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Argentina Halperin


Enviado por   •  29 de Junio de 2014  •  3.326 Palabras (14 Páginas)  •  515 Visitas

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Interpretación y explicación de “Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820-1930)” de Tulio Halperín Donghi

La economía agroexportadora comenzó a configurarse en 1820 y se solidificó completamente hacia 1914. Las exportaciones alcanzaron su punto más alto y exitoso en el mismo momento de la debacle económica de 1929.

La provincia de Bs. As hacia fines del siglo XIX era la principal base territorial de la clase terrateniente, principal beneficiaria de este modelo económico.

Halperín critica el supuesto dominio de esta clase sobre el Estado en el siguiente párrafo: “Aún antes de alcanzar esa incomparable opulencia (…) la opinión corriente las veía como el núcleo más sólido de la oligarquía, el establishment sociopolítico que hasta 1916 tuvo control total del estado y aún después continuó imponiendo sus severas normas sobre muchos aspectos de la vida nacional.”

Primera parte de la hipótesis del texto: “La noción del papel político de la clase terrateniente no sólo era totalmente irrelevante a la Argentina de 1940, sino desde el comienzo mismo había ofrecido una imagen demasiado simplificada y engañosa para que hiciese plena justicia a las peculiaridades del orden sociopolítico madurado a la sombre de la prosperidad exportadora.”

En el INTERIOR es donde se puede encontrar un verdadero CAMPESINADO. Allí incluso había otros instrumentos de control mucho más eficaces que los puestos en marcha por los terratenientes, el poder de esta clase, allí en el interior, se encontraba socavado muchas veces; se recurría a relaciones mercantiles y de crédito. Los terratenientes procuraron asegurarse el trabajo temporario de pequeños agricultores a los que les permitían instalarse en sus tierras como arrendatarios. Había una COEXISTENCIA de unos pocos grandes establecimientos que producen para el mercado y un número mayor de pequeños agricultores.

Después de 1810 la economía ganadera se vio perturbada por el permanente contexto de conflictos bélicos; este contexto en la campaña porteña representó la perfecta oportunidad para la elite criolla para poder crear su propia base rural. La RELACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LA INCIPIENTE CLASE TERRRATENIENTE era ÍNTIMA y AMBIGUA. El Estado provincial (luego nacional) surgió a partir del desenlace de la Guerra de Independencia como resultado de dos “olas” de INNOVACIÓN INSTITUCIONAL:

- Creación del Virreinato del Río de La Plata en 1776-77. Buenos Aires se erigió como centro económico, político y administrativo. Las Reformas Borbónicas de 1778 la elevaron al status de “metrópoli mercantil y administrativa” de la región. El Alto Perú fue incluido en el territorio del Virreinato puesto que era el distrito más rico, esto era para asegurarse una mayor base impositiva. Se instala un perfecto aparato estatal en un área aún subdesarrollada.

- Crisis final del régimen virreinal. Invasiones inglesas de 1806. Las milicias tuvieron un papel totalmente relevante en la liberación de la ciudad, eran símbolo de la existencia de clases populares ya movilizadas. La creación de MILICIAS supuso un mayor gasto público por parte del Estado, lo cual, posteriormente agravado por la pérdida del territorio del Alto Perú, representará un serio problema para la administración del Virreinato. Se intentó superar las pérdidas impositivas posteriores provocadas por la pérdida del Alto Perú a través de la suba de los ingresos de la aduana como consecuencia de la expansión del comercio ultramarino.

Para 1815 contamos con una reducida oligarquía en el control.

Decreto del 22 de julio de 1817 de Pueyrredón: quería encontrar un acuerdo con la elite de su propia capital. Le señalaba las grandes posibilidades de mejora económica a partir de la instalación de estancias de ganado en territorio indio.

