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Las Guerras Del Siglo XX


Enviado por   •  19 de Junio de 2014  •  Monografías  •  3.379 Palabras (14 Páginas)  •  284 Visitas

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LAS GUERRAS DEL SIGLO XX: El siglo XX fue sin duda el más sangriento de la historia de la humanidad. La primera mitad del siglo estuvo caracterizada por las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), en las cuales el impresionante avance tecnológico alrededor del desarrollo de armas cada vez más letales tuvo como resultado un grado de violencia desconocida hasta entonces.

En estos años surgieron las armas de destrucción masiva que, siendo inicialmente químicas, evolucionaron hasta llegar a los artefactos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Durante los últimos cincuenta años el mundo vivió la llamada Guerra Fría, en la cual las naciones se dividieron en dos bloques liderados por la OTAN (1949) y el Pacto de Varsovia (1955) que, no estando dispuestos a enfrentarse en una guerra- nuclear, dirimieron sus intereses en los países periféricos. Hasta la caída del Muro de Berlín (1989), la guerras revolucionarias y de descolonización fueron una constante, dando lugar al surgimiento de lo que más tarde se conocería como Conflictos de Baja Intensidad.

La historia de fines de siglo permite visualizar dos tendencias bien marcadas en la evolución del conflicto. Por un lado, las asimetrías tecnológicas resultarán decisivas en su definición. El conflicto armado internacional en que participen las potencias de primer orden estará caracterizado por la "precisión quirúrgica" de las operaciones militares.

La Guerra de Malvinas, y las más recientes del Golfo y Kosovo, demostraron que quienes poseen el desarrollo tecnológico de última generación detentaron el poder necesario para triunfar casi sin pérdidas humanas y en poco tiempo. Por otro lado, aquellos que no pueden acceder a dichas tecnologías deberán emplear los medios tradicionales, debiendo recordarse que algunos estados no cuentan siquiera con medios del tipo de los que se emplearon en la Segunda Guerra Mundial. No faltarán otros que buscarán equilibrar esa asimetría repotenciando viejos métodos, como la guerrilla o el terrorismo, pero con nuevos medios, tales como armas de destrucción masiva de origen químico, bacteriológico o nuclear. El mundo, además, se ha vuelto más complejo.

Se ha incrementado el número y tipo de actores internacionales. Fenómenos como el terrorismo, las narcoacciones o el crimen organizado, entre otras amenazas, han alcanzado un nivel de desarrollo que, en algunos casos, pone en peligro la seguridad misma de las naciones involucradas. Para hacer aún más complejo este cuadro de situación, las armas nucleares están no sólo en manos de las potencias mundiales sino también en poder de otros estados.

El progreso que trajo el siglo XX no ha dado respuestas a los problemas esenciales del hombre y la sociedad. El conflicto armado, lejos de desaparecer o regularse, sólo ha ampliado la gama de actores y herramientas. Al decir del general Eric de la Maisonneuve, estamos ante la "metamorfosis de la violencia".

El descubrimiento de oro y de diamantes en el extremo austral del África, en 1899, despertó la codicia británica, que reclamó todo el territorio de lo que hoy es República de Sudáfrica como suyo. Quienes habían hecho el hallazgo, en su mayoría campesinos (eso significa boers), descendientes de holandeses, se consideraban dueños de los territorios de Transvaal y Orange. Entre otras cosas, porque Inglaterra había reconocido su independencia, y además porque fueron ellos y no los ingleses quienes habían luchado contra zulúes y matabeles para civilizar la región. El enfrentamiento —que tuvo un corresponsal de guerra de lujo, enviado por el Times de Londres: Winston Churchill— fue inevitable; el resultado de la contienda, también: mientras los boers, aunque eran excelentes tiradores y conocían bien la zona, carecían de instrucción militar, los ingleses, con mejor armamento y mayor cantidad de tropas, dirigidos por Horatio Kitchener, quien ordenó la matanza de niños y mujeres (asesinaron a 25 mil) y la quema de las granjas, derrotaron a los campesinos, de los cuales 18 mil murieron en los campos de batalla en 1902.

Sudáfrica: Se sabe muy poco de estas tierras hasta el siglo XV, en que una expedición portuguesa dirigida por Bartolomé Díaz (1488) llegó hasta el cabo de Buena Esperanza, al que llamó de las Tormentas. Nueve años más tarde Vasco de Gama entró en la bahía de la Tabla y desembarcó en tierra firme el día de Navidad, a causa de lo cual llamó a esta tierra Natal, pero el establecimiento no se efectuó hasta 1620 en que dos capitanes británicos tomaron posesión de El Cabo en nombre de Jacobo I. En 1652 la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, levantó una estación fortificada en El Cabo. El congreso de Viena (1815) entregó a los ingleses este territorio. En aquellas fechas se encontraron minerales auríferos lo que impulsó la inmigración, pero la invasión no fue aceptada por los colonos holandeses (boers) que se internaron en los ríos Orange y Transvaal. Esto dio lugar a la guerra de los boers (1899) que terminó con el triunfo de las armas inglesas. El proyecto de Constitución de un Estado federativo bajo la Comunidad de Naciones fue publicado en 1909 y poco después pasaron a convertirse en provincias de esta Unión las colonias inglesas de El Cabo de Buena Esperanza, Natal, Transvaal y el Estado Libre de Orange, quedando integrada la que se llamó Unión Sudafricana (1910). Durante la Primera Guerra Mundial los boers intentaron recuperar la independencia del Transvaal, sin conseguirlo. Al final de dicha guerra se le asignó un mandato sobre Africa del Sudoeste (Namibia). En el año 1961 se independizó de la Mancomunidad británica y cambió el nombre de Unión Sudafricana que llevó hasta entonces, por el de República Sudafricana.

Información Sobre La Guerra: Esta guerra fue un conflicto bélico entre Gran Bretaña y los aliados afrikáners del Transvaal y el Estado Libre de Orange, que tuvo lugar, desde 1899 hasta 1902, en el sur de África, concretamente en los territorios que actualmente forman Suráfrica.

Introducción:

Tanto el emperador japonés, Matsu-hito, como el zar ruso, Nicolás II Romanoff, abrigaban propósitos expansionistas: ampliar territorio equivalía a obtener más y mejores puertos y ventajas comerciales; ambos ambicionaban anexar a Corea. Con una soberbia que no sólo le impedía ver que su pueblo moría de hambre, que su país decaía por los efectos de una economia estancada, y que Japón había alcanzado un desarrollo tecnológico y militar similar al de Occidente, Romanoff hostigó al país del Sol Naciente hasta que la flota nipona destrozó a la rusa en Port Arthur, en 1904, y, simultáneamente, se apoderó de Corea.

La guerra duró solo

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