La Participación De Los Maestros De Primaria En La Revolución Mexicana
escandra9 de Diciembre de 2012
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Centrándonos en nuestro tema, ¿Cómo era el sistema educativo durante el Porfiriato?
Desde el período de la Reforma, la educación y la escolaridad pasaron a formar parte inherente del desarrollo social, vinculando a la escolaridad de una manera estrecha con el régimen político y el crecimiento económico.
De esa época a la actual, dentro de nuestro nuevo contexto estructural (dónde lo económico y lo político afectan directamente cualquier aspecto de la vida social), la educación dependió fundamentalmente, de las medidas políticas educativas estatales, de las diferentes situaciones y condiciones de lo ya educados y de aquellos privilegiados que tenían acceso a.
Durante el Porfiriato, la educación local se dejó bajo la tutela de los ayuntamientos y gobiernos estatales, pero al mismo tiempo el gobierno federal pretendió dirigir y controlar la educación elemental en todo el país. La influencia del gobierno central fue decisiva, antes de Díaz, la educación se desarrollaba casi en su totalidad, de una manera homogénea. Existía en lugar de la Secretaria de Educación Pública la SIPBA (Secretaría de la Instrucción Pública y Bellas Artes)
Una de las políticas de Porfirio Díaz, consistía en favorecer la gran propiedad de la tierra, a costa de la propiedad pequeña, política que originó una crisis en la organización municipal (organización que tenía a su cargo la educación). Existieron condiciones de penuria para estos ayuntamientos, generando el nulo apoyo al servicio educativo.
También es cierto que durante el gobierno de Díaz, la aparición de las modernas actividades industriales y comerciales, lograron estabilizar la situación crítica, pero fue una estabilización recelosa, pues sólo pasó allí, donde surgieron las modernas industrias y los centros comerciales. Ósea, que las favorecidas fueron las capitales de los estados (o en su mayoría).
Algo positivo del gobierno federal hacía la conformación de la demanda social de educación, fue que, al estimularla, el desarrollo económico capitalista, provocó la incorporación y reacomodo a este proceso de nuevos sectores sociales, que en cierta forma también formaron parte de las nuevas clientelas escolares.
Díaz buscaba que las autoridades estatales y municipales se subordinaran en forma piramidal y monolítica al gobierno central, lo logró en el tema del campo y buscó lo mismo en cuanto a la educación. Quería que los establecimientos educativos así como qué se enseña estuvieran bajo los lineamientos central federal. Trato de homogenizar la enseñanza y organizó congresos educativos nacionales.
Con la política educativa federal, sólo resultaban favorecidas las instituciones escolares, puesto que se logró la intercomunicación de las diferentes experiencias educativas.
La influencia directa y decisiva en torno a la “evolución del conjunto escolar” sólo llegó a las escuelas del Distrito Federal y de los territorios.
La educación permaneció todavía como un mosaico institucional.
El proyecto para federalizar la enseñanza normal se interrumpió por los mismos factores que truncaron la federalización de la educación primaria: la Revolución mexicana, descentralizada en un principio, reforzó en el corto plazo la antigua resistencia de los estados para ceder parcial o totalmente sus sistemas locales al gobierno federal. Precisamente las escuelas normales de los estados habían sido, desde su fundación, uno de los principales pilares de resistencia contra los proyectos federales para uniformar y centralizar los sistemas escolares de educación primaria de los estados.
Un poco más contextualizados respecto a la política de educación, veamos qué pensaban los profesores al respecto y cómo vivían el Porfiriato.
Existía una degradación muy notable entre los profesores y otras carreras, la docencia no era ampliamente reconocida, para la sociedad, los doctores y abogados eran los verdaderos profesionistas.
Y dejando de un lado el enfrentamiento de las otras profesiones, vienen las riñas entre ellos mismos, persistían la competencia y el conflicto entre maestros de distinto origen regional y cuna normalista. El regionalismo magisterial se acentuó particularmente en el DF., ya que cientos, o quizá miles de maestros, emigraron de los estados a la capital en busca de mejores horizontes profesionales, para ponerse a salvo de los conflictos y la violencia que se desataba en sus lugares de origen, o ya iniciada la revolución, siguiendo a los jefes revolucionarios que ocuparon la ciudad de México en cada una de las etapas de la revolución.
