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La Revolucon Mexicana

YamiDavalos2 de Junio de 2015

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REVOLUCIÓN

¿Qué sería el mundo si todos fuéramos generales, si todos fuéramos capitalistas, o todos fuéramos pobres? Francisco villa

Con su permiso honorable jurado calificador

Distinguidas autoridades aquí presentes

Compañeros participantes

Público que nos acompaña mi nombre es ... y Es para mí un honor, una responsabilidad gustosa y una oportunidad agradecida disertar para ustedes el tema: la revolución

La revolución mexicana fue un movimiento social importante que empezó el 20 de noviembre de 1910, dio inicio con un levantamiento en contra de la dictadura de Porfirio Díaz y fue dirigida con francisco i madero que con su tema “sufragio efectivo, no reelección” concreto el descontento alrededor del país.

¿Porque un hombre qué era bueno, generoso y patriota, no supo mantenerse en los límites de su autoridad? no supo medir hasta dónde podía y debía llegar en su justificado deseo de hacer gozar a nuestra extenuada Patria de los beneficios del orden político y social. Este hombre fue don Porfirio Díaz, uno de los más brillantes combatientes de la jornada del 5 de mayo, el que rompió el equilibrio de la batallo gloriosa a favor de México; el héroe inmarcesible de cien batallas en la guerra contra los franceses, luego treinta años Presidente de la República Mexicana.

Aquí está precisamente la sombra: en la prolongación forzada de un mando en el que contrajo al principio extraordinarios méritos.

Y es que eran ya 60 años los que México llevaba de guerras, muy justas y necesarias, mas no por eso menos destructoras, las exteriores; pero en general sin sentido y puramente convulsivas, las interiores.

Era, pues, nuestra Patria, a la salida de la gloriosa, pero extenuante contienda con los corifeos del segundo Imperio, un campo de desolación; una completa ruina. Necesitaba descanso. Necesitaba reposo. Necesitaba orden. Necesitaba trabajo, cuyo hábito la vida aventurera de los campos de batalla había hecho perder. Necesitaba alimentarse, pues prácticamente no lo hacía a causa de la horrorosa miseria en que había caído el país en aquel entonces.

Pues don Porfirio ofrecía todo eso. Y el pueblo se acogió a la famosa sentencia de que no importa errar en los menos si se acierta en lo principal. El procedimiento para escalar el poder había sido ciertamente ilegítimo, reprobable, más la necesidad de orden era urgente, inaplazable.

Don Porfirio cumplió y fue querido: restableció la paz interior; levantó el honor nacional de México; aumentó la riqueza; hizo renacer el trabajo. México lo amó y le perdonó sus irregularidades ilegales por mucho tiempo.

Pero poco a poco fue pasándose de la medida en esta política, que no por ser beneficiosa dejaba de ser arbitraria y dar un ejemplo constante de injusticia. Y la gente, pasada la primera urgencia, restaurado el pulso de país, empezó a percibir la contradicción en que vivía el general Díaz. Había luchado gallardamente por las leyes de Reforma y cometía la burla de no hacer ningún caso de ellas; había peleado reciamente por la independencia de la Patria, y ahora entregaba su suelo y sobre todo su subsuelo a voraces capitalistas extranjeros, con tal imprevisión, que parecía una venta; había nacido y crecido entre el pueblo; había vivido con él y para él una vida heroica, y el pueblo estaba abandonado y era maltratado y vejado por los grandes hacendados y las poderosas empresas. Y aunque él era cada vez más autoritario, pero no inhumano, muchos de sus representantes sobre todo en el campo, eran verdaderos verdugos del pueblo.

El orden impuesto y ano era un beneficio, sino una opresión; ya no favorecía a la Patria, la perjudicaba, porque anulaba toda iniciativa. La tranquilidad, querida cuando era una necesidad vital, ya no era apreciada ahora, porque enmascaraba la injusticia y el abuso. El orden aparente

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