La Convulsión Social a partir del 5 de julio de 1811 hasta la Federación, como Etapa Intermedia de Transformación Social y Política
RosalbeniTutorial16 de Julio de 2013
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LOS EFECTOS TRASCENDENTALES DEL 5 DE JULIO DE 1811
José Francisco Iribarren.
Introducción.
A doscientos años del inicio de la emancipación de Venezuela, creemos oportuno llevar a cabo un análisis estructural y coyuntural del proceso desde la perspectiva histórica que nos concede el tiempo. Dicho análisis no puede ser simplemente preciso e inmediatista, por decirlo de alguna manera, de lo que significó el 5 de julio de 1811 y los sucesos que le precedieron el 19 de Abril de 1810 y los que le sucedieron como eventos políticos en los años siguientes. Ello obedece al carácter coyuntural de este importante episodio, enmarcado en una trama escalonada de acontecimientos fraguados durante tres siglos de formación colectiva, donde se amalgamaron diversas culturas y razas, para dar como resultado una estructura social específica que desembocó de manera activa y decidida en el siglo XIX.
Los hechos se conocen. Los elementos sociales que conformaron a la Venezuela colonial han sido rigurosamente descritos por muchos autores. Lo que pretendemos ahora es darle una interpretación historiográfica a la sociedad que resultó de tres siglos de conjuntar elementos humanos disímiles, como entidad demográfica que tomó decisiones vitales en la inesperada coyuntura de la ocupación napoleónica de la metrópoli, como fue la declaratoria de independencia, para luego transformarse con su propia dinámica, con su propio acontecer dialéctico, en lo que genéticamente, dentro de las determinantes sociales, se expresó no sólo en la Venezuela republicana, sino más bien en la Venezuela llana, pues el país que arribó al 19 de abril de 1810 y al 5 de Julio de 1811, no fue el mismo que salió, en su estructura social de poder, de la Guerra Federal en 1863.
El enfoque debe ser, luego, a la luz de los factores remotos y estructurales que marcaron o, más bien, incidieron sobre tan solemne fecha del 5 de Julio, y los que, a partir de allí, culminaron a manera de un solo período histórico, de una fase intermedia del acontecer de un pueblo, en el referido año de 1863. Con tal visión intentamos, al menos, entender en lo posible la realidad social y su inevitable expresión política que emergió profundamente cambiada en sus cimientos a partir de aquel trascendente hito o episodio de cuyas consecuencias sus protagonistas jamás sospecharon. Esa es la realidad republicana que, con todos sus altibajos, aún nos abraza hoy día, que nos ha distinguido en buena parte, no sólo del resto de los países latinoamericanos, sino de muchas otras naciones extracontinentales, y que tiene su punto de partida coyuntural en aquella fecha, y sus raíces profundas en la estructura social de la antigua provincia española.
La trascendencia de ese 5 de Julio, expresada más tarde en hechos de armas definitivos, también deben ser examinados de forma sucinta en sus justos términos, no para explicar el mero surgimiento de la República y las implicancias de su convulsión interna, de suyo esencial para los venezolanos, como para cualquier ciudadano en iguales circunstancias, sino para comprender en una jerarquización de hechos continentales y acaso mundiales, el significado de una acción histórica que, a no dudarlo, alteró substancialmente la suerte de un imperio en el marco de las complicadas relaciones internacionales de la época.
I.- La Convulsión Social a partir del 5 de julio de 1811 hasta la Federación, como Etapa Intermedia de Transformación Social y Política.
Las fuerzas sociales que se estructuraron a manera de sectores antagónicos en la provincia de Venezuela a lo largo del período colonial, más que en ninguna otra provincia española, causaron una eclosión de relevancia imprevista desde el ángulo social, económico, político y militar, durante el primer cuarto del siglo XIX, no sólo dentro de las fronteras de la entonces Capitanía General organizada en lo que se denominó Tierra Firme, sino fuera de ellas. A nuestro criterio, hasta la fecha, no ha sido mensurado en sus justos términos el hecho histórico acaecido entonces que nos permita conocer sus efectos trascendentales en el tiempo y en el espacio. Tan sólo conocemos una parte atinente, por supuesto, a la mera independencia del país con respecto a la metrópoli, no así los efectos colaterales generados para la caída de ésta como uno de los centros más importantes en el juego político y militar de la época, a los cuales nos referiremos en la última parte de este ensayo, ni tampoco las consecuencias que dieron como resultado la transformación de la sociedad clasista venezolana, dicho en forma directa, en la sociedad llana con todos sus virtudes y defectos, asaz trágicos, que alcanza hasta nuestros días. Obedeció aquello, sin duda, y valga mencionarlo a título de referencia, a determinantes telúricas y humanas, geopolíticas, para expresarlo en una noción contemporánea, traducidas en un formidable mestizaje y en la psicología colectiva e individual de un sujeto recio y de muy escaso nivel de desarrollo civil, forjado en las llanuras venezolanas, cuyos hábitos y patrones conductuales provenían, en primer término, de un aborigen con características distinta a las del resto del continente, debido a su milenaria calidad guerrera, vencida en la Conquista, pero no desaparecida, sino más bien oculta en la densa mezcla racial, y, en segundo término, a la espontánea selección, durante los tres siglos iniciales, de un español corajudo, conquistador y colonizador de esta parte del continente, acaso una de las más primitivas, agrestes, recias y hostiles que hayan conseguido los primeros pobladores en el Nuevo Mundo, a la que luego se agregó la veta africana con mayor o menor intensidad, según se acercara a la costa.