Segundo aspecto de la hipótesis general: El Estado ya había surgido y estaba perfectamente consolidado para el momento en el que nace la clase terrateniente. Había un consenso general para apoyar el modelo agroexportador que sostendría y permitiría la supervivencia de ese Estado y de dicho sector social. (Habla de un consenso pasivo para el resto de los porteños). La realidad es que dicho consenso en apoyo al modelo agroexportador sí existió entre el Estado y la clase terrateniente pero NO entre los campesinos. “La precoz madurez del Estado hizo aún más decisivo el vínculo que la clase terrateniente iba a mantener con él a lo largo de toda su historia”.

Ventajas del modelo agroexportador para el Estado: ayudó a apalear la crisis derivada de la pérdida del distrito del Alto Perú.

Ventajas del modelo agroexportador para la clase terrateniente: mayor posición social que le permitiría una inserción tanto en la sociedad rural porteña como en el sistema de poder provincial y luego nacional.

La clase terrateniente, según Halperín, surge de modo lento y gradual “del magma de las clases propietarias” (era la antigua clase mercantil que en el período anterior había sido el grupo económico más poderoso, la elite de la época).

La expansión del modelo fue acompañada de una masiva apropiación privada de la tierra pública, primero en ENFITEUSIS (arriendo a largo plazo indefinido con un canon muy bajo) y desde la década de 1830 mediante ventas o arriendos en términos más convencionales. Se creó así un grupo de propietarios más numeroso y dueño de extensiones mayores que durante la colonia. Algunos de estos propietarios ya venían de familias con tradición terrateniente previa a la revolución, otros tantos provenían de la antigua tradición comercial y mercantil. La gran característica de esta clase terrateniente era que eran AUSENTISTAS.

La consolidación de esta nueva clase se dio con el fin del proceso revolucionario en 1820 y la institución de un régimen provincial basado en una legislación elegida anualmente por sufragio masculino casi universal, que a su vez elegía gobernador por un período de 3 años. Con la supresión de los cabildos, la legislatura tomó también a su cargo la designación de las autoridades administrativas y judiciales de la campaña. En este marco se dio la “FELIZ EXPERIENCIA” entre 1821 y 1824, período de prosperidad económica y paz. Durante este período la provincia consolidó su gran deuda flotante mediante la emisión de títulos de deuda pública. Lo que sostenía este milagroso cambio de fortuna era el BOOM EXPORTADOR, que a la vez que acrecentaba las fortunas privadas aliviaba la penuria fiscal.

Los nuevos gobernantes se aglutinaban en el PARTIDO DEL ORDEN, su objetivo principal era el hacer obligatorio a los no propietarios ofrecer su fuerza de trabajo en el mercado.

Si bien habíamos dicho que la relación entre estado y terratenientes era ambigua porque había cosas en las que estaban de acuerdo y otras en las cuales no, un punto de fuerte coincidencia entre ambos fue el EJÉRCITO; comenzó a ser utilizado como institución penal para la represión de la vagancia y la indocilidad de rurales sin tierras y marginales urbanos.

La elite dominante era indiferente a las novedades ideológicas, permanecía con las viejas estructuras de antaño. Aunque proclamaba su identificación con las clases propietarias, la elite política mantenía su control directa de las bases formales del poder, que se situaban fuera de ella. La ayudaba en este punto el marco institucional forjado durante la primera década revolucionaria, que dejó como legado un SUFRAGIO CASI UNIVERSAL. En la ciudad esto se traducía en una base electoral demasiado amplia para poder ser manipulada. En la campaña la ausencia de una politización previa aseguraba a las fuerzas del orden un predominio electoral, pero aún allí la influencia de los terratenientes era coartada.

En este contexto surge la figura de ROSAS, quien primero había hecho fortuna como administrador de campos ajenos y empresario de saladeros, pero que ya hacia 1820 estaba comprando ganado y poblando estancias; tenía a su cargo la dirección de las nuevas explotaciones. Para Rosas, el único medio de proteger el orden social era utilizar el liderazgo político para canalizar las pasiones de las masas hacia objetivos más ordenados: ideal de terminar con la Revolución para “imponer el orden”. Las elites recibirían protección frente a cualquier peligro de guerra social a cambio de su subordinación total y completa a Rosas, había un gran control y subyugación de la opinión pública. Cuando se dieron cuenta de esto los partidos ya era demasiado tarde. Por ende, Halperín califica la relación entre Rosas y las clases terratenientes como de ALIADOS CAUTIVOS.

