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La Modernidad Liquida de Zygmunt Bauman

Verónica ChávezResumen25 de Noviembre de 2015

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La Modernidad Liquida de Zygmunt Bauman

Prólogo

Acerca de lo leve y lo líquido

La “fluidez” es la cualidad de los líquidos y los gases, según la autoridad de la Enciclopaedia Britannica, lo que lo distingue de los sólidos es que “en descanso, no pueden sostener una fuerza tangencial o cortante” y, por lo tanto, “sufren un continuo cambio de forma cuando se los somete a esa tensión”.  Esta definición justifica que consideremos que la fluidez o la liquidez son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual de la historia de la modernidad.

La modernidad empieza cuando el espacio y el tiempo se separan de la práctica vital y entre sí, y pueden ser teorizados como categorías de estrategia y acción mutuamente independientes, cuando dejan de ser aspectos entrelazados y apenas discernibles de la experiencia viva, unidos por una relación de correspondencia estable y aparentemente invulnerable.

En la modernidad el tiempo tiene historia, gracias a su capacidad de contención que se amplía permanentemente. El tiempo adquiere historia cuando la velocidad de movimiento a través del espacio se convierte en una cuestión de ingenio, imaginación y recursos humanos.

Este libro está dedicado a  resolver la cuestión ¿Es factible que viejos conceptos, que solían enmarcar el encuadre de la política de vida, resurjan?, si no lo es ¿Cómo disponer para ellos un funeral y sepultura decentes? Para ello se eligió examinar cinco conceptos básicos en torno  de los cuales ha girado la narrativa ortodoxa de la condición humana: emancipación, individualidad,  tiempo/espacio, trabajo y comunidad.

  1. Emancipación.

Hacia fines de las tres décadas que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, Herbert Marcuse protestaba: “En cuanto al presente y nuestra propia situación, creo que nos enfrentamos a un nuevo momento de la historia, porque hoy debemos liberarnos de una sociedad relativamente funcional, rica y poderosa.” Para Marcuse, que debamos y tengamos que emanciparnos, no representaba un problema. Lo que era un problema es que esa liberación carecía de un “sustento de las masas”.

Liberarse significa literalmente deshacerse de las ataduras que impiden o constriñen el movimiento, comenzar a sentirse libre de actuar y moverse. Sentirse libre implica alcanzar un equilibrio entre los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar.

Las bendiciones a medias de la libertad.

La liberación, ¿es una bendición o una maldición? En la edad moderna surgieron dos grandes respuestas. La primera dudaba que la “gente común” estuviera preparada para la libertad. Como lo expreso el escritor estadounidense Herbert Sebastian Agar: “la verdad que hace libre a los hombres es en gran parte la verdad que los hombres no prefieren escuchar”. La segunda  clase de respuestas se inclinaba por aceptar que los hombres dudaban de los beneficios que las libertades disponibles podían redituarles, es decir la libertad no tiene garantía alguna de felicidad.

Los azares y los cambios de fortuna de la crítica

En la actualidad, como dice Anthony Gidens, todos estamos comprometidos en la “política de vida”; somos seres reflexivos  que observan con atención cada movimiento  que hacen, que rara vez están satisfechos con sus resultados y que siempre están deseosos de rectificarlos. Sin embargo, la libertad sin precedentes que nuestra sociedad ofrece a sus miembros ha llegado acompañada de una impotencia sin precedentes.

La sociedad contemporánea (la “sociedad de la modernidad liquida”) ha encontrado el modo de acomodar el pensamiento y la acción críticos permaneciendo a la vez inmune de ese acomodamiento, emergiendo así intacta e incólume de las pruebas y los exámenes a los que la somete esa política de puertas abiertas.

Hay dos características que hacen que nuestra forma de modernidad sea diferente: La primera es el gradual colapso y la lenta decadencia de la ilusión humana moderna temprana y el segundo cambio fundamental  es la desregulación y la privatización de las tareas y responsabilidades de la modernización.

El individuo en guerra con el ciudadano

La sociedad moderna existe por su incesante acción “individualizadora”, así como la acción de los individuos consiste en reformar y renegociar diariamente la red de lazos mutuos que llamamos “sociedad”.

La individualización consiste en transformar la identidad humana de algo dado en una tarea, y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de las consecuencias de su desempeño. En la modernidad la individualización es un destino, no una elección.

Mientras que, el ciudadano es una persona  inclinada a procurar su propio bienestar a través del bienestar de su ciudad, el individuo tiende a la pasividad, el escepticismo y la desconfianza. Las preocupaciones de los individuos ponen en riesgo la idea de la ciudadanía y la política basada en ese principio, por ello el individuo es el enemigo número uno del ciudadano.