Como quiera que haya sido, la conformación de los distintos elementos de una estructura social profundamente antagónica que arribó al siglo XIX, se expresó en la necesidad de imponer un estado de cosas diferente para una amplia clase blanca que detentaba un poder social relativamente maduro, si la comparamos con otras provincias de mayor entidad en todos los aspectos de buena parte del Continente. Sin embargo, quizás por su liviandad social y por su incesante y soterrado comercio con mercados distintos al español, la venezolana tenía como referencias en mayor grado las luces de la Revolución Francesa y las de la Norteamericana que, a la postre, incrustadas en la coyuntura histórica que atravesaba España con la invasión napoleónica, se tradujeron en un rechazo tajante a la incómoda injerencia de la Corona en sus asuntos internos, cuya efervescencia alcanzó de súbito a los últimos decenios del período que se ha denominado como de la Colonia.
Durante los veinticinco años de convulsión política y militar que envolvió a dos generaciones venezolanas a comienzos del siglo XIX, se desprendieron dos hechos trascendentales para el cuerpo social del país, que no sólo cambiaron su estructura, sino que determinaron, marcaron o codificaron el destino y la suerte de Venezuela en su devenir histórico hasta nuestros días, a saber: en primer término, la cruenta disminución estadística del pueblo venezolano con las intensas acciones bélicas, signadas por el exterminio sistemático, de incalculables consecuencias, de su estamento social más significativo, producto de los antagonismos existentes en el seno de la sociedad, explotados por una estrategia de lucha imperial equivocada, la cual constituyó el primer capítulo –Guerra de Independencia- de un mismo hecho histórico, sociopolítico en su más amplia acepción, que abarca, a nuestro criterio, desde 1810 hasta 1863, cuando concluye con el Tratado de Coche el siguiente y último capítulo –la Guerra Federal-. Y, en segundo término, el desarrollo de la doctrina de libertad republicana que abrió un nuevo horizonte para los pueblos emergentes de aquella época. Veamos el primero de los hechos.
I
Pese a que, desde finales del siglo XVIII, los más radicales blancos criollos y pardos impulsaron el proceso de independencia, que tuvo como efecto, en los años finales de aquella centuria, ejecuciones públicas, como las de José María España y José Leonardo Chirinos, y acciones de armas dispersas, la guerra vino a tomar otro cariz desde el momento en el cual los representantes de la metrópoli, al menos con la anuencia o largueza de ésta, decidieron explotar la realidad social de Venezuela .
Luego de las fracasadas expediciones mirandinas durante el primer decenio del siglo XIX, comenzó la exacerbación de las diferencias sociales que hicieron eclosión, luego de 1811, para desembocar en los años terribles de la Guerra a Muerte, regularizada, como se sabe, por Decreto patriota dictado en junio de 1813.
La característica esencial de aquella guerra hasta 1815, no fue otra que la de extinguir al segmento de origen europeo o blanco criollo, considerado como el motor fundamental del proceso de independencia, establecido dicho segmento a todo lo largo de la zona norte-costera del país, que se extiende desde las provincias andinas y de Maracaibo, hasta las de oriente en Margarita y Cumaná. La mano del mestizo de la densa población llanera, fue enérgicamente conducida al genocidio de la población blanca que consiguiera a su paso, desde el corazón de la pampa guariqueña, en la ciudad de Calabozo, donde tuvo su asiento inicial el caudillo de aquella trágica empresa, José Tomás Boves, hasta Valencia, pasando por las poblaciones intermedias, para luego arrasar de muerte y desolación a todos los valles centrales
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