Para limitar el gasto público, Rosas recurrió al recurso de la INFLACIÓN, gracias a esto el boom exportador no perdió ímpetu pese a las interrupciones de los bloqueos.

Este balance hizo fortalecer la convicción (proveniente de la propaganda anti-rosista) de que su caprichoso estilo de gobierno había frenado progresos aún más rápidos. Ya durante su gestión su tendencia a meterse en costosos conflictos, provocaba reacciones en la campaña: en 1839, las penurias causadas por el bloqueo contribuyeron a crear el clima adecuado al alzamiento de las Libres del Sur, en que miles de milicianos gauchos fueron movilizados por jefes de milicias y jueces de paz, sólo para ser rápida y fácilmente aplastados por las guarniciones de frontera. El desenlace fue muy favorable al estado, teniendo como consecuencia el temor de los sofocados. Se recrudecieron las confiscaciones.

Durante la etapa posterior a Rosas, luego de 1852, no sólo la presión enroladora se mantuvo tan opresiva como en la época de Rosas, sino la defensa de la frontera india fue muy descuidada. La secesión desestabilizó el sistema de defensa basado en los indios amigos, que pasaron a utilizar el conflicto para lanzar ataques tanto más lucrativos porque ahora disponían de territorio confederado para negociar botín que en el pasado había tenido desemboque en el mercado chileno; en esos años los MALONES alcanzaron a zonas largamente pobladas que no los había conocido antes.

Seguía el auge del BOOM ganadero. Los terratenientes sabían muy bien que los sucesores de Rosas, aunque manejaban el lenguaje del liberalismo constitucional, estaban tan dispuestos como Rosas a revivir las tradiciones de las luchas facciosas y las guerras civiles. Mientras proclamaba el respeto religioso al derecho de propiedad, la nueva dirigencia porteña presidía la confiscación de las tierras del dictador fugitivo. La reacción de las clases propietarias no habría podido ser más discreta, las clases propietarias no se prohibían discutir el papel negativo del Estado en la campaña en términos abstractos, el silencio de la época rosista no se había roto.

En estas circunstancias, un reducido grupo de terratenientes ilustrados asumió la doble tarea de dar voz a las aspiraciones de sus pares y de convocarlos a la honda transformación, o más bien regeneración, necesaria para hacer de las clases terratenientes las verdaderamente dirigentes de la sociedad porteña y argentina. Para ganar en la sociedad porteña, los terratenientes debían renunciar al ausentismo, despojarse de su irracional hostilidad a la introducción de mejoras tecnológicas en sus explotaciones, de su falta de interés por la promoción de progresos sociales y culturales, de su pasividad en asuntos de interés público, y decidirse por fin, a hacer sentir su influjo en la arena política. ARMONÍA DE INTERESES ENTRE LOS TERRATENIENTES Y LA SOCIEDAD RURAL EN GENERAL.

Aunque los rasgos básicos del ambiguo lazo entre ESTADO y CLASE TERRATENIENTE, basado sobre todo en su cooperación y rivalidad en el encuadramiento de los rurales sin tierras, retenía sus rasgos básicos, las modificaciones introducidas en el impacto de la presión enroladora del estado sobre los no propietarios hacían más convincente la postulación de un vínculo solidario entre éstos y los estancieros.

La institución de municipalidades electivas y la transformación de los jueces de paz en magistrados elegidos localmente, transfería el poder loca a auténticos representantes de las poblaciones sobre las que alcanzaban autoridad. La creación de una democratizada base de poder en la campaña como consecuencia de la descentralización permitiría a los terratenientes transformarse en guías y representantes, también en el plano político, de una sociedad que los reconocía como sus jefes naturales y estaba ansiosa de encuadrase en su séquito.

