Reseña De La Cocina De La Escritura
luxiaaaa6 de Febrero de 2013
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El libro “La cocina de la escritura” es un manual que habla principalmente de lo importante que es el lenguaje escrito y de qué manera usar este lenguaje al que acudimos con tanta frecuencia.
En primer lugar tenemos que lograr que el texto sea legible, es decir, hacerlo fácil, tanto tipográfica como lingüísticamente. ¿Cuántas veces os ha pasado que simplemente al ver una página os entran ganas de leerla o todo lo contrario? Para ello no sólo hay que tener en cuenta la gramática, sino el tono, el registro, la claridad de ideas…, es decir poner en marcha todos nuestros conocimientos, habilidades y actitudes.
Escribir por lo general supone un deber, hacer trabajos, redacciones, informes… es por ello por lo que no ponemos todo de nuestra parte. A veces pasan los minutos y no se te ocurre ninguna idea, no sabes por dónde empezar, tienes el tiempo justo, en resumen: falta concentración. Una buena técnica para activar la máquina de escribir es explorar las circunstancias que nos mueven a redactar. A menudo el bloqueo inicial de la máquina proviene de la pereza que nos causa escribir, de la falta de hábito. No escribimos porque nos cuesta hacerlo y nos cuesta hacerlo porque escribimos poco, de este círculo vicioso sólo se sale escribiendo un poco cada día. Importante también es tener ideas, ¿cómo voy a escribir algo si no se me ocurre nada? Para tener ideas tengo que tener curiosidad, e informarme de todo lo que me rodea. Sin embargo, el torrente de las ideas brota de forma natural de la mente, sin el orden ni la lógica que requiere la comunicación escrita. El deber del escritor es seleccionar las ideas pertinentes, ordenarlas y elaborar una estructura para el texto. En la estructura del texto el párrafo juega un papel imprescindible, y más si se trata de textos cortos en los que no hay otra unidad jerárquica. Ya en el interior del párrafo se suelen distinguir varios constituyentes, el elemento más importante es la primera frase, lo primero que se lee y que por tanto debe introducir el tema o la idea central. Si la primera frase no induce al lector a pasar a la segunda, tu texto está muerto. La recomendación más sensata para un buen texto es que tenga entre tres y ocho párrafos, y que cada uno contenga entre tres y cuatro frases. Las frases deben ser cortas y de lectura fácil, pero unidas de forma lógica las unas con las otras, para hacer el texto legible. Determinadas construcciones son menos comprensibles que otras por lo que hay que prestar atención a la selección sintáctica que hagas.
En segundo lugar hay que tener en cuenta los errores de redacción, los más corrientes son los solecismos (silepsis, anacoluto, anantapódoton, zeugma y pleonasmo) pero no hay que olvidar otros muchos defectos como: anfibología, cacofonía, tics personales… que provocan ambigüedades y arriesgan el éxito final de la comunicación.
En tercer lugar el libro elabora una lista de nueve reglas para escoger bien las palabras: no repetir, evitar muletillas, eliminar comodines, preferir palabras concretas a palabras abstractas, usar palabras cortas y sencillas, preferir las formas más populares, evitar los verbos predicativos, tener cuidado con los adverbios acabados en mente y usar marcadores textuales para establecer orden y relaciones significativas entre frases.
En cuarto lugar, un ahorro excesivo de palabras provoca vacíos de significación, pero la reiteración sistemática de las mismas palabras carga la narración. Al final la anáfora se convierte en uno de los dolores de cabeza más persistentes del escritor.
Otra parte importantísima en un escrito es la puntuación. Las funciones de la puntuación son diversas: estructura el texto, delimita la frase, marca los giros sintácticos de la prosa, pone de relieve ideas, elimina ambigüedades y modula la respiración en la lectura en voz alta. No todos los signos tienen la misma fuerza, función o importancia
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