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Un Mexicano Mas

Vianneyangie17 de Diciembre de 2013

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Un Mexicano Más

Antonio Mendoza es la personificación de los adolescentes mexicanos, víctimas del actual proceso educativo que, por contradictorio, destruye en ellos la natural aspiración al bien y a la verdad lanzándolos a las gruesas filas de los que sólo buscan en la vida comer, gozar y mandar. ..

1

NACI hace 16 años. Tengo siete hermanas, tres mayores y cuatro menores que yo. Soy el único hombre.

Mi mamá es católica; pero no es de las que viven en la iglesia y le besan la mano al cura. No. Es católica, pero atiende muy bien su casa.

A mi papá le tengo confianza. Él nunca me dice frases cursis. Me trata como amigo, aunque a veces me prohíbe ir a algún lado o juntarme con muchachos que consideran convenientes.

Recuerdo que una vez lo desobedecí y me pegó. Lloré mucho, no por los golpes, sino de sentimiento, pues todavía creo que sólo lo hizo para desahogar un coraje que había hecho en la oficina. Sabía que no era necesario pegarme, pues yo entiendo las cosas cuando me las dicen por la buena, como amigos. A la mala, no es lo mismo. Por ejemplo, mi mamá dice que vaya a misa. -¿Por qué, si no es domingo? -Es Corpus Christi...

-y qué que sea eso; yo no quiero ir.

Entonces va por una reata que siempre tiene en la cocina para estos casos y claro! yo salgo corriendo a la iglesia; pero ni oigo la misa ni me interesa. Sólo estoy allí para evitar que me pague. Esta costumbre de ir a misa no la comprendo.

-Si no me gusta, ¿a qué voy? -Mira, esa es la religión de mis padres y yo debo respetarla y cumplir lo que me ordena. Tú también porque eres mi hijo. .. Eso me parece ridículo:

-Si mi abuelo creía que los ciruelos daban naranjas, yo también debo creerlo porque soy su nieto. ..

Mi mamá dice que debo amar a Dios.

Casi siempre, durante la comida, me regaña porque no demuestro amor a quien es Rey de Reyes, según ella.

La mera verdad, yo no lo amo. .. Le tengo miedo. ..

La culpa de esto la tiene ella y el cura: me enseñaron a recitar de memoria los diez mandamientos.

-EI que no los cumpla se va al infierno, -¿Qué significa fornicarás?

-Tú apréndetelos y basta. No quieras entender cosas que no puedes ni debes.

Así, si desobedecía, si me peleaba, si me negaba a ir a misa, si no me confesaba, si no estudiaba: -Te va a castigar Dios. Te vas a condenar. En las noches me obligaba a rezar:

-Si no lo haces, viene el diablo por ti.

Yo temblaba de pies a cabeza y rezaba más que Doña Tochi, la comadre del cura.

A Dios le tengo miedo, le tengo terror. ¿Cómo lo puedo querer?

Sinceramente, si los domingos voy a misa, si a veces me confieso, es para que no me castigue ni Él ni mi mamá.

2

EN LA escuela aprendí a leer. ..Quiero decir con puntos y comas.

Algunos ni eso aprendieron.

Decían que yo tenía buena memoria y, creo que sí, pues no me costaba trabajo aprenderlas definiciones.

Cuando el maestro preguntaba: -¿Qué es biología?

Yo contestaba de corrido:

-Biología es la ciencia que. Estudia los fenómenos que acaecen en los seres vivos.

Mis rápidas respuestas siempre entusiasmaban al maestro y causaban la admiración de mis compañeros.

Yo no sabía qué era fenómenos, ni qué significaba acaecer.

Nunca me preocupé por preguntarlo. El maestro no se preocupaba por decirlo. Entender no era necesario. Lo importante era contestar, como en el catecismo.

Los maestros eran enérgicos. Por cualquier cosa nos castigaban. En el pueblo decían que era la escuela con mejor disciplina. Por eso los papás la preferían. Allí sí educan.

-Esa escuela vale oro, -Allí hasta mis hijos obedecen. Para nosotros era el infierno.

Si alguien, por descuido, tiraba el lápiz: -Baboso, parece que no tienes manos. Si alguien no sabía la lección: -Ven acá, híncate. -Holgazán. ¿Así respondes a los sacrificios de tus padres? ¿Así pagas a la Patria, el interés que tiene en ti? Malagradecido. Comes tres veces al día, ¿eso no te basta? Aún tienes la desvergüenza de venir a calentar la butaca...

Por eso había disciplina.

Por eso la escogió mi mamá.

En los desfiles éramos los mejores.

A nuestro paso el público lanzaba vivas y aplausos.

Los maestros se pavoneaban y agradecían con sonrisas las felicitaciones.

Alguien lamentaba:

-Pedrito no pudo entrar a esta escuela. Ya no había cupo, Alguien más: -Cómo me duele no tener hijos. Si los tuviera, qué orgullosa me sentiría al verlos con ese uniforme.

Nosotros:

-Al diablo la escuela y al diablo el uniforme. Yo envidiaba a los albañiles, a los panaderos, a los cargadores.

Ellos no estudiaban. -¿Quieres ser burro toda la vida? -Sí, mamá.

