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Creencias sobre el alma y la muerte. Libro la ciudad antigua


Enviado por   •  14 de Mayo de 2020  •  Resúmenes  •  1.580 Palabras (7 Páginas)  •  319 Visitas

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Creencias sobre el alma y la muerte

  1. Antes de que hubiera filósofos se creía en una segunda existencia después de la actual en la que se veía a la muerte no como una disolución del ser sino como un cambio de vida.
  2. Sin embargo, el espíritu inmortal no se animaba en otro cuerpo ni iba al cielo (creencia occidental relativamente cercana). Según griegos e italianos, el alma permanecía cerca del hombre viviendo bajo tierra o asociada con el cuerpo desde el nacimiento hasta la muerte en la tumba.
  3. Así mismo, se encuentra la importancia de los ritos de sepultura que proporcionaban testimonios auténticos: desde el tiempo inmemorial se atestiguaba antiguas y vulgares  creencias en el lenguaje. Como ejemplo de esta inmortalidad no se podía prescindir de enterrar objetos que podían ser de utilidad para el muerto.
  4. Era importante entonces la sepultura: si el alma carecía de de tumba no tenía morada y vivía errantes y condenada sin recibir jamás sus ofrendas mientras se convertía en malvada y acechaba a los humanos. Con el entierro (siempre que se respetaran los ritos tradicionales y se pronunciaran determinadas fórmulas) se adquiría la eterna felicidad quedando realizado así el reposo y dicha del fallecido.
  5. Respecto a lo anterior, era por esto (el temor a que se convirtiera en malvada) por lo que se cerraban y fiaban las tumbas. Es elemental saber que, como había fórmulas para este rito, también las había para devolver las almas y hacerlas salir momentáneamente del sepulcro.
  6. En las ciudades antiguas la ley infligía a los grandes culpables un castigo reputado como terrible: la privación de la sepultura, castigando al alma misma e infringiéndole un suplicio eterno.
  7. También se puede observar en otras culturas la contradicción con el punto 2: se figura una región subterránea pero mayor a una tumba donde se aplicaban castigos y penas según el comportamiento en la existencia.
  8. Parte de la ceremonia de sepultura consistía en rodear a la tumba de guirnaldas de flores y hierbas y alrededor de ellas se depositaban tortas, frutas, sal acompañadas del derramamiento de leche, vino (para hacer un agujero para que los alimentos sólidos llegasen hasta el muerto) o sangre de víctimas. Como prueba de esto,  se pronunciaban ciertas fórmulas sagradas para invitar al muerto a comer y a beber y se tenía como impiedad en un vivo tocar esta pequeña provisión destinada a las necesidades del muerto.

El culto de los muertos

  1. Las conductas mencionadas dieron origen a reglas de conducta y así se convirtió en obligatorio el hecho de llevar alimentos a los muertos en una especie de religión dedicada a ello.
  2. En el pensamiento, cada muerto era un dios porque no era necesario haber sido un hombre respetuoso o virtuoso: en la segunda existencia se conservaban las malas costumbres. Para los griegos eran “dioses subterráneos” y así se consideraban a las tumbas como templos para estas divinidades.
  3. Se menciona a la metempsicosis[1] como algo “superior” o más actual que la antigua creencia antes mencionada y por ello, bajo esta doctrina se mantiene viva e indestructible la religión de las almas de los antepasados obligando al redactor de las Leyes de Manú[2] a contar con ella y mantenerla en el libro sagrado, lo que prueba que prueba que se necesita mucho tiempo para que las creencias humanas se transformen y más para que las prácticas exteriores y leyes se modifiquen.
  4. Así, por ejemplo, en Oriente (antes de creer en la metempsicosis), se profesaba una existencia vaga e indecisa del ser humano, invisible pero inmaterial que reclamaba alimento y bebida.
  5. Antes de concebir y adorar a deidades como Zeus, el hombre adoró a los muertos, tuvo temor de ellos y les dirigió sus preces en lo que parece ser el comienzo del sentimiento religioso respecto a lo visible e invisible, lo transitorio o eterno y lo humano a lo divino.

El fuego sagrado

  1. La casa de un griego o romano poseía un altar que siempre se debía cuidar porque desgraciada la familia donde se extinguía hasta que esta pereciera completamente. Este fuego no se podía alimentar con cualquier madera (la religión aclaraba cual se podía usar) y frente a él nada impuro podía entrar o suceder.

