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Trabajo Practico


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2013  •  1.883 Palabras (8 Páginas)  •  227 Visitas

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Introducción:

Las claves político-culturales de los años 60 y 70, responden a la figura del cambio, como transformación de la realidad; y de la voluntad, como motor y dirección de dicha transformación, en un contexto de fuerte radicalización política e ideológica, consecuencia de la disputa socialismo capitalismo, y los procesos de descolonización y de liberación nacional. Esta tríada, define las características que asumía la participación por esos años: la voluntad como motor de cambios radicales.

La convicción que se hallaba detrás era que desde la política se construía a la sociedad y la economía iba a su saga. Por lo tanto, la Política era la Voluntad. Y era, además, Transformadora, porque prometía cambiar el mundo. Por cierto fuertemente utópica, con buena parte de la militancia sintiéndose poseedora de verdades históricas. De allí su atractivo, del que era muy difícil sustraerse. Esa militancia fue por todo o nada, con la urgencia de cambiar el mundo y hacerlo más justo.

En ese horizonte, para algunos, la democracia era una trampa o una demora para alcanzar los más altos fines. Relativización que llevó a muchos a adoptar métodos de lucha directos, con la imagen del Che en su horizonte. Y se les respondió con la más terrible represión estatal tributaria de la Doctrina de la Seguridad Nacional.

Desarrollo:

A partir de la década del ´60 nuevos modelos se instituyen desde la política al instalar otros roles sociales para este segmento hasta entonces poco considerado: el joven militante, el joven que trabaja en los barrios, el joven que alfabetiza, el joven que publica sus ideas por la prensa y es capaz de defenderlas hasta con la vida, el joven promotor de los centros de estudiantes...el joven revolucionario o independentista.

Al final de los sesenta se pone en juego nuevas prácticas sociales y políticas que permitieron sustentar el crecimiento hacia la madurez en condiciones de vida que se basan en la participación activa de la búsqueda de la justicia social, nuevas modalidades laborales y la constitución de un Estado al servicio de proyectos globales progresistas.

Los jóvenes se transforman a partir de lo dado: el desarrollo industrial y técnico, las prácticas comunicacionales nuevas emitidas desde la radio y la televisión, los modelos transculturales juveniles que vienen de Europa y Estados Unidos, etc..

Al iniciar los setenta, son muchos los adolescentes y jóvenes que no tienen reparos en ir hacia la muerte por los ideales, y se ponen al servicio de proyectos utópicos bajo cuyo amparo, se intentó democratizar las relaciones en todos los sectores de la sociedad en los que fue posible, y como nunca antes se había proyectado. En cuanto al sistema de enseñanza, esos cambios contribuyeron a dar fin a la legitimidad de la liturgia normalista, otorgando a los espacios formales de educación el tono de agentes de transformación de las relaciones sociales a partir del conocimiento, el intercambio y el trabajo grupal por dentro y por fuera de la escuela.

Cada año que pasaba era un rumbo distinto en los adolescentes; comienzan a manifestarse en las calles, en los sótanos y boliches donde se construyeron así nuevas subculturas no dando lugar a los gobiernos a poder captarlos, de manera que, mientras la represión política intenta poner freno a los deslices de prácticas huelguistas y sindicales que ya no respetan el marco de aceptabilidad en la democracia restrictiva y luego del autoritarismo de finales del 60, los adolescentes son reprimidos en sus nuevas afectividades que cumplen en darse empujando los límites en los rincones más o menos recónditos de la ciudad: besos, caricias, abrazos que emanan de una concepción de sexualidad que ya no se restringe al matrimonio.

Paralelo al explosivo crecimiento de la televisión, la radio a transistores y los medios gráficos, tiene lugar la incorporación de voces y estéticas juveniles en las productoras y empresas que los controlan.

Hace su aparición el "ídolo musical" de masas. De hecho, la politización de los jóvenes es concomitante con el surgimiento del rock nacional, que abandona sus catacumbas y sótanos fundacionales para constituirse en el lugar desde el cual pudieron expresarse, con mayor libertad, las sensibilidades contestatarias o simplemente las pasatistas reprimidas.

Es el marco en el que Sui Géneris y Almendra llenan salas y revistas con letras y ritmos que musicalizan los nuevos territorios juveniles.

Nuevos lenguajes, generacionales, permiten ironizar sobre los espacios institucionales que padres y sociedad pretenden que no se discontinúen: la cultura letrada, la escuela, el libro, el servicio militar...la musicalidad trasunta todas las prácticas, acompañando las mañanas alfabetizadoras en la villa, el reducto en el que se traman estrategias revolucionarias, o los recuerdos del recreo del lunes sobre el "asalto" del sábado.

Lo juvenil ya no es meramente transicional, sobre todo para los medios, que se entrecruzan en este proceso de autorreferenciación para recibir enormes sumas en concepto de publicidad de las compañías discográficas, de vestimenta, gaseosas, productoras de artículos de belleza, laboratorios, vestimenta deportiva, instituciones que encontraron a estos canales de comunicación el vínculo ideal con un sector remiso. Desde el living comedor pueden promover productos culturales y de cualquier tipo, entre el creciente silencio de los padres, por estar demasiado ocupados o por estar desocupados. El mundo del dinero, así, contribuye a consolidar las transformaciones juveniles. Es un tiempo, en que también,

El "joven" adquiere una nueva especificidad como sujeto de los medios de comunicación, los análisis sociales y las ofertas del mercado. El muchacho, el pibe, el chabón, el jetón, el cheto, el descamisado, es socialmente responsable ante nuevas instancias y como tal puede ser sumamente valioso o peligroso. Las opciones, en conflicto, no pueden ser canalizadas por los gobiernos del 60, y muchos menos por la escuela, el instrumento preferido

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