-¿Quieres que todos se rían de ti cuando seas grande?

-Sí, mamá,

-Pues quieras o no quieras has de estudiar, porque yo no debo tener hijos tontos.

-Cámbiame de escuela.

-Mientras yo viva, tú estarás en esa. Es la única que puede hacerte bueno.

Allí estudié seis años. Seis años de penas. Seis años de rencor y odio.

3

CUANDO entré a la secundaria algo cambió en mí. Me sentí liberado. Como si de pronto hubiera adquirido la facultad de pensar, de actuar. Dejé de ser objeto. Me convertí en persona. Mi madre se quejaba:

-Te vas a descomponer. Sin la vigilancia y autoridad de tus antiguos maestros, abandonarás el camino recto.

Yo me alegraba.

Sí, dejaría el camino de las prohibiciones: “No hagas"; "No digas"; "No vayas"; "No vengas ...

Ahora, pensaba, haré lo contrario. Esa era mi venganza. Recuerdo el primer día de clases: A los novatos nos correspondían los salones de la planta baja. Sesenta alumnos por salón. Un maestro por materia. Las mujeres, adelante Los hombres, atrás. A la hora de civismo llegó el profesor ynos pusimos de pie. Con una sonrisa indicó que nos sentáramos.

Era muy Joven.

Tenía esposa y dos hijos. También tenía amante.

Esta era la hija de don Lucas, el de la tienda de vinos.

Se decía que enamoraba a la esposa del doctor Mora, pero sólo eran rumores.

En cambio, sería cierto que sedujo a la hija de don Matías. Por eso la mandaron a México a vivir con sus abuelos.

Pese a todo, su presencia me lanzaba al futuro: -Sería muy hombre: parrandero, mujeriego. ..

Esa admiración creció en la medida en que oía hablar de sus clases a los que ya habían sido sus alumnos: "

-El sí explica.–Todo -se le entiende. -Es el mejor maestro.

- y tan joven. .. ...Un silencio invadía el salón. Él nos miró a todos, después "a mí, y un, ligero escalofrío recorrió mí cuerpo:

Bajó los ojos y habló: -Sean bienvenidos a esta escuela: Será su casa durante tres años. Aquí crecerán. Aquí tendrán amigos, buenos y malos. Entre los buenos quiero estar yo. ..

Todos lo mirábamos con simpatía. -Será un nuevo hogar para ustedes. Respétenlo y quiéranlo como respetan y quieren al hogar des us padres. ¿Hay algo más digno de cariño y respeto que la familia? No. La familia es para nosotros el grupo sagrado al que pertenecemos y por quien daríamos todo. La madre o la esposa, los hermanos o los hijos, son y serán siempre para el hombre, el centro de su vida, su razón de ser, su apoyo, su felicidad. ¡Ay de aquél que .. Atenta contra sus progenitores o contra su cónyuge! ¡Ay de aquél cuya existencia no dignifica y honra a los que por la sangre o por el amor viven con él bajo el mismo techo y ríen o lloran bajo el mismo gozo o bajo el mismo sufrimiento!

Nadie parpadeaba siquiera. Estábamos conmovidos.

-Los hombres-siguió diciendo-- tenemos una deuda con la Naturaleza. Jamás podremos pagársela; por lo mismo, estamos obligados a vivir reverentes ante el perfecto don que nos concede: la mujer. Sí, la mujer: la madre o la hermana, la esposa o la hija son para nosotros fuente de ternura y comprensión, En nuestras enfermedades, en nuestras angustias, en nuestras turbaciones siempre encontramos una mujer que nos ayuda y nos alienta. La mujer, óiganlo bien, jamás debe convertirse en objeto de satisfacción de nuestros instintos.

Calló un momento. Luego continuó:

-Nuestro hogar tiene un eje. Es la madre o es la esposa. En honor a ella respetemos a todas las mujeres del mundo. ..

El toque de salida cortó el discurso. El maestro se fue sin decir más.

Nosotros quedamos llenos de reflexiones. Yo permanecía en mi asiento, mientras los otros salían.

Algo me obligaba a no moverme. Era el asomo de mis propósitos. Era el anhelo de una vida distinta.

Era el deseo de imitar, en todo, al maestro de civismo.

4

RECUERDO mucho aquel día.

En la calle atrapé un sapo. Lo envolví en hojas de mi cuaderno. Con tinta escribí: Para Lourdes, con cariño." Llegué a la clase.

El timbre no había sonado. Mis compañeros charlaban en pequeños grupos. Lourdes estaba con Gloria y Carlos. Me acerqué a ellos con el sapo en la mano.-Lourdes. ..

-¿Qué tal, Toño?

-¿Sabes? Ayer mi mamá me dio dinero y compré algo para ti.

Sus mejillas se encendieron.

-Acepta este pequeño obsequio, te lo suplico. Extendió la mano y, suavemente deposité en ella envoltorio y dedicatoria. -Gracias, Toño.

Me retiré a zancadas. De pronto, un grito rompió la monotonía. Todos corrieron al salón.

Lourdes y el sapo estaban en el suelo. Lourdes, desmayada. El sapo, liberado,

...

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