En otras culturas a este fuego sagrado se le conocía como Angi.

  1. Como se menciona anteriormente, se tenían que observar ciertos ritos; el fuego era sagrado, algo divino que se adoraba y rendía verdadero culto. A él se le pedía protección, salud, riqueza, etc. En la felicidad lo llamaban dios de la riqueza y en el infortunio el hombre se volvía en contra de él y lo culpaba.
  2. El fuego es la providencia de la familia en un culto muy sencillo en el que, primeramente, se ponían carbones encendidos, se colocaban a ciertas horas hierbas y maderas secas y se ofrecían sacrificios como aceite, incienso o grasa de víctimas.

Él era quien había cocido los alimentos y por eso se le dedicaban oraciones a comienzo y al final de la comida y así, entre el hombre y el fuego, se establecía una ceremonia santa por la que entraban en mutua comunión.

  1. Esta tradición o sentimiento religioso nace en el Así central en una época remotísima en la que no había ni griegos ni italianos, ni indos y sólo había arios que, en el momento de dividirse por tribus, transportaron ese culto cada grupo forjando sus dioses pero conservando la cuna común de esta.
  2. El fuego conservado en el hogar no es, en el pensamiento de los hombres, el fuego de la naturaleza material. No es el elemento puramente físico que calienta o que arde sino que es aquel de naturaleza pura que se crea con ayuda de ciertos ritos y se conserva con cierta especie de madera. Es, entonces, una especie de ser moral que calienta, brilla y funde metales pero que a su vez tiene un pensamiento, una conciencia, concibe deberes y vela porque estos se realicen de manera correcta.
  3. Más adelante, cuando queda relegado por Brahma o Zeus, se convierte en el orden moral: una especie de alma universal que regulaba los movimientos diversos de los mundos, como el alma humana dicta la regla en nuestros órganos.
  4. Tanto el culto a los muertos como el del fuego sagrado se relacionan: el recuerdo de uno de los muertos sagrados  con poderes sobrehumanos y divinos estaba ligado siempre al hogar.  Estos son de la misma antigüedad y estaban tan íntimamente asociados que se hacía de ellos una sola religión. Así, por ejemplo, era muy común enterrar a los muertos en las casas siendo el hogar doméstico el símbolo del culto a los fallecidos.

La religión doméstica

  1. Esta religión no acreditaba ninguna de las dos condiciones por las que se puede admitir una doctrina religiosa: que se anuncie un dios único y que se dirija a todos los hombres de una manera accesible sin rechazar a ninguna clase o raza. De esta forma, cada dios podía ser adorado por sólo una familia.
  2. Estableciendo una diferencia con el culto de los santos, cada familia sólo podía rendir culto a los muertos que le pertenecían por sangre y por ende, sólo la familia tenía derecho a  asistir a ellas siendo importante recordar que el culto a los fallecidos era realmente el de los antepasados.
  3. Si los sacrificios se realizaban conforme a los ritos y reglas, el antepasado se convertía en un dios protector hostil a los que no descendían de el. Por el contrario, faltar a esto era la impiedad más grave: destruía la felicidad, decaía una serie de muertos y esto se multiplicaba tantas veces como antepasados había en la familia.
  4. El vivo no podía prescindir del muerto ni el muerto del vivo. Así se establecía un lazo poderoso entre todas las generaciones de una misma familia y se formaba un cuerpo enteramente inseparable. Todos los muertos descansaban unos al lado de otros, siempre juntos ya que todos los de la misma sangre debían ser enterrados allí.
  5. El antepasado permanecía entre los suyos: invisible, pero presente siempre, formando parte de la familia,
  6. Es importante destacar que los hombres en ese entonces no poseían la idea de creación. El que engendraba les parecía un ser divino y adoraban a su ascendiente.
  7. Para esta religión doméstica no existían reglas uniformes ni rituales comunes ya que cada familia poseía la más completa independencia sin ningún poder exterior que tuviera derecho de regular el culto o creencia.
  8. Esta religión sólo se podía propagar a través de las generaciones, el padre dándole vida la hijo le daba al mismo tiempo su creencia, culto derecho de alimentar al hogar, de ofrecer la comida fúnebre y de pronunciar las fórmulas de oración. Así, la generación establecía un lazo misterioso entre el hijo que nacía a la vida y todos los dioses de la familia

 


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