El dilema de la teoría critica en una sociedad de individuos

El dilema al que se enfrenta actualmente la tarea de la teoría crítica y la crítica social, es que ambas se consumen tratando de volver a unir aquello que se ha separado, la combinación de la individualización formal y el divorcio entre el poder y la política.

La teoría critica revisitada

La modernidad pesada fue una época en la que se daba forma a la realidad a la manera de la arquitectura, para que la realidad se ajustara a los dictámenes de la razón, debía ser construida bajo estrictas normas de control de calidad y de acuerdo con estrictas reglas de procedimiento, pero sobre todo diseñada antes de dar comienzo a los trabajos de construcción. La cuestión de la relación con el Estado, cooperativa o antagónica, representaba su dilema fundacional: un verdadero asunto de vida o muerte.

La crítica de la política de la vida

El trabajo del pensamiento crítico es sacar a la luz los muchos obstáculos que entorpecen el camino hacia la emancipación. En la actualidad los principales obstáculos que deben ser examinados se relacionan con las crecientes dificultades que hay para traducir los problemas privados a problemáticas públicas. En la modernidad liquida la búsqueda de una vida alternativa en común debe partir del análisis y la búsqueda de alternativas a la política de la vida.

  1. Individualidad

Aldous Huxley y George Orwell, representaron dos mundos opuestos en sus obras Un mundo feliz y 1984, respectivamente. Y sin embargo compartían el presagio de un mundo estrechamente controlado, en el que la libertad individual estaba hecha añicos y ofendía gravemente a la gente entrenada para obedecer órdenes y seguir rutinas prefijadas; un mundo dividido entre manipuladores y manipulados, planificadores y cumplidores de planes, un mundo en que cualquier otra alternativa resulta inimaginable.

El capitalismo: pesado y liviano

En su etapa pesada el capital estaba tan fijado a un lugar como los trabajadores que contrataba. En la actualidad el capital viaja liviano, puede hacer escala en cualquier parte y en ninguna se demora más tiempo del necesario. El trabajo, por otro lado, sigue tan inmovilizado como en el pasado, pero el lugar al que estaba fijado ha perdido su solidez.   Algunos de los  residentes del mundo no cesan de moverse; para el resto, es el mundo el que no se queda quieto.

“Tengo auto, puedo viajar”

Vivir en un mundo lleno de oportunidades es una experiencia estimulante, En un mundo lleno de posibilidades, el desafío más exigente e irritante que se debe enfrentar es la necesidad de establecer prioridades. La desdicha de los consumidores deriva del exceso, no de la escasez de opciones.

“¡Basta de hablar, muéstremelo!”

El capitalismo pesado, era un mundo de autoridades: líderes que sabían que era lo mejor y maestros que enseñaban a seguir adelante. El capitalismo liviano, permitió que existieran numerosas autoridades que tendían a cancelarse entre sí, las autoridades ya no mandan si no que intentan congraciarse  con los electores por medio de la tentación y la seducción.

El líder era un subproducto, un suplemento necesario, del mundo que aspiraba a la “buena sociedad”  o a una “sociedad justa y correcta”. El “mundo liquido moderno” no hace nada de eso, como dijo Margaret Thatcher “no existe la sociedad”.

La compulsión convertida en adicción

La historia del consumismo es la historia de la ruptura y el descarte de los sucesivos obstáculos “solidos” que limitan el libre curso de la fantasía y reducen “el principio del placer” al tamaño impuesto por el “principio de la realidad”. La “necesidad” fue descartada y reemplazada por el deseo, que era mucho más “fluido”. Ahora el deseo  fue reemplazado por el anhelo, el cual completa la liberación del principio del placer, eliminando y desechando los últimos residuos de los impedimentos del “principio de la realidad”.

Cuerpo del consumidor

La sociedad posmoderna considera primordialmente a sus miembros primordialmente en calidad de consumidores, no de productores. La vida organizada en torno al rol de consumidor tiende a estar regulada normativamente. La sociedad de consumidores blande ante sus miembros el ideal de estar en forma a diferencia de la sociedad de productores que establece que la salud es el estándar que todos sus miembros deben cumplir.

Estar en forma, es un estado que, por su naturaleza, no puede ser definido ni circunscripto con precisión. Se podría decir que si la salud significa “apegarse a la norma”, estar en forma se refiere a la capacidad de romper todas las normas y dejar atrás cualquier estándar previamente alcanzado.

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