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Resumen Libro Historia Del Derecho Mexicano


Enviado por   •  4 de Febrero de 2015  •  1.948 Palabras (8 Páginas)  •  997 Visitas

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Desde inicios del siglo XVI, hasta el siglo XVIII, la Nueva España estuvo totalmente dominada por la corona Española, mediante diversas y sucesivas figuras de gobierno, entre las que sobresalieron los virreyes y en 1786, al implementarse las Reformas Borbónicas, se instituyó la Intendencia, adoptándose la división política-administrativa del territorio novohispano.

Sobre estas divisiones llamadas intendencias, posteriormente Alejandro de Humboldt pondría especial énfasis para establecer la más notable y exacta descripción cartográfica creada hasta ese momento, sobre la división política del territorio mexicano, descrita en su obra que titularía: “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, el cual seria publicado entre 1808 y 1810, en el que pone en descubrimiento la madurez política de la Nueva España para lograr su independencia.

Con las citadas reformas Borbónicas, y más aún, al implementarse un efectivo replanteamiento sobre la división territorial de la Nueva España, se transformaría la organización política, para finalmente, consolidar la importancia de las “ciudades cabeceras”.

Estas ciudades terminarían por imponer un predominio sobre las pequeñas y sus territorios circunvecinos, como en tiempos prehispánicos, lo había sido la “zona nuclear” del imperio de la triple alianza. De tal suerte que, el periodo colonial español a las postrimerías del periodo independiente; encontramos que la conquista de los aztecas la llevo a cabo Hernán Cortez durante el reinado de Carlos I, el monarca más poderoso en la historia de España. Aunque los extensos territorios de este último le proporcionaron riquezas tales, que el imperio logro sanear sus finanzas, lo cierto es que las numerosas guerras en que participó probaron ser demasiado costosas en el mediano plazo para la estabilidad imperial.

Carlos I, los Felipes, II, III, IV y Carlos II son los representantes en el trono español y por tanto, en la Nueva España, de la casa gobernante más importante en ese momento en Europa: los Habsburgo, baluartes de la monarquía absolutista y detentadores del poder en España hasta el año 1700. Carlos II, reflejó de las degeneraciones fisiológicas producidas por constantes enlaces endogámicos, es el último de los Austrtias que gobierna España. Hombre enteco y de espíritu apocado, en él se extingue el poder secular de su dinastía y se inicia el declive de la institución monárquica.

Muere Carlos II en medio de hechos insólitos e intrigas cortesanas: la reina conspira con su camarilla, por tal motivo, el último Austria muere sin dejar descendencia.

Se produce una profunda inquietud por la sucesión del trono. Son varios los aspirantes, pero el Austria ha nombrado en 1700, heredero suyo a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Es así como el siglo de las luces coincide, en España y sus territorios, con una nueva dinastía: la de los Borbones.

Europa está dominada por tensiones y rivalidades. El Estado Imperial Austriaco interviene en todo lo que sucede en Italia, los Balcanes y la Europa Occidental, la flamante monarquía prusiana representa un papel todavía subalterno; Francia y la Gran Bretaña se miden mutuamente, y Rusia presiona ya sobre Polonia y Turquía. No obstante, el factor decisivo en la política exterior europea durante la primera mitad del siglo XVIII es la tensión anglofrancesa.

Los ideales nacionalistas y el espíritu de emancipación penetran en los salones; sobre todo en la esplendorosa corte de Luis XV. Es en esa coyuntura y en tal ambiente, frecuentado por la aristocracia, los hombres de letras, los magistrados, la burguesía rica y hasta algunos abates “ilustrados”, donde brota el movimiento renovador bautizado como el iluminismo o la Ilustración.

Histórica y políticamente, la Ilustración hace concebir en la sociedad, las ideas y anhelos nacionalistas que harán surgir el espíritu revolucionario y con él, la revolución Francesa cuando en 1973 la cabeza de Luis XVI rueda cegada por la guillotina, se desploma un régimen político cuyas prestigiadas raíces se hunden en lo más remoto de los tiempos de la edad media, y comienza para los pueblos uno nuevo: el revolucionario. Este movimiento, durante el cual el pueblo adoro en plena catedral a la “Diosa Razón”, representa en la historia y en la vida de los hombres un cambio comparable a la caída del Imperio Romano; es la desaparición de un mundo y el surgimiento de otro.

La Revolución crea, en definitiva, un nuevo sistema político; con gran éxito, pues se propaga a todos los países, y se recoge las ideas liberales o democráticas perseguidas desde la eclosión del racionalismo.

Los reyes de España y sus virreyes atribuían con simplismo monárquico, el progreso de la colonia a la acción des despotismo ilustrado, sistema que puso en práctica una decena de medidas político-administrativas que hicieron que el órgano central del gobierno metropolitano, dejara de ser el obsoleto Consejo de Indias, y que al gobierno de la Nueva España, además de sus virreyes, se le añadiera una Intendencia.

No cabe duda, la Revolución Francesa de 1789, sumiría a toda Europa en un periodo más o menos prolongado de inestabilidad bélica, y como consecuencia, producirían un impacto directo en la crisis imperial de España.

La guerra seguiría causando estragos en el sistema político español, suscitando verdaderos desordenes económicos y políticos. Por otra parte, el régimen de terror jacobino y la ejecución de Luis XVI, conmocionaron a la Península; Carlos IV se unió fatalmente a otros monarcas europeos en la guerra contra regicida república francesa, situación que ineludiblemente conduciría a España a un desafío de deterioro económico, lo que obligo a la corona a aumentar los impuestos e imponer gravámenes nunca antes vistos, así como a expropiar los bienes de la iglesia. Sin embargo, la deplorable situación económica de la corona se agudizo, trayendo consigo, un repudio social a su gobierno.

La situación presagiaba una nueva y pronta calamidad, al imponerle a España, el humillante tratado de Paris, con el que se subordinaba por completo España a Francia, convirtiéndola

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