estructura de la industria fílmica, ayudada por la súbita popularidad de sus productos en español.

Santa (1931), de Antonio Moreno, fue el primer gran éxito de esta naciente preindustria y, a pesar de tratarse de una obra más bien mediocre, reflejó a la perfección la estrategia que se utilizaría en adelante para atraer la fascinación del público: un argumento melodramático aderezado con folclore, música popular y muchos lugares comunes. Sin más, el triunfo del patrón comercial hollywoodense con su correspondiente mexicanización.

Además, Santa ofreció el debut en pantalla de una de las fijaciones más arraigadas del mexicano: la figura de la prostituta con corazón de oro, que después tendría su contraparte en la infaltable madrecita resignada. La cinematografía sonora nacional comienza, pues, relatando la vida de una prostituta y desde entonces no ha podido librarse de la tutela de ese personaje.

A pesar de la banalidad instaurada por Santa, es durante estos años titubeantes cuando se crearon algunas de las mejores películas nacionales de todos los tiempos.

Fernando de Fuentes realizó su inteligente díptico revolucionario compuesto por El Compadre Mendoza (1933) y ¡Vámonos con Pancho Villa! (1935) –aunque poco después dio un triste viraje al mediocre subgénero de la comedia ranchera- y Arcady Boytler filmó La mujer del puerto (1933), la cual volvía a retratar la vida de una prostituta, sólo que con un crudo estilo expresionista.

3. LA ÉPOCA DE ORO

Con el paso de los años, surgen épocas legendarias en el cine mexicano. La más nebulosa y llena de misterios es la etapa silente; la más espectacular y controvertida es la que terminó conociéndose como la época de oro. Aún se discuten los años que abarca e incluso si realmente existió.

La entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, en 1941, y la consecuente orientación de su producción fílmica hacia la propaganda y motivación patriótica, permitió la independencia y éxito financiero de industrias cinematográficas como la mexicana, que en unos cuantos años se convirtió en la más poderosa de América Latina.

Para tal logro hubo de hacer suyos los principales patrones de producción que tanto habían beneficiado a Hollywood, como un star-system arrollador en taquilla, producciones ostentosas, estilos narrativos simples, prevalencia de melodramas, musicales, acartonadas adaptaciones literarias y comedias ligeras; conservadurismo, happy ends y una serie de probadas recetas para garantizar la eterna fidelidad de un público poco exigente.

Los anteriores fueron los principales ingredientes de la mencionada época de oro del cine nacional, que se extendió hasta ya entrada la década de los cincuenta. A pesar de tan pomposo nombre, hay que decir que esta etapa no tolera una revisión exhaustiva en cuanto a calidad global se refiere.

Es cierto que fue el periodo donde se desarrollaron auténticos cineastas, que crearon muchas obras de importancia estética y temática (Luis Buñuel, Emilio “Indio” Fernández, Alejandro Galindo y Roberto Gavaldón, entre otros), y donde surgieron actores que superaron el concepto de estrellas para dejar huella imperecedera de su talento (Mario Moreno “Cantinflas”, Joaquín Pardavé, Sara García, los hermanos Soler, Miguel Inclán, etc.).

Pero también es evidente que la mayor parte de la filmografía de este tiempo está compuesta por productos frívolos y con escaso valor artístico, más orientados a aprovechar modas argumentales que a desarrollar auténticas propuestas.

Subgéneros tan cuestionables como la comedia ranchera o arrabalera, los tremendistas melodramas social y prostibularios y la nostalgia por el Porfiriato fueron explotados sin pudor, realizándose al vapor dos o tres cintas en el tiempo y al costo de una. Lo peor de todo es que en México no se desarrollo el concepto de corriente o escuela: cada productor invertía según las exigencias del momento, más ávidos por patrocinar un producto rentable que por apoyar una expresión realmente artística.

Durante el periodo se vieron pocos directores fieles a un estilo fílmico bien definido, entre ellos Emilio “Indio” Fernández (dueño de una concepción del mundo bastante ingenua y machista, pero con un buen sentido de la estética visual a pesar de su tendencia al preciosismo), y el importado Luis Buñuel (feroz crítico social y original excavador del subconsciente humano).

4. LA DECADENCIA

La segunda

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