Ensayo sobre el libro La Franja Amarilla

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En el presente ensayo tenemos una visión amplia respecto al escrito presentado por William Ospina en 1996, donde nos expone su reflexión acerca de la situación colombiana tomando simbología de su bandera; partiendo desde ello el objetivo es plantear varios enfoques donde plasmemos una perspectiva objetiva de la situación, donde se entabla una comparación de Colombia, un antes y un después, que pese a los esfuerzos pareciera ser el mismo en todos los finales propuestos, una lucha de derechos “a medias”, y un pueblo que busca reconsiderar lo que un día creyó que era su voto de libertad y justicia.

El pensamiento colectivo de muchos colombianos ha sido la base de muchos conflictos un tanto ideológicos que conlleva a una historia un tanto desagradable de contar de un país plagado de riquezas que lo único histórico que pareciese preservar ha sido la ineptitud de muchos de sus gobernantes junto con innumerables corrupciones con el mismo objetivo conseguir el dinero y los colombianos sabrán qué hacer es por ello que al principio de este escrito nos relatan la perspectiva de una persona extranjera frente a Colombia, como su visión es diferente y aún no ha sido plagada por incontables justicias que suceden en este país donde lo primero dial es “tener plata” “porque el que tiene plata manda” dirían muchos o bueno dicen por qué aún con el paso del tiempo estos casos siguen sucediendo, siendo para mí como lector increíble ver como después de tantos años de escrito este libro por Ospina pareciera un reflejo de la realidad actual.

Un país que lo tiene todo y al mismo tiempo no tiene nada sabe que ante ganar o perder está nula su decisión, sobre todo la de su pueblo siendo este el que sufre como desgastan sus recursos y solo unos pocos se benefician, caso parecido ocurrido en Francia, solo que allá conllevo a una revolución donde su pueblo exigió sus derechos, en cambio, el

pueblo colombiano es silenciado y masacrado ante cualquier destello de libertad, orden y justicia expresada casi a gritos, gritos sin voces que pocos escuchan y otros que le hacen caso omiso a todo lo que este conlleva, el sufrimiento de unos es la dicha de otros, tal fue como cuando Colombia quería dar un paso a creer que su país estaba en sus manos cambiando de raíz sus dirigentes, una nueva esperanza como lo era Jorge Eliecer Gaitán, qué producto de disputas de poder pudo apagar la vela esperanzadora de los ciudadanos, donde lo único que deseaban era un país digno de vivir, donde pudieran respirar sin violencia, con tratos justos y sobre todo igualdad en todos sus aspectos, un cambio que nunca sucedió, pero quedó plasmado en la historia, una historia que en los últimos 50 años no ha sido más que violencia y disputas de poder, como lo fue uno de los más terribles en la crónica historia colombiana, donde cada suceso era peor que el anterior, estos pactos y reformas constitucionales hechas por los partidos, conservador y liberal, con el fin de revocar al presidente actual (Gustavo Rojas Pinilla) y devolverle un “orden” al país, donde más tarde terminaría en disputas políticas mostrando el individualismo que existía por parte de estos partidos políticos.

A partir de aquellos sucesos, es increíble evidenciar como aún siguen vigentes estas oleadas de violencia que van en contra de la ciudadanía que ya cansada de todo esto decidió terriblemente “normalizar” todos estos acontecimientos y hacerlos sentir como propios, donde el rojo de su bandera paso de ser la sangre de los “héroes caídos, de aquel corazón con pasión que nos impulsa” a ser la sangre de su propio pueblo caído por la ambición y avaricia de los más poderosos, este representa el cruel relato de muchas personas más que con etiquetas sociales de colombianos que sufrieron y vieron de frente lo más impuro, grotesco y sobre todo salvaje de otras personas que como ellos cumplían solo “órdenes” donde el objetivo más evidente era matar sin importar a quien, cuando ni como, dejando a muchos

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