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La Crisis De 1808


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2012  •  3.279 Palabras (14 Páginas)  •  382 Visitas

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La crisis de 1808 es un conjunto de acontecimientos que produjeron el exilio de la dinastía borbónica, la Guerra de la Independencia y el comienzo de la Revolución Política Liberal. También fue el preámbulo para la independencia de las colonias españolas en América, entre ellas la Nueva España.

Esta crisis fue producida por un ciclo de guerras producto de la Revolución Francesa. En el marco económico también hubo crisis, hubo la necesidad de aumentar impuestos debido a los gastos militares, se perdió el monopolio del comercio con América tras la Paz de Basilea y se produjeron malas cosechas que provocaron crisis de subsistencia. La crisis política estuvo marcada por el desprestigio del rey por las derrotas externas y por los escándalos de su vida privada, el crecimiento de la oposición ante los proyectos fiscales y la desamortización de Godoy y el malestar ante el comportamiento del ejército francés en España. Además, Carlos IV había descubierto a su hijo, el futuro Fernando VII, conspirando contra él. Del 17 al 19 de marzo de 1808 estalla un motín popular, conocido como el motín de Aranjuez, que consigue el encarcelamiento de Godoy, la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII.

La Guerra de la Independencia es un conflicto civil e internacional que divide al país en dos bandos: los patriotas, partidarios de Fernando VII, que cuentan con el apoyo de Gran Bretaña y Portugal; y los afrancesados, partidarios de José I, con el apoyo de Francia.

La crisis política en España

Entre 1808 y 1868 se desarrolla una transformación radical de la sociedad española: pierden el poder político y económico los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen feudal, y frente a ellos emergen y construyen un Estado liberal los sectores burgueses que preconizan formas de organización capitalistas y que implantan el régimen parlamentario. Se estructuran los nuevos intereses en un mercado nacional, con instituciones estatales en redes provinciales, creando un sistema educativo nacional y público, un poder judicial funcional y un ejército nacional.

Surgen, por su parte, conflictividades derivadas del protagonismo que adquieren las “masas populares” que reclaman voz y derechos. La libertad afecta también al ámbito cultural: nace la prensa, se independizan los creadores artísticos, y el romanticismo y el realismo crean géneros y nuevas propuestas culturales que sentarán las bases del brillo del fin del siglo... En definitiva, en estas seis décadas se revolucionan todos los aspectos de una sociedad que en 1868 se planteaba la democracia y la equiparación con las potencias capitalistas occidentales.

Para comprender tales transformaciones hay que remontarse a la segunda mitad del s. XVIII, pero baste recordar que la espoleta saltó cuando los aristócratas absolutistas se opusieron a las reformas ilustradas y a las ambiciones de Godoy, lograron su caída, la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de Fernando VII (marzo, 1808). Sin embargo, la llave del poder estaba en manos de Napoleón (tratado de Fontainebleau de 1807), la “hidra revolucionaria” para los aristócratas y para la iglesia. Un ejército de más de 100.000 franceses ocupaba la Península y por eso Fernando VII tenía que vérselas con Napoleón en Bayona, quien lograba su abdicación y pasar los derechos de la corona a su hermano, José Bonaparte. Esto desencadenó una guerra de independencia nacional y también hizo de la Península el terreno en que dirimir la primacía europea entre Gran Bretaña y Francia, con el imperio americano en el trasfondo.

El reinado de José I Bonaparte (1808-1813): comienza con la aprobación por 91 notables españoles del Estatuto de Bayona, expresión del liberalismo moderado expandido por los Bonaparte, que tendría un influjo decisivo bajo el reinado de Isabel II. De hecho, con José I gobernaron aquellos ilustrados o que, a despecho del mote de “afrancesados”, iniciaron la organización de la sociedad burguesa: la desamortización de los conventos, la abolición de los derechos feudales, también de la Inquisición, la supresión de las aduanas interiores, la división provincial del Estado... Coincidían, en gran parte, con las metas que los liberales partidarios de Fernando VII debatían en Cádiz. En ambos bandos, pues, estaba en marcha un mismo proyecto, más radical y democrático entre los gaditanos, y cuyo despliegue estaba obstaculizado por una guerra de altibajos, hasta que en 1813 lord Wellington, con tropas inglesas, españolas y portuguesas, expulsaba a los ejércitos de Napoleón y daba por finalizado el reinado de José I.

El motín madrileño del 2 de mayo de 1808 contra las tropas francesas, y los fusilamientos del 3 de mayo pintados por Goya se han mitificado como inicio de la guerra de la independencia. Pero fue en zonas no ocupadas por franceses donde, ante el cambio dinástico, se constituyeron Juntas que, lideradas por los liberales, asumieron el poder, armaron al pueblo y, en concreto, las Juntas de Andalucía lograron una victoria inesperada en Bailén en julio de 1808. Pronto el ejército napoleónico recuperó casi toda la Península, a pesar del desembarco de tropas inglesas.

La Junta Central, constituida por decisión de las Juntas provinciales, convocó en 1810, en respuesta a las reformas de José I y ante los sucesivos desastres militares, unas Cortes generales y extraordinarias que representasen a la nación. Cercados en Cádiz, los liberales fernandinos lograron excluir de las Cortes la representación de la aristocracia y de la iglesia, y en la primera sesión adoptaron principios revolucionarios: que la soberanía residía en la Nación, que a ésta la representaban los diputados, que los diputados eran inviolables, y que el poder legislativo, expresión de soberanía, residía, por tanto, en las Cortes. Era la partida de nacimiento de la nación española, nuevo sujeto de soberanía política, con lo que se derrumbaban los privilegios amasados en siglos de régimen feudal por la aristocracia, por la iglesia y por la propia corona.

Las Cortes, compuestas por gentes cultas y con mentalidad burguesa (fueron líderes Arguelles, Muñoz Torrero, Calatrava y el conde de Toreno) legislaron todo un nuevo edificio social, rompieron con el poder de los señoríos feudales, proclamaron las libertades de expresión y reunión, reorganizaron el clero regular, asumiendo la desamortización efectuada por José I, pensaron en la reforma agraria con reparto de los bienes comunales y baldíos entre soldados y pobres, suprimieron los gremios y la vinculación a los oficios, así como las pruebas de nobleza para ser oficiales, creando el ejército de la nación, pero sobre todo aprobaron un texto constitucional -en 1812- que establecía con detalle la organización

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