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Historia Integracion UE

poloub1 de Diciembre de 2012

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Página 1 de 8


 


HISTORIA
DE
LA
INTEGRACIÓN
EUROPEA
 
 Manuel
Martínez
Neira
 
 Carmen
Pérez
González



 TEMA
1


La
guerra
del
14
y
el
fin
del
mundo
europeo


1.
 El
 liberalismo
 y
 la
 Europa
 de
 los
 imperios.–
 2.
 El
 fin
 de
 la
 seguridad
 y
 la
 decadencia
 europea.–
 3.
 El
 europeísmo:
 propuestas
 económicas
 y
 políticas
 (Briand
y
Coudenhove‐Kalergi).


CLAVES


1.
 Al
 concluir
 el
 periodo
 revolucionario
 europeo
 (1789‐1848)
 el
 liberalismo
 se
 adueña
 de
 Europa.
 La
 nueva
 etapa
 se
 apoya
 en
 los
 logros
 técnicos
 de
 la
 denominada
 revolución
 industrial
 para
 configurar
 un
 nuevo
 orden
 en
 el
 que
 Europa
ocupa
el
centro
(eurocentrismo)
y
se
erige
como
protectora
del
planeta.
 Se
afianza
así
una
carrera
colonial,
con
una
misión
civilizadora
que
esconde
una
 necesidad
económica:
la
búsqueda
de
materias
primas
y
nuevos
mercados.
A
los
 viejos
 imperios
 (otomano,
 ruso
 y
 austriaco)
 se
 añaden
 otros
 (alemán),
 y
 las
 antiguas
 rivalidades
 se
 extienden
 por
 todo
 el
 mundo.
 Se
 configura
 así
 una
 sociedad
 cosmopolita,
 aristócrata
 y
 elitista,
 que
 vive
 en
 un
 mundo
 “artificial”
 gracias
a
los
bienes
procedentes
de
las
colonias
y
a
la
explotación
laboral
que
se
 ejerce
en
las
metrópolis.
El
voto
censitario
era
una
manifestación
de
todo
esto.


La
 historiografía
 coetánea
 propició
 un
 imaginario
 (una
 comprensión)
 en
 el
 que
 este
 orden
 se
 veía
 como
 natural
 e
 inmutable.
 La
 civilización
 europea
 era
 superior
 y
 por
 ello
 dominaba
 el
 mundo,
 nada
 cuestionaba
 este
 planteamiento.
 Incluso
la
“ciencia”
demostraba
que
la
raza
blanca
era
superior.


HISTORIA
DE
LA
INTEGRACIÓN
EUROPEA
 
 
 Manuel
Martínez
Neira
 
 
 Carmen
Pérez
González


Esa
 sociedad
 liberal,
 culta
 y
 cosmopolita,
 que
 viajaba
 de
 Viena
 a
 Berlín,
 que
 no
 conocía
 de
 fronteras,
 que
 compartía
 literatura
 y
 música,
 que
 confiaba
 ciegamente
 en
 el
 progreso,
 se
 consideraba
 europea
 aunque
 no
 existiese
 ninguna
 institución
 que
 abarcase
 el
 conjunto
 de
 los
 imperios.
 Basta
 leer
 Los
 Buddenbrook,
 la
 famosa
 novela
 de
 Thomas
 Mann
 publicada
 en
 1901,
 para
 comprender
todo
esto.


2.
 La
 denominada
 guerra
 del
 14,
 gran
 guerra
 o
 primera
 guerra
 mundial
 (1914‐ 1918)
 terminó
 con
 todo
 esto:
 desaparecen
 los
 imperios
 y
 el
 continente
 se
 llena
 de
fronteras
que
entorpecen
las
relaciones
económicas,
emergen
las
masas
que
 terminan
 con
 la
 política
 liberal,
 y
 Europa
 queda
 desplazada
 por
 nuevas
 potencias
no
europeas.


El
 germen
 de
 todos
 estos
 cambios
 estaba
 ahí,
 pero
 la
 guerra
 sirvió
 de
 catalizador.
 Hizo
 patente
 lo
 caduco
 del
 orden
 establecido
 y
 permitió
 que
 cristalizasen
 grandes
 novedades
 (el
 nuevo
 papel
 de
 la
 mujer,
 por
 ejemplo).
 Del
 interior
 de
 los
 imperios
 emergió
 un
 nacionalismo
 casi
 sagrado.
 Y
 las
 nuevas
 fronteras
 no
 sólo
 rompieron
 los
 flujos
 económicos
 que
 se
 habían
 ido
 construyendo
a
lo
largo
de
décadas
sino
también
muchas
trayectorias
vitales.


Esto
 afectó
 profundamente
 a
 las
 mentalidades.
 Así,
 la
 obra
 de
 Oswald
 Spengler,
 La
 decadencia
 de
 occidente
 (2
 vols.,
 1918‐1923).
 En
 ella
 analiza
 el
 desarrollo
 cíclico
 de
 las
 civilizaciones:
 nacimiento,
 crecimiento,
 apogeo,
 declive
 y
muerte.


Frente
 a
 la
 situación
 europea,
 resalta
 con
 fuerza
 la
 pujanza
 de
 Norteamérica:
 un
 Estado
 federal
 había
 “ganado”
 la
 guerra,
 y
 además
 se
 construía
 la
 primera
 organización
 supranacional
 americana:
 la
 Unión
 Panamericana
(1910‐1948),
con
sede
en
Washington.




