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Historia Y Economía En Colombia


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2013  •  1.672 Palabras (7 Páginas)  •  257 Visitas

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En Colombia, las esferas política y

económica se han relacionado según

patrones que se alejan bastante de

los registrados en otros países de la

región. Las reformas de los 90

modificaron esta situación y generaron

nuevas dinámicas. Tras revisar su

impacto, el artículo analiza dos temas:

los peligros de captura del Estado por

parte de intereses privados a través

de un creciente sector económico

intermedio, y el clientelismo, cuyo peso

parece cada vez más problemático.

En la conclusión se alerta sobre el

riesgo de que se borren las fronteras

entre lo público y lo privado y, por lo

tanto, entre política y economía.

Yann Basset: doctor en Ciencia Política por la Universidad de París iii. Profesor de la Facultad

de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario,

Bogotá. Investigador del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (cepi).

Palabras claves: economía, política, Estado, clientelismo, Colombia.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 229,

septiembre-octubre de 2010, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

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Colombia: las relaciones entre las esferas política y económica

el sistema político como en el económico, suscitaron nuevas dinámicas que

parecen apuntar en una dirección distinta. Estas nuevas tendencias nos

obligan a revisar la perspectiva sobre la relación entre política y economía

y centrarnos en problemas que Colombia comparte hoy con la mayoría de

los países de América Latina. En este orden de ideas, desarrollaremos dos

temas: por una parte, los peligros de captura del Estado por intereses privados

a través del desarrollo de un creciente sector económico intermedio,

manejado por el sector privado, pero estrechamente dependiente de decisiones

políticas; y, por otra, el clientelismo, cuyo peso parece cada vez más

problemático.

■■ Los particularismos colombianos

La tradición marxista ha insistido en la subordinación de la política a los

procesos económicos, postulando que los intereses económicos dominantes

limitaban cualquier alcance reformista desde la política y, más aún, que daban

el tono de toda la vida política. Esta idea adquirió una gran popularidad

mucho más allá de los círculos marxistas, y sigue teniendo una gran influencia,

a menudo implícita. El periodo que va de 1870 a 1930 es, a grandes rasgos,

el que ha dado mayor credibilidad a esta perspectiva. El auge del sistema

agroexportador en América Latina consolidó, en esta etapa, una elite económica

que nucleaba a empresarios del sector agrícola, minero, financiero y

de infraestructura de transporte, con una influencia desproporcionada sobre

sistemas políticos débiles y con bases electorales muy estrechas. En los casos

que Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto llamaron «economías de enclave»,

este modelo llegó al extremo1.

No obstante, la crisis de 1929 hizo tambalear este sistema y permitió un desborde

de expresión de todo tipo de insatisfacciones en la esfera política. De

este modo, esta adquirió poco a poco una importancia y una autonomía nuevas

a través de los movimientos nacional-populares, que los marxistas tuvieron

que explicar mediante analogías con el bonapartismo, como una etapa

de equilibrio de fuerzas entre clases todavía en formación, que permitía al

Estado asumir temporalmente un papel de árbitro entre intereses económicos

mediante políticas intervencionistas y bastante autoritarias2. Pero esta

vez fueron los economistas liberales y monetaristas quienes impusieron su

1. Dependencia y desarrollo en América Latina, Siglo xxi, Madrid, 1969.

2. V., por ejemplo, Francisco Weffort: «El populismo en la política brasileña» [1967] en María

Moira Mackinnon y Alberto Petrone: Populismo y neopopulismo en América Latina, Eudeba, Buenos

Aires, 1998, pp. 135-152.

