Historia de las teorías de la cultura
Camipetro31 de Agosto de 2013
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Apéndice:
Historia de las teorías de la cultura
Este apéndice sirve como un breve bosquejo de la historia del desarrollo de las teorías antropológicas. Presenta las
principales estrategias de investigación empleadas por los antropólogos contemporáneos y realiza un examen sobre las
pruebas que presenta el determinismo racial.
El impulso que subyace tras el desarrollo de la antropología cultural es probablemente tan antiguo como nuestra especie.
Los miembros de diferentes grupos humanos han tenido siempre curiosidad por las costumbres y tradiciones de los
extraños. El hecho de que la gente que vive en diferentes sociedades construya diferentes tipos de viviendas, lleve diferentes
tipos de ropas, practique diferentes tipos de matrimonio, adore a diferentes espíritus y dioses y hable diferentes lenguas
ha sido siempre una fuente de sorpresa. El enfoque más antiguo, y todavía más común, de estas diferencias consiste en
suponer que las creencias y prácticas que adopta uno mismo son expresiones normales de la verdad o la forma más adecuada
de vivir, justificada por las enseñanzas de nuestros antepasados y los mandatos o instrucciones de seres sobrenaturales.
La mayoría de las culturas tienen mitos sobre el origen que establecen el orden de los acontecimientos que conducen al
comienzo del mundo y de la humanidad y a la adopción del modo de vida que caracteriza al grupo. La incapacidad de otros
grupos de compartir el mismo modo de vida puede atribuirse de esta forma a su incapacidad de convertirse en verdaderos,
reales o normales seres humanos.
La Ilustración
Cuando Europa entró en la era de la exploración y la expansión mercantil, aumentó el interés en describir y explicar la
diversidad cultural. El descubrimiento y exploración de todo un «Nuevo Mundo» —las Américas— abrió los ojos de filósofos,
hombres de Estado, teólogos y científicos a los asombrosos contrastes de la condición humana.
Hacia mediados del siglo XVIII, durante el periodo conocido como la Ilustración, comenzaron a surgir los primeros intentos
sistemáticos de ofrecer teorías científicas de las diferencias culturales.
El tema común de estas teorías era la idea de progreso. Eruditos como Adam Smith, Adam Ferguson, Jean Turgot y Denis
Diderot mantenían que las culturas eran diferentes no debido a que expresaran diferencias innatas en las capacidades o
preferencias humanas, sino debido a que expresaban diferentes niveles de conocimiento y logros racionales. Se creía que la
humanidad, incluyendo a los antepasados europeos, había vivido, en cierto momento, en una situación «no civilizada», al
no existir un conocimiento de la agricultura y de la ganadería, de las leyes y del gobierno. Sin embargo, gradualmente,
guiada por el papel cada vez más importante de la razón en los asuntos humanos, la humanidad progresó desde un «estado
natural» a un estado de civilización ilustrada. Las diferencias culturales eran casi, en buena medida, un resultado de los
diferentes grados de progreso intelectual y moral conseguido por diferentes pueblos.
El evolucionismo del siglo XIX
La idea de progreso cultural fue la precursora del concepto de evolución cultural que dominó las teorías de la cultura
durante el siglo XIX. Las culturas se consideraban generalmente en movimiento a través de diversas etapas de desarrollo,
finalizando con algo que se parecía a los estilos de vida euroamericanos. Auguste Comte postuló una progresión de los
modos de pensamiento desde el teológico al metafísico y al positivo (científico). Hegel trazó un movimiento desde la época
en que sólo había un hombre libre (el tirano asiático), pasando por una época en que había algunos libres (ciudades-estado
griegas) hasta una época en que todos serían libres (monarquías constitucionales europeas). Otros escribieron explicando
una evolución desde el estatus (esclavo, noble o plebeyo) hasta el contrato (empleado y patrono, comprador y vendedor);
desde pequeñas comunidades de gentes que se conocían entre sí hasta sociedades grandes e impersonales; desde sociedades
esclavistas a militaristas e industriales; desde el animismo al politeísmo y al monoteísmo; desde la magia a la ciencia; desde
las sociedades hortícolas, dominadas por el sexo femenino, hasta las sociedades agrícolas dominadas por el sexo masculino,
y desde otras etapas hipotéticas anteriores y más simples a otras más tardías y más complejas. Uno de los esquemas que
tuvo más influencia fue el propuesto por el antropólogo norteamericano Lewis Henry Morgan en su libro Ancient Society.