Debido a la crisis en los ayuntamientos o cualquier otro pueblo o ciudad que no fuera capital de un estado, los profesores de estos lugares sufrían de una cierta discriminación, puesto que el salario era distinto respecto a los profesores del D.F El alegato para dicha estrategia era, que la vida en el campo era más barata, por lo cual, los profesores rurales podían recibir un salario menor, casi la mitad, que los capitalinos y aún así, vivir plácidamente.
Tomando en cuenta todos estos puntos y reflexiones acerca de la condición educativa en el país, se desata la revolución, y ¿qué sucede con los maestros?
La participación de los maestros durante el movimiento armado fue también muy diversa: al igual que el resto de los empleados públicos, la mayoría de los maestros no intervino en la política y continuó desempeñando sus funciones sin importar el gobierno para el que trabajaran; no obstante, algunos fueron víctimas de la política y padecieron desde el retraso temporal o indefinido de sus sueldos hasta el cese por haber colaborado con el enemigo; otros, quizá los menos, participaron al lado de alguna de las facciones o grupos revolucionarios como ideólogos, escribanos, secretarios y consejeros de los jefes, organizadores y dirigentes de campesinos y obreros. Algunos de ellos llegaron a ser jefes políticos y militares.
El magisterio también sobresale por su persistencia en la búsqueda de identidad; las razones que se esgrimieron fueron su función, experiencia y formación especializada, así como su lucha por el monopolio de la profesión y sobre el ámbito institucional de su desempeño, tanto en las oficinas educativas como en las direcciones escolares, los órganos colegiados de consultoría o de dirección educativa. Esta búsqueda estaba íntimamente relacionada con el reclamo de su territorio institucional.
Al igual que en el Porfiriato, durante la revolución, los pedagogos, ideólogos o dirigentes magisteriales esgrimieron sus conocimientos y habilidades especializados (extraídos de la experiencia o de las escuelas normales) como el principal argumento para reclamar el monopolio sobre los principales cargos directivos del ramo. Así se lo decían a quienes calificaban como intrusos en su territorio profesional: a los no normalistas y a los políticos. De esta manera, continuaba el patriotismo profesional del magisterio.
A ese patriotismo profesional se agregó durante la revolución una especie de nacionalismo profesional en doble sentido: por un lado el profesorado representaba mejor al carácter nacional que los catedráticos y los egresados de las escuelas universitarias; los primeros cumplían una función de integración nacional y eran menos elitistas que los segundos; por otro, porque en el magisterio había ganado terreno la idea urgente de consolidar un proyecto educativo y un sistema pedagógico dotado de un fuerte sentido nacional, orientado por la integración, que atendiera a la realidad pluriracial y pluricultural de los habitantes del territorio nacional.
El comportamiento político de los estudiantes y maestros de las normales también fue muy diverso, e incluso a veces contradictorio, durante la revolución, por la función ambigua que todas las instituciones escolares cumplen y por el hecho de que las escuelas normales estuvieron fuertemente condicionadas por su relación con los jefes revolucionarios de cada región, según las etapas de la Revolución Mexicana.
Por lo anterior nos atrevemos a afirmar que las escuelas normales fueron, al mismo tiempo, nidos conservadores y cuna de revolucionarios. Ya fuesen unos u otros, lo cierto es que los maestros en servicio, normalistas o no, fueron transformados por la revolución.
La politización del magisterio, se puede caracterizar principalmente en cuatro sentidos:
1. Una mayor intervención directa del profesorado para designar a sus autoridades en diversas entidades federativas, incluido el Distrito Federal;
2. Una mayor participación del profesorado para decidir las políticas educativas y pedagógicas.
3. Una mayor participación del magisterio en la vida política nacional.
4. Una penetración mucho más visible y directa de la política y los políticos en el ramo de la instrucción pública.
Los maestros enrolados en la revolución constituyeron un grupo mucho más numeroso que el resto de los profesionistas; sin embargo, su participación
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