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Educación Latinoamerica


Enviado por   •  23 de Enero de 2013  •  2.151 Palabras (9 Páginas)  •  435 Visitas

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“Genie, la niña salvaje”

Comentarios sobre la película.

El verdadero nombre de Genie es Susan M. Wiley, nació el 18 de abril de 1957, su nombre fue cambiado por cuestiones de protección y de privacidad a la menor.

El caso de Genie, una niña feral, es quizá el mejor documentado, medido y sobre todo comentado de entre todos los casos de niños encontrados en estado salvaje, o más conocidos como niños ferales, esto tal vez por el empuje mediático que dio mucho de que hablar en la opinión pública, tanto que el gobierno de Estados Unidos destinó fondos para dar seguimiento al caso de Genie.

Según la Dra. Jeanne Butler, a Susan M. Wiley la nombró Genie (genio en español) en alusión a la idea del espíritu o genio mágico encerrado en una botella, el está en espera de salir. En todo caso, la Dra. Jeanne Butler, al nombrar a Susan de esa forma, trataba de dar a conocer que Susan era una niña que podía transformarse, a base de diversos tratamientos y atenciones, no sin la tutela de científicos provenientes de diversas disciplinas, desde la ciencia médica, la psicología, la sociología. Para mi gusto personal, hubiese preferido nombrarla Buterfly (mariposa), por la alusión a lo kafkiano de la metamorfosis, que se presta más a un cambio gradual, de progresión paulatina, o tal vez Flower (flor) que podría ser al nombre ad hoc para esta niña feral. De cualquier forma, la Dra. Jeanne Butler optó por un nombre más mediático, no la culpo por eso.

Considero que está de más mencionar las condiciones en las que se encontraba Genie, las razones por las cuales ella se vio envuelta en este tipo de circunstancia lamentable, de aislamiento. Lo importante es el resultado de ese ambiente en el que Genie se desenvolvió o más bien en el que creció hasta los trece años. Estas condiciones que dieron como resultado una niña que no podía comunicarse como cualquier niño normal de su edad, quizá por el mismo aislamiento, la falta de contacto humano, el cuarto en el que vivía, quizá hasta la alimentación consistente en papillas para bebé y cereales (alimentos con bajo contenido proteico, no ideales para una niña en desarrollo, de trece años), sólo podía comunicarse con algunos sonidos y unas cuantas palabras, se dedicaba a buscar objetos con los cuales masturbarse sin importarle la presencia de otras personas.

De cualquier forma, el caso de Genie se puede analizar desde diferentes enfoques, desde el psicológico, el médico, el lingüístico, el sociológico, incluso el legal, sin embargo, dado que en curso estamos abordando temas sobre el aprendizaje del lenguaje y la comunicación, considero oportuno abordar brevemente el caso de Genie desde estos enfoques.

La cuestión fundamental era si era posible que Genie pudiese aprender a hablar a esa edad, y qué tanto influye el ambiente en el desarrollo de las habilidades lingüísticas, sobre todo.

Los niños aprenden a construir frases progresivamente, empezando con secuencias de palabras sin orden establecido hasta la formación de oraciones con sintaxis correcta, a través de escuchar a otros, de preguntar y ensayar. Es de destacar que este proceso ocurre sin una instrucción específica, por iniciativa del niño. En el caso de Genie, sin embargo, el proceso había quedado estancado en la primera fase; sólo era capaz de emitir palabras sin un orden lógico, pese a que estaba siendo expresamente educada para ello.

Algunos lingüistas de la época, como Noam Chomsky, consideraban la sintaxis como una función biológica del cerebro, innata más que aprendida de otras personas. Tal vez Genie había perdido la oportunidad de desarrollar dicha área del cerebro en el periodo adecuado (la infancia, hacia los 3 años).

Para aportar algo de luz a esta incógnita, se aplicaron pruebas neurológicas a Genie en las que era posible apreciar la actividad en la corteza cerebral. Habitualmente las personas utilizamos ambos hemisferios del cerebro al llevar a cabo una tarea, aunque más intensamente en un lado u otro según el tipo de procesamiento implicado. Por ejemplo, el hemisferio derecho está especializado en el procesamiento visoespacial entre otros, y el izquierdo en el lenguaje, el análisis y la lógica.

En el caso de Genie se descubrió que el hemisferio izquierdo era casi inactivo, y los resultados en sus pruebas de habilidad eran las propias de una persona con el hemisferio izquierdo extirpado. Se desconoce si esta situación es producto de la falta de estimulación adecuada durante el desarrollo o bien de una deficiencia de nacimiento.

Dejando a un lado la imposibilidad de Genie para desarrollar una sintaxis, la evaluación de los tests referentes a las demás habilidades eran muy satisfactorios. Cuando no era capaz de comunicar algo verbalmente, expresaba sus pensamientos y emociones a base de trazos sobre el papel, de una complejidad y expresividad notables.

También destacaba en tareas lógicas y discriminación de patrones a partir de muestras aparentemente caóticas. Los ejercicios de memoria espacial, como reconstruir estructuras con segmentos de diferentes colores de memoria, daban a Genie una puntuación normal en adultos.

Finalmente queda destacar que el comportamiento de Genie al explorar objetos nuevos era propio de los niños de 18 a 20 meses. Al estudiar un objeto, lo palpaba con los dedos, la boca y áreas adyacentes de la cara. Su vista no había adquirido la predominancia sobre los demás sentidos, como ocurre normalmente.

Se conoce que los niños de apenas cuatro semanas de edad, diferencian unas cuarenta consonantes. Esto se ha comprobado midiendo los cambios de ritmo de la succión y latidos de corazón al escuchar las consonantes, lo que refleja que el cerebro las diferencia de manera involuntaria. Este número es superior al número de consonantes que hayan podido oír en su vida, ya que el inglés (lengua en la que se realizó este experimento) sólo contiene 24 consonantes. El resto de las consonantes serían empleadas por otras lenguas. A los seis años de edad, la habilidad para diferenciar consonantes a las que no han sido expuestos se ha reducido enormemente. Estos datos casan perfectamente con el hecho indiscutible de que tras la pubertad no es posible aprender una segunda lengua de manera natural. La lengua materna es aprendida sin esfuerzo y se domina perfectamente, mientras que una segunda lengua requiere de mucho esfuerzo y no se pronuncia, ni siquiera con décadas de uso, de forma enteramente natural.

Parece que el ser humano viene equipado de manera innata de la capacidad de distinguir un gran número de sonidos específicos para el habla, de los cuales sólo sobreviven y se desarrollan aquellos que son percibidos en el periodo preadolescente. Este periodo, llamado “período crítico”,

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