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Yann Basset

interpretación de esta nueva época, invirtiendo el postulado marxista. Según

ellos, entre 1930 y 1980 la política subordinó a la esfera económica a través de

un Estado tan omnipotente como ineficaz, que dominaba un sistema económico

corporatista3. Las luchas de intereses entre distintos grupos económicos

transformaron al Estado en un repartidor de rentas, lo que condujo directamente

a las crisis de la deuda y la hiperinflación de los 80. De hecho, para

esos economistas, las reformas recomendadas a los países latinoamericanos

en el marco del famoso Consenso de Washington tenían precisamente entre

sus objetivos la separación de las esferas política y económica. La limitación

del papel del Estado en materia económica debía permitir un mejor funcionamiento

del sistema económico, bajo la brújula única del sistema de incentivos

proporcionado por el mercado. Por su parte, el sistema político funcionaría

tanto mejor en la medida en que se libraba de la presión de los intereses económicos

que tramitaba anteriormente.

De este modo, tanto los marxistas como los monetaristas estarían de acuerdo

en que la interpenetración de los sistemas económico y político ha sido un

rasgo importante (y nefasto) de la historia latinoamericana. El caso de Colombia

evidencia importantes matices.

Por lo que concierne al siglo xix y el principio

del xx, el historiador inglés Malcolm

Deas, agudo observador de la sociedad

colombiana, hizo notar en muchos de sus

escritos que las elites económicas y políticas

del país se diferenciaban claramente, y

que además tenían relaciones limitadas, en

las cuales afloraba fácilmente la desconfianza

recíproca4. Esto se debe a que Colombia,

contrariamente a muchos de sus vecinos,

no logró insertarse con éxito en el sistema

agroexportador característico del periodo

1870-1930. Su principal producto de exportación, el café, solo alcanzará a

cumplir realmente este papel en la década de 1920. Antes de eso, la economía

colombiana no experimentó los booms característicos de la región y registró

un desarrollo lento, con un mercado muy estrecho y afectado por las dificultades

de comunicación entre las regiones.

3. Estas ideas son desarrolladas en Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards: Macroeconomía del

populismo en la América Latina [1991], fce, México, df, 1992.

4. Del poder y la gramática, Taurus, Bogotá, 2006.

Por lo que concierne al

siglo xix y el principio

del xx, las elites

económicas y políticas

del país se diferenciaban

claramente y tenían

relaciones limitadas, en

las cuales afloraba la

desconfianza recíproca n

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Colombia: las relaciones entre las esferas política y económica

En resumen, Colombia era un país muy pobre, incluso dentro del contexto

regional. Esto no solo dificultó la aparición de una elite económica nacional

potente, sino que además limitó drásticamente el desarrollo del Estado. Aunque

durante la época conocida como la Regeneración (1886-1899) se pretendió

crear un Estado centralista y fuerte bajo la dirección del Partido Conservador,

los recursos públicos siguieron siendo demasiado escasos para que esta ambición

se tradujera en un papel muy activo en el desarrollo del país.

En consecuencia, las elites políticas y económicas se desempeñaron en esferas

relativamente separadas. Las primeras estaban constituidas por intelectuales,

literatos, abogados, periodistas y, ocasionalmente, militares improvisados

durante las múltiples fases de guerra civil. Aunque solían tener intereses económicos

en tanto terratenientes y comerciantes, en su mayoría no podían ser

considerados hombres ricos. Los pocos que sí se enriquecían en las escasas

actividades que lo permitían solían ser hombres de provincia, con un nivel de

educación muy inferior. El principal contacto con la política para estos últimos

se daba a través de los conflictos civiles, que se traducían en empréstitos

forzados, reclutamiento de trabajadores rurales, dificultades en el comercio,

saqueos y robos, etc. Por ello, no resulta nada extraño que miraran la política

con cierta hostilidad e hicieran todo lo posible para mantenerla a distancia.

Esta situación cambió durante la época de los movimientos nacional-populares.

