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Teran Oscar - Historia de las ideas en la Argentina


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2021  •  Resúmenes  •  3.212 Palabras (13 Páginas)  •  134 Visitas

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OSCAR TERÁN - HISTORIA DE LAS IDEAS EN LA ARGENTINA

El período abierto con la batalla de caseros en 1852 se ha cerrado en 1880 con el triunfo del estado nacional y comienza con el ascenso al poder del general Julio A. Roca a través del partido autonomista.

Ya hay procesos modernizadores en la política economía y en lo social. El estado tiene el monopolio de las fuerzas legítima.

Desde una Buenos Aires federalizada se sancionan las leyes laicas de educación y de registro civil, quitándole el control a la iglesia católica. Como productora de bienes agropecuarios, la Argentina creció en gran medida. Los vencedores de la “campaña del desierto” se apropiaron de extensas porciones de tierra de los indígenas y los ingleses invirtieron en ferrocarril por lo que la red de líneas de tren se extendió.

El proyecto llevado a cabo contra las poblaciones indígenas se apoyaba en una línea ampliamente compartida por las elites del mundo occidental; naciones viables que eran las de raza blanca y de religión cristiana.

Según los lineamientos inscriptos desde Acción de la Europa en América, Alberdi había acuñado al respecto la consigna “Somos europeos trasplantados en América”. Y como se lee en las Bases, lo guía la convicción de que en Hispanoamérica el indígena “no figura ni compone el mundo”. Se trata de un pronunciamiento de absoluta exclusión, que hoy sería difícilmente denunciable, pero que debe ser colocado en un contexto histórico donde las reivindicaciones indigenistas no habían nacido aún.

Hoy resulta difícil denunciar a Aristóteles de esclavócrata, ya que la sociedad en que vivió aceptaba esa práctica como habitual, normal y consentida. Por ejemplo, Hitler llegó al poder en 1930 con más del 90 por ciento de los votos alemanes y desde ese poder llegó a emprender el Holocausto. Éste es el límite del relativismo histórico que debe ser controlado enfrentándolo a la justicia y la verdad.

Hacia 1880 en la Argentina el diario oficialista “La Tribuna Nacional” difundía el mensaje que “la Argentina finalmente había entrado en una nueva era”, con la era del progreso, viéndose en “buenas costumbres, industrias nuevas, empresas con grandes capitales e ilimitada fortuna”, así el diario aludía a que las pasiones destructivas de la política habían sido dominadas por el desarrollo de los intereses asociados con el desarrollo económico, dado que “es el progreso material el que lleva al progreso moral, no a la inversa”.

Para el roquismo, la paz era el logro mayor del progreso económico, y con ello la política pasaba a segundo plano.

¿Cuáles fueron las preocupaciones dominantes en la sociedad y en el estado que llegaron a ser parte de la reflexión de los intelectuales en el período que se extiende entre 1880 y 1910? Hay una problemática que abarca varias cuestiones: Social, por los desafíos que planteaba el mundo del trabajo urbano; Nacional, ante el proceso de construcción de una identidad colectiva; Política, frente a la pregunta acerca de qué lugar asignarles a las masas en el interior de la “república posible” e inmigratoria porque todos esos inconvenientes se encontraron inmersos en la amplia incorporación de extranjeros a la sociedad argentina. Estas situaciones eran efecto del ingreso del país a la modernidad.

Históricamente la modernidad está asociada a los sucesos de la conquista y colonización de América por Europa, la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. En el terreno de la economía significó el nacimiento y expansión del modo de producción capitalista. En lo social, el surgimiento de clases sociales (burguesía[1], proletariado[2], clases medias[3]) y de la movilidad social[4], en lo político, la consumación de un nuevo criterio de legitimación: la soberanía popular[5]. En el seno de la modernidad también se produce el proceso de secularización[6], como carácter intramundano de los nuevos tiempos, como diciendo que ya no hay milagros: sería el desencantamiento del mundo. Gracias a este proceso de secularización el mundo se torna calculable, toda la realidad empieza a ser mirada de ese modo. Por eso se dice que Brunelleschi[7] es el primer arquitecto moderno, ya que en el siglo XIV construyó la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore en Florencia, realizando cálculos previos en vez de hacerlo como hasta ese momento: con el método de ensayo y error.

La potencia cognoscitiva [8] de la ciencia se asociará a la revolución industrial del siglo XVIII, configurando un sistema tecnocientífico[9]. Todo el mundo prevé los resultados de sus acciones por medio del cálculo. Ésta es la lógica de la acción social en la teoría de Wax Weber hacia principios del siglo XX. Los tiempos modernos son aquella época en que lo nuevo es lo bueno.

Hacia los 80 hay un romanticismo tardío y acriollado que llega de las corrientes de la Generación del 37 tanto como el liberalismo y republicanismo de los padres fundadores y un catolicismo más difundido en la sociedad que en el grupo estatal, en la literatura predominan las cuestiones naturalistas y realistas. Ya comienzan a asomar el positivismo, el modernismo literario de Rubén Darío[10] y las tendencias: socialista[11] y anarquista[12]. Estos idearios tuvieron sus portadores (los intelectuales), que pertenecían a clases sociales altas, comprendían el ámbito institucional (universidades, academias, revistas) y el social (tertulias, clubes, ateneos, cafés). David Viñas[13] los definió como escritores para quienes la escritura era una continuidad de su posición sociopolítica, y que escriben a través de una cómoda posición económica obtenida en un espacio no intelectual (estancieros, funcionarios estatales, médicos, abogados). Mientras en el 37 el ámbito literario lo dominaban Sarmiento- Alberdi, en el 80 existía una pluralidad de voces, sin ninguna predominante.

Entre esta pluralidad estaban: Lucio V. Mansilla[14], Eduardo Wilde[15], Miguel Cané(h)[16] y Paul Grussac[17], casi todos ellos comparten un lamento tradicionalista; se quejan de que el avance modernizador destruye los viejos sitios familiares y disuelve las viejas ya sanas costumbres en una sociedad y una ciudad en rápida transformación, impulsan la modernización y al mismo tiempo lamentan algunas de sus consecuencias no queridas.

En el análisis cultural existe una figura llamada ubi sunt[18], como ejemplo lo vemos en José Antonio Wilde cuando recuerda que “antes los niños jamás dejaban de pedir la bendición a sus padres al acostarse y levantarse, ni a sus tíos, abuelos, etc.” Esta era una señal de sumisión que ha desaparecido, como otras muchas, una señal de deferencia como reconocimiento “de los de abajo hacia los de arriba”.

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