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La Catedral Del Mar


Enviado por   •  22 de Abril de 2014  •  2.277 Palabras (10 Páginas)  •  301 Visitas

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LA CATEDRAL DEL MAR (Ildefonso Falcones)

—Esto no es una catedral —La catedral la pagan los nobles y la ciudad. Se empezó a construir, pues, por y para el pueblo.

El barrio de la Ribera de Mar de Barcelona, donde se estaba construyendo la iglesia en honor de la Virgen María, había crecido como un suburbio de la Barcelona carolíngia, cercada y fortificada por las antiguas murallas romanas. En sus inicios fue un simple barrio de pescadores, descargadores de barcos y todo tipo de gente humilde. Ya entonces existía allí una pequeña iglesia, llamada Santa María de las Arenas.

A la derecha de la plaza de Santa María se encontraba un pequeño cementerio, el fossar Mayor, y a su izquierda, la iglesia que se alzaba fuerte y resistente; seria, adusta, chata, sin ventanales y con unos muros de un grosor excepcional. Alrededor del templo habían limpiado y allanado el terreno. A su alrededor un sinfín de estacas clavadas en el suelo y unidas por cuerdas, formando figuras geométricas.

Circundando el ábside de la iglesia pequeña, se alzaban diez esbeltas columnas de dieciséis metros de altura, cuya piedra blanca resaltaba; ocho en semicírculo y dos más apartadas.

Los andamios, de madera, apoyados en la parte posterior de la iglesia subían y subían muy por encima de las columnas.

La primera piedra del edificio que se colocó en el lugar exacto donde iría el altar mayor y en la que, tan sólo se esculpió el escudo de la parroquia en señal de que la fábrica, con todos sus derechos, pertenecía única y exclusivamente a los parroquianos que la habían construido.

Arnau comparó las altas y esbeltas columnas que se alzaban por fuera con las del interior de la iglesia: bajas, cuadradas y gruesas. La luz penetraba por unas ventanas estrechas, alargadas y hundidas en los anchos muros de la construcción. Colgando del techo, en las paredes, en todas partes, había barcos: algunos laboriosamente trabajados, otros más toscos.

Había una pequeña y sencilla figura de mujer esculpida en piedra, con un niño sobre su hombro derecho y un barco de madera a sus pies. Reclinatorios de seda roja frente al altar mayor.

La cofradía de los bastaixos se ha comprometido a transportar gratuitamente la piedra sobre sus espaldas desde la cantera real, hasta pie de obra.

Tras las diez columnas se habían empezado a construir los contrafuertes y los muros que formarían el ábside.

Desde el final de cada una de las columnas saldrán seis arcos y el más importante de todos será aquel sobre el que descansará el ábside de la nueva iglesia.

En lo más alto, va colocada una gran piedra que se llama piedra de clave. Primero tenemos que izar esa piedra hasta lo más alto de los andamios.

El techo de la iglesia que había ahora irá desapareciendo a medida que se construya la nueva estructura.

Esa Virgen ya no estará encerrada entre muros gordos y bajos, sino entre altos y delgados, esbeltos, con columnas y ábsides.

Entre los contrafuertes, se construirá la primera capilla, la del Santísimo situada en el deambulatorio, por detrás del nuevo altar mayor de Santa María, en la que provisionalmente y junto al cuerpo de Cristo y al sepulcro que contiene los restos de santa Eulàlia, se guardará a la Virgen para que no sufra ningún desperfecto.

Los trabajadores tenían que izar más de seis mil kilos a una altura de treinta metros tirando de maromas. Hay tres maromas que pasan por las poleas, suben hasta arriba y vuelven a bajar hasta el suelo.

En lo alto del andamio se han montado varios polipastos que nos servirán para izar la clave. Las trócolas, de arriba como las que están atando a la clave, están compuestas por tres órdenes de poleas compuestos a su vez por tres poleas cada uno.

Los maestros albañiles empezaron a dividir a la gente en tres grupos (Santa María, Santa Clara y Santa Eulália). Cada grupo contaba con un maestro albañil que los organizó en fila. Las maromas ya estaban preparadas y los hombres las agarraron.

Los hombres clavaron los talones en la tierra, empezaron a tirar, y sus brazos, sus espaldas y sus rostros se tensaron. Arnau y Joanet fijaron la mirada en la gran piedra

Cuando la clave alcanzó la altura del primer andamio, Berenguer ordenó que las filas dejasen de tirar y aguantasen la piedra en el aire.

Los albañiles cambiaron las maromas hasta el siguiente polipasto y los hombres volvieron a tirar de las cuerdas. El siguiente andamio y el siguiente; los seis mil kilos de piedra se alzaban hasta el lugar en el que confluirían las nervaduras de los arcos.

Durante días trianguló con cuerdas y estacas entre las diez columnas, echó plomadas desde el andamio y tensó cuerdas y más cuerdas desde las estacas del suelo hasta arriba del andamio. Si la clave no ocupaba el lugar exacto, no aguantaría los esfuerzos de los arcos y el ábside podía venirse abajo.

Berenguer de Montagut se había acuclillado para comprobar la situación de la clave. Rodeó la piedra, de dos metros de diámetro, se irguió y saludó a los de abajo alzando los brazos.

Una fuente del Àngel, junto a los Encantes, la única que había en el camino de los bastaixos. La siguiente fuente estaba ya en Santa María.

Empezaban a nacer los nervios de los arcos; los albañiles construyeron unas cerchas sobre las que engarzaban una piedra tras otra y que se alzaban en curva, hacia la clave.

Por detrás de las columnas, rodeando las ocho primeras, ya se habían erigido los muros del deambulatorio, con los contrafuertes hacia dentro, metidos en el interior de la iglesia.

A la vez que se empezaban a construir las nueve bóvedas apoyadas en las nervaduras que partían de las columnas, se empezó a derruir la vieja iglesia cuidadosamente para poder usar sus piedras.

Por encima del ábside, se construirá la cubierta, con todas las vasijas de cerámica defectuosas de la ciudad. Primero se colocarán unos sillares y sobre ellos todas las vasijas, una al lado de la otra, en filas. Y sobre ellas, la cubierta de la iglesia.

El portalón abocinado de la pequeña construcción románica.

La antigua iglesia se asemejaba a una pequeña caja rodeada por la magnificencia de otra más grande.

La capilla del Santísimo cerrada por unas altas y fuertes rejas de hierro con cirios que la iluminaban.

Faltaban aun treinta y tres capillas que se construirían en Santa

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