Críticos y defensores de los hacendados coincidían en un imagen de la campaña como un conjunto de estancias ganaderas cuyos peones, numéricamente predominantes en la población rural, habían sido disciplinados en el acatamiento a un orden socioeconómico regido, si no por los terratenientes, sí por lo menos por agentes que actuaban en su lugar. Los ruralistas concluían en que la clase terrateniente sólo necesitaba extender al terreno político la indiscutida autoridad que ejercía sobre la sociedad rural para dominar políticamente la campaña.

El papel de magistrados judiciales y policiales designados por la autoridad central de la provincia en el disciplinamiento de los rurales sin tierra no pudo sino hacer más difícil cualquier reivindicación de hegemonía exclusiva sobre la sociedad rural por arte de la clase terrateniente. Otras dificultades: la permanente expansión conllevaba a una escasez de mano de obra que hacía a la vez difícil y costoso retener trabajadores en la estancia por más tiempo que el estrictamente necesario. Desde mediados de siglo aumentan los PEONES ITINERANTES remunerados deficientemente. En niveles intermedios predominaban en la estancia los trabajadores permanentes; capataces y, en establecimientos demasiado vastos para funcionar como una unidad, puesteros.

Otro obstáculo: no toda la producción ganadera se practicaba en estancias que funcionasen como empresas centralizadas y dotadas de una organización administrativa fuertemente jerárquica y autoritaria; buena parte de ella estaba a cargo de arrendatarios, algunos de los cuales eran criadores importantes, mientras muchos más sólo poseían un reducido número de animales, en otros caos se trataba de peones que tenían a su cargo el cuidado de una parte de los animales del estanciero y recibía en compensación una cierta proporción de los retoños.

Los estancieros y ganaderos no eran un grupo social: los lazos que unían a esos ínfimos empresarios sin tierras con los terratenientes eran siempre ambiguos, y puesto que la expansión misma creaba un mercado muy fluido para esos contratos, esa ambigüedad se traducía en INESTABILIDAD, en consecuencia, esos empresarios no sólo no ampliaban las filas de la clase hegemónica, sino tampoco contribuían a crear esas clases subordinadas dispuestas a ajustarse a la sociedad que querían imponer los ruralistas en las pampas.

Martín Fierro (1872): la inspiración ideológica del poema no era original: lo que José Hernández ofrece es una ilustración anecdótica de la prédica ruralista de la que el autor se había hecho eco en sus artículos periodísticos. Pero, si su identificación con los sectores terratenientes puede explicar que los hacendados no figuren entre los responsables de las injusticias infligidas a la población rural, de las que Hernández sólo evoca las derivadas de la arbitrariedad y la corrupción del estado, lo que no explica es que esos hacendados tampoco estén de otro modo en el poema. Esa ausencia es un indeliberado homenaje a la realidad. Martín Fierro es uno de esos pequeños empresarios independientes que, para indignación de la Sociedad Rural, los reclutadores han decidido considerar capaces de pagar personero y por lo tanto no exentos de la leva; ha comprado una punta de ganado con las ganancias que hizo en carreras cuadreras y con ella ha poblado un campo que obtuvo en arriendo. No había, como se ve, razón ninguna para que el terrateniente ocupase el lugar central de su mundo. Dicho paisaje social pronto tendría modificaciones. Durante la década del 70 el ALAMBRADO de los campos irrumpió en la zona ganadera pampeana, su impacto tanto sobre la organización productiva de la estancia como sobre las relaciones sociales dentro de ella se hace sentir, ya en la década siguiente se da un proceso estimulado por la necesidad de introducir las normas organizativas y tecnológicas más estrechas requeridas para producir ganado de mejor calidad, la estancia se está transformando en una empresa centralizada.

Código Rural de 1874: atento al interés terrateniente.

Otros obstáculos a la hegemonía social de los terratenientes: desde el comienzo mismo del avance ganadero sobre una frontera despoblada que tiene por consecuencia una escasez crónica de mano de obra y un extremo desequilibrio entre los sexos, las estancias no habían desarrollado esas actividades suplementarias capaces de dotarlas de un grado considerable de autarquía.

