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Teoria De La Cultura


Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  3.207 Palabras (13 Páginas)  •  354 Visitas

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“Teoría de la cultura”

Alexander hace referencia a la cultura como un ente «independiente de la sociedad». Esta afirmación es fácilmente criticada desde el punto de vista científico, debido a que la ciencia estudia la interacción del hombre con el objeto. En este caso el hombre, como ser racional y consiente, interactúa con la cultura (objeto). Ahí objetivamos a esta última como «la observación de la observación» (Luhmann, 1999), de los actos simbólicos. De igual forma, la ideología debe de ser estudiada desde este aspecto científico fundamentándonos en que se deben trascender los hechos, y llegar a la esencia.

Clifford Geertz propone el estudio de la cultura bajo una teoría interpretativa que él llama «descripción densa», en su libro La interpretación de las culturas. Esto supone que todas las significaciones, significados y simbolismos se dan en base a un concepto semiótico, y que explican la cultura estudiando las expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie. Le da una importancia mayoritaria al significado de las acciones que a las acciones en sí, pues lo simbólico tiene cinco aspectos fundamentales, uno de ellos es la intencionalidad, en la que considera a la acción como la expresión de un sujeto, y que tiene un objetivo (Thompson, 1998). Aquí radica la importancia de la ciencia, no para formular leyes y postulados generales, sino, como lo menciona el mismo capítulo del libro de Geertz, como una «ciencia interpretativa». De esta forma podemos representar en un cuadro:

Objeto Pensamiento

Ideología Apariencia

Ciencia/Cultura Esencia

Cuadro 1, (Trías, Teoría de las Ideologías, 1970, p. 34).

Las herramientas que requerimos para la comprobación de los sucesos, se mencionan como información de fondo (ritos, costumbres, lugares, épocas, ideas, etc.), para poder «desentrañar las estructuras de significación» socialmente establecidas (Geertz, 2003). Según Goodenough, la cultura “consiste en lo que uno debe conocer o crear al fin de obrar de manera aceptable para sus miembros” (en Geertz, 2003, p. 25), lo cual entra en un concepto meramente descriptivo, en que menciona las estructuras conceptuales mediante las cuales las sociedades pueden interaccionar lingüística y simbólicamente.

Tyler, siguiendo la «concepción clásica» de la cultura de la que Thompson (1998) habla, menciona que la cultura en general son “fenómenos mentales que deberían ser analizados mediante métodos formales como las matemáticas y la lógica” (en Geertz 2003, p. 26), y Geertz hace la crítica correspondiente. Sin embargo yo no lo considero tan errado, puesto que el marco conceptual mediante el cual el hombre y la sociedad en general conviven se basan, por supuesto, en la realidad material, que debe ser explicada «mediante métodos formales como las matemáticas y la lógica», así mismo la física, la química, la astronomía, entre otras. Esta afirmación tiene fundamento en algo bastante simple, el tiempo. La idea de la materialización de los conceptos abstractos podemos expresarla por medio del siguiente ejemplo.

¿Cómo es que medimos el tiempo? Civilizaciones antiguas tomaban en cuenta el sol para medir los días (astronomía, ciencia que estudia el movimiento y los fenómenos relacionados a los cuerpos celestes, para su interpretación, con un carácter predictivo), los astros para medir los años (astronomía), la arena para medir los lapsos más cortos de tiempo (física, bajo el concepto de gravedad que aún no se consideraba, y el concepto de fricción). Actualmente, según el Sistema Internacional de Unidades, el segundo (que es la base de nuestro sistema temporal), equivale a: “la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 K” (1999). Esto está basado en la ciencia de la química, principalmente. El segundo, multiplicado por sesenta equivale a un minuto, por tres mil seiscientos equivale a una hora; una hora multiplicada por 24 da como resultado un día, y podría seguir hasta los milenios pero ese no es el punto. Así mismo las distancias, las velocidades, e infinidad de términos que ya están interiorizados en nuestro marco conceptual son utilizados para mediatizar nuestra convivencia. Inclusive en ámbitos personales, un individuo puede medir el tiempo en cigarrillos mientras espera un suceso específico (el inicio de una clase, la llegada de una persona), y tenerlo estimado en una duración de entre 7 y 8 minutos (dependiendo del cigarrillo). Es por esto que el ser humano necesita una base fija, material, en la cual sostenerse para medir el tiempo, de lo contrario pasará lo que nos ha de suceder a menudo si no vemos un reloj constantemente: “Perdí la noción del tiempo”.

Recapitulando a Geertz, después de esta simpática aclaración, retomamos que el concepto de descripción densa considera a la cultura como «sistemas de interacción de símbolos o signos identificables». Los modos de conducta, los movimientos sociales, las instituciones, los marcos jurídicos, etcétera, no son lo que crea la cultura. Esta se debe tomar como contexto para explicar cada uno de esos factores (modos de conducta, movimientos sociales, etc.), esto debe estar basado en conceptos que, al ser creados por el hombre, tienden a ser ambiguos en su esencia.

Geertz retoma un concepto muy vigotskiano al mencionar que la significación varía dependiendo del tiempo y lugar en el que se desarrolla el individuo, dando pautas para considerar lo simbólico como algo que se debe contextualizar, (inclusive él reconoce que todo intento interpretativo que no sea propio, es considerado una imitación o parodia) (Geertz, 2003), para poder comprenderlo. Así mismo Wittgenstein también menciona este hecho:

“Decimos de algunas personas que son transparentes para nosotros. Sin embargo, tocante a esta observación, es importante tener en cuenta que un ser humano puede ser un enigma completo para otro. Nos damos cuenta de esto cuando vamos a un país extranjero de tradiciones completamente extrañas para nosotros; y, lo que es más, aún teniendo dominio de la lengua del país. No comprendemos a la gente. (Y no a causa de no saber lo que esas gentes se dicen unas a otras.) No podemos sentirnos cómodos con ellas” (en Geertz, 2003, pp. 26 y 27).

A partir de esto Geertz considera que “Siempre está el peligro de que el análisis cultural […] pierda contacto con las duras superficies de la vida,

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