Matute remus (movimiento de edificio telefonos de mexico)
Miguel Correa RInforme17 de Septiembre de 2015
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Matute remus
Vida de matute remus
El ingeniero Jorge Matute Remus nació en Guadalajara el 17 de febrero de 1912. Su madre fue la señora María Concepción, Remus y su padre, Don Juan Matute Gil, fue un hombre caballeroso y afable, siempre a atender a quien le solicitaba ayuda. Contador de profesión, se de- dicó también a diversas operaciones mercan- tiles. De la escuela, Don Jorge recuerda que el primer año de primaria lo cursó en la población de Chapala donde vivió con sus padres y con sus hermanos Juan, Álvaro, Pedro y Ana Rosa, pero al año siguiente, al regresar a Guadalajara, lo matricularon de nuevo en primero. Estudió en el Colegio Zavala del segundo al quinto año de primaria. La institución tenía fama de ser excelente pues el profesor Atilano Zavala, una persona comprensiva y muy humana, dirigía la escuela con estricta disciplina. No permitía, por motivo alguno, que se llegara a ningún punto de inobservancia. Don Jorge Matute fue amigo del profesor Zavala hasta que éste murió a finales de los años sesenta.
A pesar de que le fue bien en ese colegio y de que ahí tenía buenos amigos. como Alfonso Rivas, Jaime Robles Martín del Campo, Guillermo Romo Celis y José Castellanos, se cambió de escuela para estar con su hermano Juan. Cuenta Don Jorge: "Yo tenía un gran afecto por Juan, mi hermano mayor, y por lo mismo era muy dado a seguirlo. Cuando terminé el quinto año de primaria mi hermano Juan pasó al Colegio Internacional a iniciar sus estudios de preparatoria, que eran de cuatro años, pues en esa época todavía no existía la instrucción secundaria. Desde luego yo quería estar en la misma escuela que él. Mi padre accedió con gusto, de manera que en septiembre de 1924 ya estaba yo inscrito en el Colegio Internacional para cursar el sexto año de primaria" Así "iniciaría yo la más grata estancia, como alumno, en un centro educativo Eso no lo digo por la presencia de mi hermano Juan, de ninguna manera, ciono por la agradable y permanente disciplina que se percibía en todo ese ambiente Sus profesores, además de ser muy capaces y severos, tenían hacia los alumnos un trato invariablemente amable y educado. La conducta de los alumnos, que no éramos muy numerosos, era igualmente atenta y disciplinada. Supongo que nos sentimos muy bien con ese trato, pues sabían inculcarnos el interés por el estudio" Gran parte de mi formación como alumno y como persona se la debo a varios profesores del Colegio Internacional, pues las pláticas que teníamos, en general fuera de clases, las encausaban a temas como la valorización de la ética, la honestidad, la verdad, en fin, hacia toda una formación de su alumnado Por supuesto que nuestra educación como personas se inició en nuestros propios hogares paternos, en donde nos inculcaban cotidianamente estos mismos valores, pero todo esto debe ser apoyado en nuestros subsecuentes medios, como es la escuela en sus diversos grados, y es lo que hacían de la mejor manera'
"Me acuerdo muy bien del director, un profesor americano de nombre Neff Clarence. También de otro americano apellidado Lorbeer, que daba clases de inglés en todos los grados, pero lo que nos parecía más notable es que también impartia las prácticas de todo deporte que se jugaba en el colegio Recuerdo muy bien a los profesores Diego Huízar, Enrique Cel Jesús G Pérez, que nos daba clase de gramática, retórica y moral; Abel Camacho que nos daba la clase de historia; al licenciado Ignacio Jacobo que nos daba las clases de y lógica, derecho usual economía política A todos los recuerdo con afecto”
Había también otra cuestión muy agradable, pues además de que se atendía muy bien la impartición de clases se le daba gran importancia a las prácticas deportivas. Tenían una pequeña pista para los deportes atléticos, como carrera saltos de altura, salto con garrocha, etc. Contábamos, además, con un gimnasio cubierto en el que había algunos aparatos para gimnasia y una cancha para jugar basket-ball. A este deporte me aficioné mucho desde la escuela primaria y lo seguí practicando por muchos años, inclusive cuandoestuve en la Facultad de Ingeniería" Respecto de mis compañeros recuerdo, desde luego, a Rigoberto Pérez de quien fui muy amigo. Era muy buen estudiante y excelente deportista, llegó a ser campeón nacional de salto con garrocha. También recuerdo a Francisco Javier Flores, Manuel Ramírez, A Nava y a Gustavo Alvarado que llegó a ser director del Instituto Politécnico Nacional" De toda mi permanencia en el Colegio Internacional tengo los mejores recuerdos", concluye el ingeniero Matute. En esa institución terminó sus estudios de preparatoria en junio de 1929 y en septiembre de ese mismo año se inscribió en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara. La elección de carrera no fue fácil aunque compartiera la tradición de su familia, inclinada a la ciencia y a los números. Su