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Las Instituciones


Enviado por   •  27 de Abril de 2015  •  4.450 Palabras (18 Páginas)  •  97 Visitas

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Lorenzo Luzuriaga

Las ideas de la Institución

Como se ha dicho, los hombres de la Institución no se han mostrado muy propicios a manifestar por escrito sus ideas pedagógicas. Aunque tenían una concepción de la vida y un sistema de educación definidos, cuando expresan sus ideas lo hacen casi siempre con un motivo ocasional y en forma esporádica. Para ellos, dada la situación de España en su tiempo, lo urgente era la actividad educativa, más que la teoría pedagógica. De aquí la dificultad de hacer una exposición rigurosa de sus ideas. Sin embargo, vamos a tratar de hacerlo, valiéndonos siempre que sea posible de sus propias palabras. Pero antes conviene señalar el origen o la fuente de esas ideas, que a nuestro juicio se pueden reducir a tres:

• En primer lugar, la filosofía idealista alemana, a través de Krause, Sanz del Río y Giner, que acentúa el carácter integral y armónico de la vida y de la educación espiritual.

• En segundo lugar, el carácter liberal, humanista de la educación inglesa, recogido en las visitas a las instituciones británicas, que realza el aspecto humano, tolerante y vital en la actividad educativa.

• En tercer lugar, el sentido ético de la mejor tradición filosófica española, representada sobre todo por el estoicismo senequista y que se manifiesta en el rigor y la austeridad en la conducta.

Al lado de estas influencias ideales generales, hay que señalar las propiamente pedagógicas, que proceden esencialmente de Rousseau, Pestalozzi y Froebel, quien a su vez fue influido por la filosofía de Krause.

Todo ello, claro está, sobre un fondo de ideas y experiencias propias, elaboradas y recogidas en el transcurso de la obra y que han dado a la Institución su fisonomía peculiar. En este sentido las dos fuentes principales de inspiración han sido Francisco Giner y Manuel B. Cossío. Y no es fácil distinguir las ideas de uno y otro, por lo compenetrados que estaban. Sin embargo, aun a riesgo de caer en una generalización excesiva, podría decirse que Giner realzaba más el lado ético de la educación, mientras Cossío el estético; que el primero consideraba la educación más como una actividad ideal, y el último como una actividad humana; que en aquél predominaba la filosofía y en éste la pedagogía. Pero, repetimos, ambos tenían, como inspiradores de la educación de la Institución los mismos objetivos educativos, que vamos a tratar de exponer, llamando la atención de nuestros lectores sobre las fechas en qué fueron expresados, ya que hoy es aceptado por todos, era una excepción y un considerable adelanto en su tiempo.

1 la educación integral

Cuando la Institución inicia su vida reinaba en la educación europea una densa atmósfera intelectualista surgida de la pedagogía herbartiana, que ponía todo su acento en el valor de la instrucción, así como una tendencia unitaria nacida del positivismo, que realzaba su aspecto practicista. Frente a este intelectualismo y utilitarismo de la época, la Institución consideró como objetivo esencial de su educación la formación de hombres cabales, la persecución de ideales éticos y el desarrollo de todas las capacidades, tanto físicas como intelectuales. En este sentido, su educación ha tenido siempre un carácter vital, integral y armónico.

Tal finalidad aparece expresada desde muy pronto, desde que la Institución decide transformarse en un centro de educación en vez de ser sólo un instituto preparatorio y universitario, es decir hacia 1880. En el Prospecto de ese año se dice ya lo siguiente:

“La Institución no se propone tan sólo enseñar e instruir, sino a la vez, y muy principalmente, educar. Su objetivo no se reduce a preparar a sus alumnos para ser un día abogados, médicos, ingenieros, etc., sino para ser ante todo hombres capaces de dirigirse en la vida y de ocupar digna y útilmente el puesto que les está reservado. Para ello tiene que atender tanto por lo menos como a la inteligencia de sus alumnos, a sus sentimientos y a sus acciones; tiene que cuidarse de los más mínimos pormenores de su conducta para enseñarles a vivir, no meramente a pensar y estudiar.”

En esta exposición sucinta aparecen ya algunas de las ideas que van a servir de norma a su educación y en gran parte a la pedagogía contemporánea, a saber, las que se refieren a su carácter vital y activo.

Esta misma idea aparece expresada por don Francisco Giner en 1884 en el trabajo ya mencionado Sobre los defectos actuales de la Institución, al decir:

“Nuestro deseo es ver si podemos entregar a la sociedad cada año algunos hombres honrados de instintos nobles, cultos, instruidos hasta no serles extraño ningún elemento ni problema fundamental de la vida, laboriosos, varoniles de alma y cuerpo y capaces de atender a sus necesidades materiales por medio de una profesión verdaderamente honrosa y libre, es decir, correspondiente a sus actitudes diversas y elegida con verdadera vocación. Para esto hace falta estudiar y aprender muchas cosas; pero también mucho juego corporal y gimnástico, mucho taller, mucho aire libre, mucho aprendizaje de la sociedad y sus resortes, mucho movimiento, poco libro y mucho jabón y agua, elementos estos últimos que con razón decía Liebig son el termómetro de la civilización de un pueblo”.

Por otra parte la Institución ha considerado que el proceso de la educación estaba integrado por dos factores esenciales, uno de cultura general humanista y otro de formación profesional, vocacional subordinado a aquél. Así lo manifiesta su Programa de 1918, en el cual se dice:

“La Institución se propone, ante todo, educar a sus alumnos … Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia cultura general, múltiplemente orientada (humanidades), que cada época especialmente exige, para cimentar luego en ella, según le sea posible, una educación profesional de acuerdo con sus aptitudes y vocación escogida más a conciencia que es uso; tiende a prepararlos para se en su día científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros, industriales …; pero sobre eso, y antes que todo eso, hombres, personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con sustantividad su propia vida y de producirla mediante el armónico consorcio de todas sus facultades”.

Esta amplia finalidad no agota sin embargo los objetivos de la educación. Sobre ella y al lado de ella aparecen los más concretos de la formación vital, integral, antes indicada, y que ahora, en el mismo Programa se hallan más detenidamente expuestos:

“Para conseguirlo, quisiera la Institución que, en el cultivo del cuerpo y del alma, ‘nada le fuera ajeno’. Si le importa forjar el pensamiento como órgano de la investigación racional,

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