HISTORIA
DE
LA
INTEGRACIÓN
EUROPEA



 
 Manuel
Martínez
Neira



 
 Carmen
Pérez
González


3.
Ante
esto
descubrimos
distintas
reacciones.
Debe
tenerse
presente
que,
tal
y
 como
 ha
 indicado
 Sidjanski,
 los
 movimientos
 europeos
 –europeístas‐
 se
 encuentran
 en
 el
 origen
 mismo
 del
 proceso
 de
 integración.
 Afirma
 este
 autor
 que
 es
 este
 uno
 de
 sus
 rasgos
 distintivos.
 Las
 propuestas
 de
 estos
 movimientos
 fueron
de
diferente
índole.



Por
 un
 lado
 hubo
 propuestas
 de
 integración
 económica.
 Frente
 al
 nacionalismo
 de
 la
 Europa
 de
 Versalles,
 los
 empresarios
 más
 dinámicos
 reaccionaron
en
un
sentido
más
razonable:
internacional
y
europeo.
Así,
en
este
 periodo
 veremos
 nacer
 la
 primera
 concentración
 económica
 importante:
 el
 cártel
del
acero.


En
 París
 se
 constituyó
 un
 comité
 de
 acción
 para
 una
 unión
 aduanera
 europea,
que
reunió
a
políticos,
economistas,
industriales,
banqueros
y
algunos
 sindicalistas.
 En
 su
 seno
 destacó
 un
 político
 próximo
 a
 Briand,
 que
 pertenecía
 a
 la
 izquierda
 moderada,
 Gaston
 Riou,
 que
 en
 1928
 publicó
 un
 libro
 titulado
 Europe
ma
patrie
(Europa
mi
patria).


Pero
 si
 buscamos
 un
 libro
 que
 recoja
 los
 principales
 motivos
 económicos
 de
 los
 europeístas
 tenemos
 que
 referirnos
 a
 Francis
 Delaisi
 y
 su
 Les
 contradictions
 du
 monde
 moderne
 (Paris
 1935).
 En
 él,
 apoyándose
 en
 documentación
 estadística
 demostraba
 la
 falta
 de
 sentido
 de
 las
 soberanías
 nacionales
 en
 una
 época
 en
 la
 que
 nuestra
 vida
 material
 se
 mundializaba
 cada
 vez
 más.
 En
 general,
 estos
 autores
 no
 eran
 federalistas
 en
 sentido
 estricto,
 se
 interesaban
más
por
el
libre
cambio.


También
 hubo
 propuestas
 políticas:
 en
 enero
 de
 1920
 se
 reunió
 por
 vez
 primera
la
Sociedad
de
Naciones
en
Ginebra,
con
el
objetivo
de
procurar
a
todos
 los
 Estados
 (grandes
 y
 pequeños)
 garantías
 mutuas
 de
 independencia
 política
 e
 integridad
 territorial.
 Pero
 la
 experiencia
 de
 la
 Sociedad
 de
 Naciones
 fue
 decepcionante,
 no
 supo
 o
 no
 pudo
 solucionar
 los
 problemas
 existentes
 ni
 los
 nuevos
 que
 había
 creado
 el
 tratado
 de
 Versalles.
 En
 los
 años
 20
 el
 problema




HISTORIA
DE
LA
INTEGRACIÓN
EUROPEA



 
 Manuel
Martínez
Neira



 
 Carmen
Pérez
González


nacional
 se
 fue
 acentuando
 (por
 ejemplo,
 el
 conflicto
 entre
 Belgrado
 y
 Zagreb
 en
 el
 interior
 de
 la
 Gran
 Serbia).
 Algunos
 supieron
 ver
 las
 limitaciones
 de
 la
 Sociedad
de
Naciones
desde
su
gestación.
En
concreto,
Luigi
Einaudi
(que
luego
 en
 1956
 fue
 el
 primer
 presidente
 de
 la
 República
 italiana)
 no
 se
 hizo
 falsas
 ilusiones.
En
una
carta
publicada
en
el
Corriere
della
Sera
(5
enero
1918),
antes
 del
 fin
 de
 las
 hostilidades,
 se
 preguntaba
 por
 el
 proyecto
 de
 la
 Sociedad
 de
 Naciones
y
afirmaba:
si
la
soberanía
de
los
grades
Estados
permanece
intacta
no
 compensa
 hablar
 de
 ello,
 y
 si
 no,
 hay
 que
 hablar
 de
 una
 verdadera
 federación,
 no
aparentemente
mundial,
sino
europea.
Einaudi
no
se
equivocó.


Aristide
 Briand,
 ministro
 francés
 de
 asuntos
 exteriores,
 expuso
 ante
 la
 Sociedad
de
Naciones
el
8
de
septiembre
de
1929
la
necesidad
de
establecer
en
 Europa
“un
lazo
federal
entre
nuestros
pueblos”,
entre
los
27
Estados
europeos
 allí
presentes.
Briand
consideraba
este
proyecto
como
la
culminación
de
toda
su
 carrera.
Su
experiencia
internacional
le
había
permitido
superar
el
nacionalismo,
 y
soñaba
con
una
federación
como
la
suiza.


El
 primero
 en
 apoyarle
 fue
 su
 colega
 alemán
 el
 Dr.
 Gustav
 Stresemann
 (juntos
 habían
 hecho
 el
 tratado
 de
 Locarno,
 que
 suponía
 un
 primer
 acercamiento
 entre
 Francia
 y
 Alemania
 tras
 Versalles).
 Como
 conclusión
 del
 debate
 se


...

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