Morgan dividió la evolución de la cultura en tres etapas principales: salvajismo, barbarie y civilización. Estas etapas habían
figurado en los esquemas evolucionistas ya en el siglo XVI, pero Morgan las subdividió y les confirió un mayor detalle,
haciendo mayor referencia a la evidencia etnográfica que cualquier otro. (El mismo Morgan llevó a cabo durante toda su
vida un estudio sobre los iroqueses que vivían cerca de su ciudad natal de Rochester, Nueva York.) Morgan sostuvo que la subsistencia del «salvajismo inferior» se había basado exclusivamente en recoger alimentos silvestres, que en él las personas
se emparejaban promiscuamente y que la unidad básica de la sociedad era la pequeña «horda» nómada, que tenía propiedad
común sobre sus recursos. Durante «el salvajismo superior», se inventaron el arco y las flechas, estaba prohibido el
matrimonio entre hermanos y la filiación era reconocida principalmente a través de las mujeres. Con la invención de la
cerámica y el comienzo de la agricultura llegó la transición a la barbarie. Las prohibiciones del incesto se ampliaron para
incluir a todos los descendientes por línea femenina, y el clan y la aldea se convirtieron en las unidades básicas.
El desarrollo de la metalurgia marcó la fase superior de la barbarie: la filiación cambió de la línea femenina a la masculina,
los hombres se casaban con varias mujeres a la vez (poliginia) y apareció la propiedad privada. La invención de la
escritura, el desarrollo del gobierno civil y la aparición de la familia monógama marcaron el comienzo de la «civilización».
Darwinismo social
Además de la mayor complejidad y detalle de los esquemas evolucionistas del siglo XIX, hubo una diferencia fundamental
entre éstos y los esquemas del siglo XVIII de progreso universal. Casi todos los esquemas del siglo XIX (con la visible
excepción del marxismo) postularon que las culturas evolucionaron en conjunción con la evolución de los tipos y razas
biológicos humanos. No sólo se contemplaban las culturas de la Era Moderna de Europa y América como el pináculo del
progreso cultural, sino la raza blanca (especialmente su mitad masculina) como el pináculo del progreso biológico.
Esta fusión del evolucionismo biológico con el evolucionismo cultural se atribuye, aunque incorrectamente, a la influencia
de Charles Darwin. De hecho, sin embargo, el desarrollo de las interpretaciones biológicas de la evolución de la
cultura precedió a la aparición de El origen de las especies de Darwin, y el mismo Darwin estuvo muy influenciado por
filósofos sociales como Thomas Malthus y Herbert Spencer. La noción de Malthus de que el crecimiento de la población
conducía a una «lucha por la existencia» inevitable, había sido elaborada por Spencer hasta formar la idea de la «supervivencia
del más apto» antes de que Darwin publicase sus teorías de la evolución biológica.
El éxito de la teoría de Darwin de la supervivencia del más apto (él la llamó «selección natural») realzó mucho la popularidad
del punto de vista de que la evolución cultural dependía de la evolución biológica. Después de la publicación de El
origen de las especies de Darwin apareció un movimiento conocido como darwinismo social, basado en la creencia de que
el progreso cultural y biológico dependía del libre juego de las fuerzas competitivas en la lucha del individuo contra el
individuo, de la nación contra la nación y de la raza contra la raza. El darwinista social más influyente fue Herbert Spencer,
que llegó incluso a abogar por el fin de todos los intentos de proporcionar ayuda y alivio a las clases desempleadas y empobrecidas,
y a las llamadas razas atrasadas, sobre la base de que esta ayuda interfería con el funcionamiento de la llamada ley
de supervivencia del más apto y de que simplemente prolongaba la agonía y agudizaba la miseria de aquellos que eran «no
aptos». Spencer utilizó el darwinismo social para justificar el sistema de libre empresa capitalista, y su influencia continúa
sintiéndose entre los partidarios del capitalismo sin límites, así como entre los partidarios de la supremacía blanca.
El evolucionismo marxista
Es importante darse cuenta de que, si bien los escritos de Karl Marx se oponían diametralmente al darwinismo social, el
marxismo fue también fuertemente influenciado por las nociones prevalecientes en el siglo XIX de evolución y progreso
cultural. Marx vio las culturas pasando por las etapas de comunismo primitivo, sociedad esclavista, feudalismo, capitalismo
y comunismo. También, como muchos de sus contemporáneos,
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