Historia Mesoamericana
chirving6 de Febrero de 2014
8.290 Palabras (34 Páginas)299 Visitas
Índice
Introducción …………………………………………………………………………… 3
Sesión 1: Jesús, judío de Galilea …………………………………………………... 4
Sesión 2: Jesús, vecino de Nazaret ………………………………………………... 9
Sesión 3: Jesús, buscador de Dios ………………………………………………… 14
Sesión 4: Jesús, profeta del reino de Dios ………………………………………… 18
Sesión 5: Jesús, poeta de la compasión …………………………………………... 25
Sesión 6: Jesús, curador de la vida ………………………………………………… 31
Sesión 7: Jesús, defensor de los últimos ………………………………………….. 37
Sesión 8: Jesús, amigo de la mujer ………………………………………………… 42
Sesión 9: Jesús, maestro de vida …………………………………………………... 48
Sesión 10: Jesús, creador de un movimiento renovador ………………………… 54
Sesión 11: Jesús, creyente fiel ……………………………………………………… 60
Sesión 12: Jesús, hombre en conflicto …………………………………………….. 66
Sesión 13: Jesús, mártir del reino de Dios ………………………………………… 72
Sesión 14: Jesús, resucitado por Dios ……………………………………………... 78
Sesión 15: ¿Quién es Jesús para mí? ……………………………………………… 84
Mapas …………………………………………………………………………………… 87
Introducción
Los temas que aquí presentamos para acercarnos a Jesús están tomados básicamente del libro Jesús, aproximación histórica de José Antonio Pagola (9ª. Edición Renovada, PPC, Madrid, 2008). Tendrá 15 sesiones. El número de capítulos que tiene el libro. Para el estudio seguiremos el método de las Comunidades Eclesiales de Base: ver, pensar y actuar. A manera de introducción retomamos algunas de las palabras del propio Pagola en la presentación de su libro.
Quiero saber quién está en el origen de mi fe cristiana. No me interesa vivir de un Jesús inventado por mí ni por nadie. Deseo aproximarme con el mayor rigor posible a su per¬sona: ¿Quién fue? ¿Cómo entendió su vida? ¿Qué defendió? ¿Dónde está la fuerza de su persona y la originalidad de su mensaje? ¿Por qué lo ma¬taron? ¿En qué terminó la aventura de su vida?
Jesús fue recordado por quienes le conocieron más de cerca como una “buena noticia”. ¿Por qué? ¿Qué es lo que percibieron de “nuevo” y de “bueno” en su actuación y su mensaje? He querido captar de alguna manera la experiencia que vivieron quienes se encontraron con Jesús. Sintonizar con la fe que despertó en ellos. Recuperar la “buena noticia” que él encendió en sus vidas. He querido captar de alguna manera la experiencia que vivieron quienes se encontraron con Jesús. Sintonizar con la fe que despertó en ellos. Recuperar la “buena noticia” que él encendió en sus vidas. La vida concreta de Jesús es la que sacude el alma; sus palabras sencillas y penetrantes seducen.
Jesús aporta un horizonte diferente a la vida, una dimensión más profunda, una verdad más esencial. Su vida es una llamada a vivir la existencia desde su raíz última, que es un Dios que solo quiere para sus hijos e hijas una vida más digna y dichosa. El contacto con él invita a desprenderse de posturas rutinarias y postizas; libera de engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestras vidas; introduce en nosotros algo tan decisivo como es la alegría de vivir, la compasión por los últimos o el trabajo incansable por un mundo más justo. Jesús enseña a vivir con sencillez y dignidad, con sentido y esperanza.
Sé que Jesús no necesita ni de mí ni de nadie para abrirse camino en el corazón y la historia de las personas. Con Jesús nos empezamos a encontrar cuando comenzamos a con¬fiar en Dios como confiaba él, cuando creemos en el amor como creía él, cuando nos acercamos a los que sufren como él se acercaba, cuando de¬fendemos la vida como él, cuando miramos a las personas como él las miraba, cuando nos enfrentamos a la vida y a la muerte con la espe¬ranza con que él se enfrentó, cuando contagiamos la Buena Noticia que él contagiaba.
Que este material nos sirva para obtener, como dicen los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, el “conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga” (EE no. 104).
Sergio Guzmán, S.J.
Sesión 1: Jesús, judío de Galilea
VER:
Veamos y platiquemos como es el mexicano, en concreto los hombres y mujeres de la Comarca Lagunera. ¿De qué vive la gente? ¿Cuáles son las principales actividades económicas? ¿Cómo es la vida política? ¿Qué problemas sociales se están presentando? ¿Qué importancia tiene aquí la religión? ¿Cómo son los cristianos? ¿Qué papel tiene la Iglesia católica? ¿Cuáles son las principales fiestas religiosas y los lugares de culto? ¿Dónde se reune y celebra su fe o la vida la gente de aquí?