padre era contador y su abuelo paterno Don Juan B. Matute, se había titulado de Ingeniero Civil en Londres, Inglaterra, y había ejercido su profesión en Guadalajara. La tradición y la inclinación a la ciencia no bastaban para la elección. El joven Jorge estuvo un tanto indeciso debido a su interés por la química. Sin embargo influido por argumentos de Don Aurelio Aceves, amigo de su padre y director los de la Facultad de Ingeniería, optó por la carrera de ingeniero civil Sus compañeros de grado o banca en la Facultad de Ingeniería fueron: José de Jesús Rojas, José Hernández Prieto y Arturo Medina Fue alumno de: Don Aurelio Aceves, Luis Ugarte, Manuel F. Parra, Ignacio Díaz Morales, Francisco Ugarte, Juan Jiménez Romo, Gustavo Ramírez Santoscoy, Ambrosio Ulloa, Gordillo Velasco, Manuel Hernández y otros Don Jorge confiesa que se sintió "muy a gusto en esos estudios, pues los desarrollaba sin ninguna dificultad", y añade: "Yo tenía prisa de terminar la carrera para estar en condiciones de ayudar económicamente a mi padre, por lo que me atrevía proponerle al ingeniero Aceves que me permitiera, en aquellas materias en que me sintiese debidamente preparado, presentar los respectivosexámenes a título de suficiencia'. Supongo que me vio "piernas de jinete' pues accedió y, de esta manera, pude terminar la carrera en cuatro años, en 1933" De inmediato, el pasante de ingeniero, Jorge Matute, ingresó a la Dirección Nacional de Caminos el 16 de julio de ese mismo año y empezó a trabajar en la construcción de la carretera México-Laredo. Llevaba una vida disciplinada, sus gastos eran los indispensables para vivir, de manera que el resto de su sueldo lo enviaba integro a su padre, para ayudar en los gastos familiares. Dos años después pidió licencia en el trabajo con el fin de presentar su exa- men profesional. Éste se realizó el 20 de agosto de 1935.Cada uno de los sinodales le dio la calificación de 4, la máxima de aquella época, equivalente a sobresaliente. Ya titulado de Ingeniero Civil regresó de inmediato a sus trabajos carreteros. El 4 de octubre de 1941 se casó con la señorita Esmeralda Villaseñor Villaseñor, hija de dona Carmen Villaseñor ydel abogado, ingeniero civil y arquitecto,Amulfo Villaseñor, quien proyectó y construyó la residencia conocida como "La Casa de los Perros", ubicada frente al jardín de San José en la Avenida Alcalde; también hizo la conocida residencia de José G. Zuno,ubicada en la calle del mismo nombre. El licenciado Zuno, posteriormente, donó esta casa a la Universidad de Guadalajara para que fuera biblioteca. En su matrimonio, Don Jorge y Doña Esmeralda procrearon cuatro hijos: Juan Jorge (Q.E.PD), Elena, Pedro y Esmeralda.
En ingeniería todo se puede (movimiento del edificio de telefonía)
Cuando el ingeniero Matute expresó por primera vez la idea de desplazar el edificio de la Central de Teléfonos de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, despertó (primero incredulidad y después seguridad. Al presentar el bosquejo del desplazamiento a la empresa telefónica, ésta reaccionó con dudas y luego con esperanza. La población reaccionó con asombro. El edificio fue desplazado y reubicado en su nuevo sitio, sin ningún daño y sin haberse interrumpido la comunicación telefónica ni un solo instante; toda Guadalajara se sintió orgullosa. Todo mundo se ufanó y regocijó de que un ingeniero tapatío hubiera hecho algo más allá de lo que se consideraba lógico y posible. Pero desandemos el camino y comencemos con un poco de orden. El gobernador José de Jesús González Gallo, desde el inicio de su ejercicio, estaba determinado a realizar un plan de transformación y modernización que hiciera de Guadalajara una ciudad progresista. Había formado una comisión para el desarrollo urbano que estuviera al frente de los trabajos. Ésta había estudiado con prontitud las obras que se irían ejecutando. Se había legislado y creado la figura del impuesto de Plusvalía para la recuperación del costo de las obras, la que se aplicaría por primera vez en la calle Juárez. Finalmente, se había logrado convencer a los renuentes propietarios de las fincas afectadas. Para ello se invitó a diez representantes a parte de la comisión para las negociaciones y, por último, se expropió la franja necesaria en noviembre de 1947.
Después de cumplir todo lo anterior, se inició la primera ampliación, en enero de 1948. Se realizaron con gran celeridad los trabajos de demolición, y toda la nueva avenida Juárez, desde la Calzada Independencia, lucía su nueva amplitud, así como los vestigios de devastación de aquellas viejas casonas otrora magníficas y orgullosas. Pronto, todas las miradas y comentarios se centraron en una edificación que no había sido tocada y lucía como baluarte invencible en aquella batalla que ya casi perdía la vieja y angosta calle. Era un sólido edificio de tres niveles construido en 1929 por una empresa americana denominada Compañía Constructora Latinoamericana, SA.
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