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Guillermo Schavelzon - El Nuevo Rol Del Editor, Y El Futuro Del Libro Y La Industria Editorial


Enviado por   •  11 de Octubre de 2013  •  4.835 Palabras (20 Páginas)  •  623 Visitas

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http://www.revistasculturales.com/xrevistas/PDF/127/1671.pdf

El nuevo rol del editor, y el futuro del libro y la industria editorial

Guillermo Schavelzon

Agente literario en Barcelona

La lectura de un post titulado «El ascenso de los Agentes Literarios» (1), que habla del nuevo rol de los editores atribuyéndoselo al «Paradigma Digital», me sirvió de disparador para la siguiente reflexión. No es correcto decir que el cambio del rol tradicional del editor es consecuencia del Paradigma Digital, menos aun cuando asistimos a la primera crisis del libro electrónico, «a una desaceleración bastante repentina» (Mike Shatzkin) (2).

(1). http://ecosdesumer.wordpress.com

(2).Mike Shatzkin: todas las citas están tomadas del artículo «A qué estar atentos en 2013», publicado en la revista Texturas 20, y de su blog http://www.idealog.com

El cambio comienza con el proceso de concentración iniciado hace más de veinte años, que convirtió a la edición en una línea de negocio más dentro de grandes corporaciones multinacionales, muchas de ellas dedicadas a la comunicación (Bertelsmann, Random House, Planeta, Pearson, Reed Elsevier, PRISA, La Martinière, Holtzbrinck), cuando no a actividades tan disímiles como la fabricación de misiles y aviones, la banca, la producción de automóviles o la construcción (Hachette, Vivendi, Mondadori, Macgraw Hill, RCS y otras).

Estos grupos tienen propietarios o accionistas -a veces anónimos grupos de inversión-, cuyo único objetivo es obtener beneficios, algo especialmente bien visto en esta época, y que en la práctica cotidiana de las organizaciones se traslada de arriba hacia abajo en todos los niveles de acción. El dinero se invierte para ganar más.

Esta obviedad en el mundo del capital fue llegando como un baño de agua fría al singular y quizás algo anticuado mundo de la edición de libros, que en una etapa preindustrial que duró hasta muy avanzado el siglo XX tenía un ideal: ganar dinero desarrollando una función educativa, política o cultural.

Esta posición provenía de una concepción por la cual la comunicación y la cultura eran herramientas de transformación social, ya sea para elevar el nivel de los ciudadanos o para aplacarlos. Los políticos siempre supieron «que el lectorado constituye una parte determinante del electorado» (Thierry Discepolo)(3).

(3). Thierry Discepolo, La traición de los editores, Trama editorial, Madrid, 2013.

En esa línea, durante los años 70 en España muchos bancos adquirieron o «entraron en el accionariado» de prestigiosas editoriales aunque éstas perdieran dinero (Taurus, o Espasa Calpe que llegó a ser 100% del Banco Bilbao, y varias más). Bancos o empresas que, teniendo el poder del dinero, ambicionaban el prestigio del mundo editorial, sin duda para acumular más poder y ganar más dinero aún.

Todavía hay empresarios que mantienen esta idea, y valoran una capacidad de influencia que consideran determinante para sus negocios. Solo así se puede explicar que el mexicano Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo, adquiera cada año otro porcentaje de The New York Times, aunque el prestigioso diario siga perdiendo dinero. «Slim es un inversor a largo plazo declarado» (El País Negocios, «El dilema de Slim», 28 de julio de 2013), a diferencia del actual accionista mayoritario de PRISA, el Liberty Acquisition Holdings, un fondo de inversión que compra para vender en cuanto haya logrado subir el valor. «La mayor SPAC (Special-Purpose Acquisition Company) que existe en la actualidad... busca inversiones con retornos a medio plazo -de entre tres y cinco años- en las que no pretende participar de modo activo en su gestión» («¿Quién es Liberty, el nuevo accionista mayoritario de PRISA?», Invertia.com, 9 de marzo de 2010).

La reciente adquisición del diario Washington Post por Jeff Bezos, el dueño de Amazon, anunciada a principios de agosto, podría incluirse en esta misma línea de acción. Bezos compró el diario por 250 millones de dólares, lo que para él representa menos del 1%de su patrimonio. «... No compró el Washington Post, se compró Washington» (Revista Ñ, 10 de agosto de 2013). Poco antes, cerraba un contrato de 600 millones de dólares para proporcionar servicios de nube a la CIA (Emily Bell, El País).

Otro banquero, Edouard de Rothschild, invirtió millones de euros en Liberation, diario de circulación clandestina cuando lo fundó Jean Paul Sartre, hoy el más izquierdista de Francia. Monsieur Rothschild también es destacado accionista de Le Monde, símbolo del progresismo europeo.

Existe un glamour en el mundo de la edición, que lo hace tan atractivo para otros sectores. Es este atractivo lo que hace que la posición que ocupa el editor sea ejemplar en muchos sentidos:

«Los hombres y las mujeres honorables que gestionan los sellos editoriales no son vulgares gestores de costes y beneficios. También deben ser capaces de mantener viva la creencia, en un frágil ecosistema de periodistas literarios, de libreros competentes, de bibliotecarios abnegados y de lectores, que los libros que editan tienen realmente algo que ver con el libro» (Discépolo).

Quizás podríamos pensar que este modelo que comienza con el periodismo, pueda aplicarse en el futuro a la edición de libros. «Grandes fundaciones como la Ford y la Gates han empezado a subvencionar el periodismo, no porque sientan lástima de él, sino porque creen que sigue aportando un beneficio a la sociedad que no es fácil repetir en otros lugares» (Emily Bell, El País, 7 de agosto de 2013).

«Un pasado dorado, un presente insostenible, un futuro desconocido» (Emily Bell)

De repente todas esas buenas intenciones del siglo XX parecieran haberse acabado, por lo menos para los grandes grupos, que representan el 80% de la producción de libros en todo el mundo y quizás más del 90% de la cifra de negocios. Los grandes grupos marcan las tendencias del negocio: oferta, distribución y consumo, es decir lo que se podrá leer.

La lógica del crecimiento por adquisiciones, vía para la concentración y el crecimiento de finales del siglo XX, no ha cambiado y sigue en su esplendor. Las grandes editoriales no parecen encontrar otra forma de crecer que no sea adquirir catálogos completos para sumar la facturación de dos, con los gastos de una. Lo que se dice en estos casos, el comunicado de prensa habitual anunciando una fusión en la que nada va a cambiar, es

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