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Resumen del libro PANDEMÓNIUM


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2015  •  Informes  •  5.214 Palabras (21 Páginas)  •  192 Visitas

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PANDEMÓNIUM


Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.

—FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE.

Más allá del bien y el mal. 1886

 


PANDEMÓNIUM

CAPÍTULO I

EN LAS FAUCES DEL CORDERO

Llámame como quieras. Quien soy no es importante, por ahora. Hace aproximadamente dos años —si mal no recuerdo— una pesadilla comenzó. La cortina de hierro que se extendía alrededor del pueblo de Soluna, no pudo mantenernos a salvo por mucho tiempo de los Vectores, así que tuvimos que escapar hacia las profundidades de la tierra para sobrevivir. Esto pasó unos pocos meses después del pandemónium desatado en los tres distritos de Ciudad Central. Aquí dentro no sabemos nada de lo que esta ocurriendo más allá del grueso muro de contención que rodea la entrada de la rocosa caverna. La única información que obtenemos del exterior es la que los exploradores y los forasteros nos comparten, a veces. Lo último que supimos antes de perder el contacto con el resto del mundo, fue que la Organización Mundial de la Salud había declarado fallido todos los intentos por encontrar una cura y que la plaga se había propagado en todo Taured.

Los intentos por contactar mediante radio han sido un desperdicio de baterías y no hemos recibido ninguna respuesta, ni la más mínima, solo estática. Sin energía y sin señal, es imposible saber lo que está pasando más allá del Bosque Humeante. Ojala ésta zona no haya sido abandonada por el gobierno, ya que las raciones cada vez son más escasas. En el exterior conseguir comida es una potencial sentencia de muerte, los peligros acechan en cada sombra, en cada esquina, y sobre todo con tantos psicópatas durante el día. Ni que hablar de las temporadas cuando no llueve y hay que aventurarse más allá del bosque para conseguir agua. Y por si fuera poco todo esto, la cordura de la gente se ha ido disipando con el transcurso del tiempo. He notado comportamientos agresivos e inquietantes en algunos conocidos que antes no se atrevían ni a matar a una mosca. Entre el hambre, las enfermedades y la locura, no se cual de todas nos terminara acabando. Algunos ven estas condenas como nuestro único destino, pero, otros creen tener más posibilidades de sobrevivir si viajamos hacia alguno de los distritos. En todo caso la última palabra la tiene la milicia, quien aún nos mantiene aquí, encerrados como topos por nuestra propia “supervivencia”. Quizá lo poco que llega a crecer de la rocosa tierra les da una seguridad, una vaga esperanza de lograr soportar la situación hasta que alguien venga a rescatarnos. Lo irónico es que ésta milicia, también representa una de las causas de nuestra muerte, indirecta o directamente como es en mi caso.

No todos están sucumbiendo a la locura, aún veo fuego en la mirada de mis amigos y uno que otro joven, que aún no ha perdido la confianza. Entiendo y comparto ese pequeño rayo de luz entre tanta oscuridad, como aquel que se introduce entre las grietas de la negruzca cueva. A pesar de mi condición actual, algo, no sé que, pero, algo me ínsita a creer en que todo éste infierno acabara pronto de buena forma. Que ellos sobrevivirán. Que yo sobreviviré.

Presta mucha atención a lo siguiente que te relataré. No va a ser mi historia. Tampoco la de un conocido, algún amigo o un familiar. Será la historia de lo que queda de la humanidad. Puede que no me creas, pero, lo hagas o no eso no matizara la realidad. Una más allá de las telarañas de sueños que se entretejen entre la delgada línea que separa a la fantasía y la verdad. Una que ha roto los límites de nuestro entendimiento mortal y ha desembocado el inicio de una caótica locura ante éste planeta.

Quizás al igual que tú, yo solía creer en lo que me decían las personas, los programas de televisión, el internet y los libros. Pero, una noche todo eso cambio para mí. La suerte, el azar, el destino, dile como se te antoje, hizo que cayera en una serie de catastróficos eventos. De forma ingenua fui victima de una trampa, estuve en lo que las personas suelen decir “un lugar equivocado, en un momento equivocado”. Me utilizaron, fui un chivo expiatorio para un escabroso crimen, uno del cual sin saber mi destino había sellado con sangre.

Pudo haberle pasado a cualquiera, supongo, quizás esto ya estaba destinado o alguien lo había planeado todo, en todo caso jamás lo sabré. Dentro de algunas horas seré otro cuerpo sin vida en esta tierra hostil, en el foso pestilente al que llaman hipócritamente camposanto.

El crimen que presuntamente cometí es el homicidio y al parecer no solamente estoy acusado de uno, sino de varios. He sido vinculado con otras muertes sin resolverse dentro del refugio, presumo que lo han hecho los militares para facilitarse el trabajo de investigar. Continuar alegando mi inocencia es en vano, alguien se las ha arreglado perfectamente para que las evidencias encontradas apunten hacia mí.

El dantesco escenario y el aspecto del cadáver, ha dejado a las personas aterrorizadas, confundidas, desamparadas y sedientas de una frívola justicia. Me han convertido en una amenaza, un monstruo tan aborrecible como las bestias nocturnas del otro lado del muro de contención.

En cuanto me sacaron de aquella cruenta habitación, entre los abucheos y murmullos de la gente, los soldados me llevaron a la mitad de la cueva, la que desde un inicio antes de ser convertida en matadero, mis amigos y yo bautizamos en juego como la segunda Plazoleta del Leñador. Me encadenaron de ambas muñecas, extendiendo mis brazos hacia los oxidados eslabones manchados de sangre seca, clavados en cada una de las rusticas estacas de roble, donde castigan a los que ellos llaman traidores. Luego, empezaron a golpearme intentando sacar información sobre cada uno de los homicidios, mientras que el resto de la gente se limitaba a observar con gélidos ojos e íntimo desprecio tal sádico acto. Durante el interrogatorio —si así se le puede llamar a esa clase de bestialidad— utilizaron métodos de tortura con tal de que confesara los crímenes. Eric, Christine y Laura, quisieron defenderme, pero, tras un breve forcejeo fueron sometidos por los soldados. El líder de la milicia; el comandante Bando, fue quien se encargo de proporcionarme dicho castigo, ante la vista de todos, como siempre no tan solo para demostrar su dichosa “justicia”, sino también para infundirles miedo a todos y así seguir teniendo el control. Pese a todo, sus métodos de tortura fueron en vano, ya que de mí solo pudo conseguir gritos de dolor y desesperados aullidos de suplica, para convencerle de mi inocencia. Así pues, durante casi quince inconmensurables minutos de dolor, con preguntas sin sentido e inesperados puñetazos en las costillas, mi espíritu y mi cuerpo se habían roto, al igual que el corazón de mis amigos al verme sufrir. Bando, estresado al limite por no obtener respuestas a pesar de sus esfuerzos, saco una pistola —una M1911, lo se porque Laura, me enseño algo de armas— y me la puso en la frente. La mayoría de la muchedumbre a mi alrededor que desde un principio se encontraba mirándome con ojos secos, por algún motivo —digamos lastima— empezaron a exclamar misericordia. Bando, accedió a guardar su arma al sentirse presionado por la multitud y también tras ser convencido el capitán James Sunder.

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