Pero tampoco se conformó una situación igual a la de los esquemas

generales latinoamericanos, básicamente porque Colombia no conoció una

experiencia nacional-popular muy clara5. El débil desarrollo económico no

permitió la emergencia de un movimiento sindical potente, como aquellos

que fueron protagonistas centrales de las experiencias nacional-populares en

Argentina, Brasil o México. Por otra parte, si el Estado no pudo asumir un

papel protagónico, los partidos políticos sí lo hicieron. Los partidos liberal y

conservador habían logrado echar raíces profundas en todas las regiones y

en todas las capas de la población. De esta manera, lograron canalizar la mayor

parte de las expresiones políticas, sin dejar muchos espacios que pudiera

aprovechar un movimiento alternativo, aunque las tentativas en ese sentido

fueron varias.

En este contexto, la intervención estatal en la esfera económica siguió siendo modesta

a pesar de los discursos que la promovieron en diversas oportunidades.

5. Sobre la ausencia de una experiencia nacional-popular en Colombia, v. Miguel Urrutia: «Acerca

de la ausencia de populismo económico en Colombia» en R. Dornbusch y S. Edwards: ob. cit.

Nueva Sociedad 229 98

Yann Basset

El sistema económico, por su parte, incluyó potentes gremios, con la Federación

Nacional de Cafeteros a la cabeza, que comenzaron a asumir la representación

de los intereses empresariales6. No cabe duda de que ellos lograron defender

con éxito los intereses de sus sectores de cara al sistema político. En el caso de

la Federación de Cafeteros, el gremio llegó incluso a sustituir al Estado en algunas

regiones productoras de café para desarrollar infraestructura de transporte

o construir puestos de salud y escuelas a través del Fondo Nacional del Café.

Otros gremios asumieron también la gestión de programas en asociación con

el Estado.

Los años que van de 1930 a 1950 constituyeron la edad de oro de los gremios colombianos.

No obstante, su influencia encontró rápidamente un límite, que tuvo

que ver con la creciente polarización entre los dos grandes partidos políticos generada

a partir de 1930, que desencadenaría la etapa de desorden civil conocida

como «La Violencia», entre 1948 y 1953. Para prevenir los obvios inconvenientes

de la polarización política sobre la actividad económica, los gremios adoptaron

en general una actitud prudente a la hora de vincularse con el sistema político.

Una muestra de ello es la intención de respetar el equilibrio entre conservatismo

y liberalismo en el seno de sus organizaciones. Esto explica que las ambiciones

corporatistas que se manifestaron durante los gobiernos de Laureano Gómez

(1950-1953) o Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) no prosperaran.

Si bien la situación del orden público mejoró durante la etapa del Frente Nacional

(1958-1974), durante la cual se acordó finalmente ejercer el poder político

en forma bipartidista en todas las instituciones del Estado para cerrar

definitivamente el capítulo de las guerras civiles, la influencia de los gremios

se vio limitada por otra razón. El dispositivo del Frente Nacional incluía un

estricto sistema de amarres, como las supramayorías, que obligaba al gobierno

a buscar amplios consensos en el Congreso para implementar sus políticas,

no solamente entre los dos partidos, sino dentro de cada uno de ellos. El

efecto perverso del Frente Nacional no fue tanto la siempre criticada «exclusión

» de las fuerzas políticas que no fueran liberales o conservadoras, que

tenía un carácter meramente formal7, sino las limitaciones que encontraron los

6. Sobre el papel de los gremios y los grandes grupos económicos en Colombia, se puede consultar

Angelika Rettberg: «Tras la tormenta viene… otra tormenta: empresarios, reestructuración y

conflicto armado en Colombia» en Francisco Leal Buitrago: En la encrucijada. Colombia en el siglo

xxi, Norma, Bogotá, 2006, pp. 207-232.

7. En realidad, cualquiera podía competir en una elección mientras se presentara como liberal o

conservador, lo que no suponía ningún tipo de compromiso real con estos partidos. Los comunistas,

por ejemplo, presentaban candidatos «liberales» en elecciones a distintas corporaciones y

lograron tener representación por este medio.

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