La preocupación despertada por esas redes comercializadoras rivales no era lo bastante intensa para inducir a los estancieros a tomar a su cargo las funciones de las PULPERÍAS. Había una razón para ello (el personal era demasiado reducido para justificar la creación réplicas australes de las tiendas de raya) pero la consecuencia era obvia: una constante vigilancia era necesaria para mantener control económico sobre los trabajadores de estancia.

La concentración obsesiva de la estancia en la producción de ganado hacía difícil que las relaciones de trabajo en ella marcasen por sí solas la índole de las relaciones sociales en la campaña. Los transportistas compartían con los pulperos el control de los vínculos entre los trabajadores de estancia y el vasto mundo fuera de ella.

PULPERO: Alfabeto, era quien leía las novedades y comentarios de la prensa al público. Rosas advertía muy bien la posición estratégica de los pulperos en el control de la opinión pública y ello se refleja en la atención que dispensa a sus actividades durante el conflicto con los federales disidentes en 1832-1834.

El mismo crecimiento económico que estaba impulsando una centralización organizativa creciente en la estancia favorecía también la expansión y diversificación crecientes de las actividades económicas que transcurrían fuera de ella. Ya en la década de 1840 los fuertes emporios rurales de la campaña se transforman en pequeños pueblos en que florece un comercio especializado al menudeo, que incluye desde panaderías hasta zapaterías. La creación de esa red de centros urbanos secundarios tomó velocidad en la segunda mitad del siglo; cerca de cerrarse este la agricultura porteña comenzó un avance vertiginoso, que para 1914 había hecho de ella la primera provincia cerealera en un país ubicado, ahora, dentro de los grandes exportadores de granos.

La sorprendente limitada influencia electoral de las clases terratenientes no autoriza a concluir que ellas habían desaparecido, o acaso no habían poseído nunca, el peso político determinante que la opinión pública tradicionalmente les reconoce. Pero la escasa fortuna electoral del conservadorismo confirma que la fuente del influjo de la clase terrateniente no ha de encontrarse en su capacidad de utilizar su posición dominante en la economía rural para forjar un orden social que hiciera de ella la representante política de la campaña.

Para 1912, la clase terrateniente ha llegado finalmente a constituirse, como le había propuesto Olivera, en el primer estamento del reino. Posesión de imperios territoriales donde edifican palaciegas residencias como monumentos, para los que han hecho fortuna en otras ramas de la economía, la adquisición de una estancia ofrece la unía prueba de que han llegado a la cumbre. Había ya general acuerdo en que el lugar que les era reconocido en la cumbre de la pirámide social porteña llevaba consigo una posición igualmente privilegiada en la esfera política. Mitre describía a los terratenientes como un grupo ubicado por encima de la esfera política.

En la década de 1920, la mayor parte de los grandes terratenientes se agolpa en ambos partidos en el llamado grupo metropolitano, con base en la ciudad de Buenos Aires. Aunque de base urbana, su fuerza política no provenía de las masas movilizadas por la práctica del sufragio universal, sino de los lazos con la elite política nacional y los intereses económicos dominantes.

Durante el último cuarto del siglo XIX, tal como habían previstos los anti-rosistas, las clases propietarias fueron beneficiarias principales de la marginación de las prácticas judiciales y administrativas. Fin de la guerra contra el indio, creciente prosperidad.

La democratización debida a la reforma electoral de 1912 tuvo como consecuencia la conquista del poder por el único partido que supo adecuarse a la renovación de la base social del estado, la UCR, vino a ofrecer a las clases propietarias un pacto que no dejaba de tener puntos en común con el que les había impuesto Rosas.

La expansión de la burocracia estatal y la mejora de los sueldos de ésta contribuyeron a la gran expansión de las clases medias urbanas durante la década de 1920. Ahora, otros sectores sociales, ampliados y consolidados por el progreso económico y la democratización política, entraron a participar en el conflicto, modificando decisivamente el previo equilibrio de fuerzas a favor del Estado.

Cuando tuvo lugar la crisis de 1929, la ambigua relación éntrelos dos hijos privilegiados de la revolución mercantil no perdió su lugar central en la vida argentina.

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