PENSAR:
¿A qué pueblo pertenecía Jesús? ¿Qué religión practicaba? ¿Cómo era Galilea en tiempos de Jesús? ¿Cuál era la actividad de Jesús en medio de las aldeas de Galilea? ¿Cuál fue su mensaje en ese tiempo y cultura?
Se llamaba Yeshúa, y a él probablemente le agradaba. Según la etimología más popular, el nombre quiere decir “Yahvé salva”. Yeshúa es la forma abreviada de Yehoshúa y quiere decir «Yahvé salva». En la Galilea de los años treinta era lo primero que interesaba conocer de una persona: ¿de dónde es?, ¿a qué familia pertenece? Si se sabe de qué pue¬blo viene y de qué grupo familiar es, se puede conocer ya mucho de su persona.
Para la gente que se encontraba con él, Jesús era “galileo”. No venía de Judea; tampoco había nacido en la diáspora, en alguna de las colonias judías establecidas por el Imperio. Provenía de Nazaret, no de Tiberíades; era de una aldea desconocida, no de la ciudad santa de Jerusalén. Todos sabían que era hijo de un “artesano”, no de un recaudador de impuestos ni de un escriba. ¿Podemos saber qué significaba en los años treinta ser un judío de Galilea?
Galilea era un pueblo sometido por Roma desde el año 63 a.C., cuando el General Pompeyo entró en Jerusalén. Jesús no tuvo ocasión de conocer a ningún emperador de cerca. Ni César Augusto ni Tiberio pisaron su pequeño país. Sin em¬bargo oyó hablar de ellos y pudo ver su imagen grabada en algunas mo¬nedas. Jesús sabía muy bien que dominaban el mundo y eran los dueños de Galilea. Lo pudo comprobar mejor cuando tenía alrededor de veinti¬cuatro años. Antipas, tetrarca de Galilea, vasallo de Roma, edificó una nueva ciudad a orillas de su querido lago de Genesaret y la convirtió en la nueva capital de Galilea. Su nombre lo decía todo. Antipas la llamó “Tibe¬ríades” en honor de Tiberio, el nuevo emperador que acababa de suceder a Octavio Augusto. Los galileos debían saber quién era su señor supremo.
Durante más de sesenta años nadie se pudo oponer al Imperio de Roma. Octavio y Tiberio dominaron la escena política sin grandes sobre¬saltos. Una treintena de legiones, de cinco mil hombres cada una, más otras tropas auxiliares aseguraban el control absoluto de un territorio in¬menso que se extendía desde España y las Galias hasta Mesopotamia; desde las fronteras del Rin, el Danubio y el mar Muerto hasta Egipto y el norte de África. Sin conocimientos geográficos, sin acceso a mapa alguno y sin apenas noticias de lo que sucedía fuera de Galilea, Jesús no podía sospechar desde Nazaret el poder de aquel Imperio en el que estaba en¬clavado su pequeño país.
Este inmenso territorio, el Imperio romano, no estaba muy poblado. A comienzos del si¬glo I podían llegar a cincuenta millones. Jesús era uno más. La población se concentraba sobre todo en las grandes ciudades, construidas casi siem¬pre en las costas del Mediterráneo, a la orilla de los grandes ríos o en lu¬gares protegidos de las llanuras más fértiles. Dos ciudades destacaban sobre todas. Eran sin duda las más nombradas entre los judíos de Pales¬tina: Roma, la gran capital, con un millón de habitantes, a donde había que acudir para resolver ante el César los conflictos más graves, y Alejan¬dría, con más de medio millón de moradores, donde había una impor¬tante colonia de judíos que peregrinaban periódicamente hasta Jerusalén. Dentro de este enorme Imperio, Jesús no es sino un insignificante galileo, sin ciudadanía romana, miembro de un pueblo sometido.
Los pueblos subyugados no debían olvidar que estaban bajo el Impe¬rio de Roma. La estatua del emperador, erigida junto a la de los dioses tradicionales, se lo recordaba a todos. Pero, sin duda, el medio más eficaz para mantener¬los sometidos era utilizar el castigo y el terror. Roma no se permitía el mí¬nimo signo de debilidad ante los levantamientos o la rebelión. Las legio¬nes podían tardar más o menos tiempo, pero llegaban siempre. La práctica de la crucifixión, los degüellos masivos, la captura de esclavos, los incendios de las aldeas y las masacres de las ciudades no tenían otro propósito que aterrorizar a las gentes. Era la mejor manera de obtener la fides o lealtad de los pueblos.
Galilea era una sociedad agraria. Los contemporáneos de Jesús vi¬vían del campo,
...