La Lectura De La Ciudad

La ciudad es un sistema muy complejo. Tanto, que a veces cuesta conceptualizar su significado. Es por ello que es bueno fragmentarla, para estudiarla por partes, pero entendiendo siempre que la ciudad es un todo; es un conjunto de relaciones entre las personas que la habitan con su cultura, su política, su geografía, entre otros. Sin embargo, hay un punto fundamental al cual se debe la ciudad, y es a la arquitectura. En mi opinión, creo que Gasparini está en lo correcto cuando afirma que entre ambas debe coexistir una relación armónica, creo que una complementa a la otra. Mientras que la ciudad es la generalidad, el master plan; la arquitectura es el detalle. Es ese dibujo de la junta entre la viga y la columna, es la luz que entra por los patios centrales de las casas coloniales.

Es en este momento en el que comprendo que la arquitectura no es solamente la imagen, o los cambios que genera en su entorno inmediato; antes bien, la obra edificada tiene un gran valor histórico, ya que a través de ella se reúnen las distintas épocas de una ciudad, lo que nos permite conocer a nosotros, que no hemos vivido en períodos anteriores, el carácter total de los hechos urbanos. Todo esto me parece de suma importancia, ya que es la historia la que permite conocer nuestro pasado, la que nos permite vislumbrar cómo hemos evolucionado, de modo que podamos realmente aceptar nuestro futuro y mirar hacia delante, y en esto creo que como sociedad venezolana, hemos fracasado. He visto como la gran mayoría de venezolanos no se sienten identificados con su país, por ende, no lo aman, ni aman lo que hay en él, pues nadie ama lo que no conoce. Pero es ahí donde está el primer error: la gran mayoría de las personas no tienen ni idea del valor que posee una casa colonial –tomando en cuenta que quedan muy pocas-; ni siquiera se llegan a cuestionar por qué el centro de Caracas es tan majestuoso. La falta de interés, de sentido de pertenencia, es algo complejo de despertar; sobre todo porque cada quien decide qué apreciar de su país, y qué no. La lista de las cosas malas es inagotable, y podríamos escribirla y quién sabe cuándo terminarla; podemos quejarnos, sentados desde nuestras casas con la computadora al frente, de lo mucho que nos molesta que la gente no aprecie los monumentos históricos, que ni siquiera los cuiden. Pero podríamos también fijarnos en las cosas buenas que tenemos, en lo poco que todavía conservamos, y transmitir a los demás, con nuestras convicciones, a construir ciudades mejores.

Si hay algún gobierno venezolano digno de admirar, en mi opinión, es el de Guzmán Blanco. Creo que en su gestión hubo mucha preocupación por la cultura, y más allá de que él quisiera hacer de Venezuela una pequeña París, logró despertar vagamente el deseo de una calidad de vida aceptable para todos los venezolanos, entendiendo por supuesto el momento histórico en el que se encontraba nuestra sociedad. No sé qué tan necesario era traerse toda una cantidad de estilos y corrientes arquitectónicas a nuestro país, porque si pensamos detenidamente, es cierto que el eclecticismo dominó nuestras calles para ese momento, y no lo considero necesario. Nuestro clima es maravilloso y se pudo haber explotado mucho mejor esa característica tropical, pero no me desagradan las edificaciones, sino que me motiva saber cómo una gestión política se preocupó tanto por culturizar un país. Creo que obras como el Capitolio de Caracas dejan a cualquier venezolano sin palabras, porque su aspecto es alucinante, aun cuando las nuevas construcciones lo tengan ahogado y achicado dimensionalmente, tomando

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