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PROCESOS DE LA COMUNICACIÓN E HISTORIA MUNDIAL


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2021  •  Tareas  •  1.752 Palabras (8 Páginas)  •  77 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN-SUA

ALUMNO: ARELLANO GONZÁLEZ MARCO ANTONIO

GRUPO: 9017

MATERIA: PROCESOS DE LA COMUNICACIÓN E HISTORIA MUNDIAL

PROFESOR: ROBERTO JAVIER DOMÍNGUEZ MORO

El 18 Brumario

Como El 18 brumario de Luis Bonaparte se conoce la obra de análisis político por excelencia, escrita por Carlos Marx entre diciembre de 1851 y marzo de 1852, en donde se refiere al golpe de estado dado el 2 de diciembre de 1851 por Luis Bonaparte sobrino de Napoleón I. El título mismo resulta una farsa, a la que se refiere el análisis, pues este Golpe de Estado está lejos de ser la tragedia histórica que representó el primero.

Marx, para quien la exposición empieza donde la investigación termina, inicia esta obra citando a Hegel según el cual había afirmado “que todos los hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces”, agregando Marx, que Hegel había olvidado que, “una vez como tragedia y la otra como farsa” e, ilustrando, con los ejemplos de un Lutero en el Siglo XVI creyéndose el San Pablo del Siglo I; Luis Blanc en 1848, el Robespierre de 1793, y Luis Napoleón en 1851, el Napoleón I de 1799.

Pero igualmente se puede agregar siguiendo a Marx, que ese retorno parece darse en las épocas en que las sociedades presentan perturbaciones que atacan su integridad sistémica, es decir en épocas de crisis, como parece mostrarlo hoy, entre otras, la vuelta como neoliberalismo de la mano invisible del mercado del siglo XIX, y de las formas de gobierno absolutistas, ayer monárquicas hoy presidencialistas.

En El 18 Brumario de Luis Bonaparte va a señalar que “en la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllas forman una clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política, no forman una clase.

Son, por lo tanto incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o por medio de una convención. No pueden representarse, sino que tienen que ser representados.

 Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol”. De ahí que a pesar de la situación de explotación que el campesino sufría respecto del capitalista al que se encontraba endeudado y del capital en general que lo sometía con impuestos crecientes, este no podía para Marx jugar un papel político independiente y, menos aún, constituir una fracción dirigente del conjunto de las clases oprimidas, cuestión que quedaba reservada para el proletariado.

Esta situación se sigue observando en sociedades que como diría el mismo Hegel, no han alcanzado su mayoría de edad, o uso de razón, demostrativo de su incapacidad para pensar por cuenta propia, o de su irracionalidad, producto de su olvidada memoria histórica. De ambos casos es claro ejemplo en el momento actual la sociedad estadounidense y su sistema político, como lo veremos a continuación.

Parecemos condenados a la repetición histórica. De hecho, hay un exceso de fantasmas del pasado vagando por el presente. Pero necesitamos descartar los falsos espectros y ver qué grandes hechos y figuras históricas realmente se repiten hoy.

En algunos aspectos, la guerra de Irak y la actual política exterior del gobierno de los EE. UU. parecen repetir los viejos proyectos imperialistas europeos.

Los presentes esfuerzos, no sólo por imponer un nuevo régimen en Irak y Afganistán, sino por rehacer el marco geopolítico de Oriente Medio así como por "reformar la escena mundial" están concebidos y presentados usando los viejos términos de la misión civilizadora de las antiguas potencias coloniales europeas.

El presidente Bush debió de imaginarse a sí mismo vistiendo la capa de los grandes nobles imperialistas, educando a los salvajes y llevando la civilización al mundo. Debemos de tener el coraje necesario para ayudarles, nos decía, y ellos nos lo agradecerán después. Dicho más llanamente: los esfuerzos para controlar los vastos campos petrolíferos en Irak y Oriente Medio sin duda recuerdan a numerosas guerras imperialistas emprendidas para acumular recursos, como hicieron los británicos, hace un siglo, en la Guerra de los Bóer para controlar las minas de oro sudafricanas ‚Äìsangre por oro ayer, sangre por petróleo hoy.

A pesar de estas semejanzas, los viejos imperialismos no nos pueden ayudar a entender lo esencial de la actual situación. Estas comparaciones en realidad son vestidos que sientan mal, que disfrazan lo que está pasando bajo la superficie.

 La auténtica repetición histórica está mucho más cerca de casa.

Alguien podrá decir que los Estados Unidos repitieron la guerra del Golfo de 1991, y ciertamente es así, pero realmente es sólo un elemento ante una repetición histórica mucho más importante: el golpe de estado (coup d`Etat) desde dentro del sistema, un nuevo 18 de Brumario, esta vez de padre e hijo, no de tío y sobrino.

Al hablar de golpe de estado se hace referencia a una usurpación del poder desde el propio orden imperante por un elemento unilateral, monárquico, y la correspondiente subordinación a éste de fuerzas multilaterales, aristocráticas.

El golpe de estado de Bush padre fue concebido al mismo tiempo en que se creaba un nuevo orden mundial. Inmediatamente después de la caída del muro de Berlín y del colapso del orden bipolar de la Guerra Fría, la primera Guerra del Golfo ayudó a establecer los términos de una nueva estructura de poder global.

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