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Cine y Literatura


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2021  •  Exámen  •  2.693 Palabras (11 Páginas)  •  96 Visitas

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Trabajo Parcial Colaborativo

Materia: Cine y Literatura

Alumnos:

Lopez Tomás 

Segovia Milagros Abril

Rivademar Vera

Aranda Walter

Alodi Augusto

Docente:

Gergich Marina




Consigna 1: Cuento corto

Un 9 de septiembre de 1770, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, una ciudad muy pintoresca por su definido estilo colonial de la época, ya con poco más de dos siglos de fundada era el centro de gobernación de la zona y regía bajo las órdenes de la corona española. Nació un niño llamado Juan de Ribera. De familia acomodada, su padre era un banquero y su madre hija de un juez de la corte del Virreinato. Vivían en un caserón, del más moderno estilo colonial en el cual las paredes eran blancas. Pero ahora eran de un color gris tenue, estas estaban cubiertas por hiedras, que de a poco se iban comiendo la casa. El tejado era de un color rojo oscuro. Encima del tejado había un par de cuervos. Los cuales parecían cuidar celosamente la casa.

Los primeros años de la vida de Juan fueron de una educación muy rigurosa, pero también siempre encontraba un momento para poder jugar con sus amigos, su infancia fue de gratos recuerdos, pues, sus padres podían brindarle los gustos y comodidades que la mayoría de los niños anhelaban, era un soñador despierto, siempre le gustaba imaginar cosas impensadas, decía que tenía una gran facilidad para alterar la realidad con el siemple hecho de cerrar sus ojos.

 

A la edad de 7 años, todo comenzó a cambiar, noche tras noche Juan tenía la maravillosa habilidad de mantener sueños lúcidos los cuales podía manejar a su antojo debido a su gran creatividad. Sin embargo, al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, se encuentra en su cama inmovilizado al ver perplejo una sombra en el techo de su dormitorio y, al alzar un poco la cabeza, ve la figura inconexa de un cuervo…”

El niño comienza a gritar, y al oír esto sus padres se acercan y le preguntan qué había sucedido.

Juan pestañea, asustado. Sigue un largo silencio…

¡No lo sé…! ¡Parece que vi un cuervo! Les dice.

Sus padres al verlo asustado le dicen que se tranquilice, que solo fue un mal sueño. El pequeño logra calmarse luego de un tiempo, pero ya no puede conciliar el sueño, la imagen que había visto lo perturbaba en el recuerdo y el tiempo parecía volverse más denso. Al cabo de una hora, comienza a sentir que sus párpados le pesaban, pero el aura de oscuridad que reinaba en la habitación, lo hacía resistir el sueño, hasta que no pudo más. De a poco cierra los ojos de cansancio y tras un instante, escucha el ruido de un aleteo que resuena en toda la habitación. 

Entonces, como si su vida dependiera de ello, recobra unos ápices de despabilo y vuelve a abrir los ojos, pero lejos de encontrarse con aquel animal que lo perturbaba, se ve envuelto en una habitación que no parecía ser de su pertenencia; tampoco hallaba familiar la atmósfera que ahora lo rodeaba, ya no había paredes blancas ni tampoco grises tenues. Aunque tampoco se hallaba  intranquilo, había despertado (o eso creía), estaba desconcertado y, sin darse cuenta, Juan desarrolló la habilidad de traspasar a aquel mundo de la imaginación, donde los sueños reinaban.

Pero, no hubo mucho tiempo para pensar, aquel cuervo volvió a resonar y Juan volvió a sentirse asustado. Su cuerpo, que ahora se movía muy deprisa, corría de aquel pájaro mientras intentaba entender si aquel animal le había agarrado algún tipo de manía especial, o si tal vez era simplemente otra gran tentativa de cena.

En cierta medida su andar se había vuelto tan veloz que, en algún momento y casi sin darse cuenta, sus pies habían dejado de encontrarse con el suelo, ¿Estaba volando? ¿Levitando? Lejos de sentirse algún tipo de divinidad flotante, Juan se sentía más autóctono que antes, y en un parpadeo se había transformado en un Vultur gryphus, un pájaro nativo de la zona.

El niño decide salir por la ventana y comenzar a volar por todo el vecindario, alegre y curioso, ve a todos sus vecinos dormir en sus camas, cuando por lo lejos se le acerca el cuervo que había visto en su habitación y luego de una breve persecución este le dice...

Juan no debes tener miedo, la vida se trata de fluir, tener esperanza y disfrutar el momento, como lo estás haciendo ahora.

De pronto, una sensación de alivio lo invadió, pues sus pesadillas habían llegado a ser solo una proyección de sus miedos.

Al oír esto el pequeño Juan, que siempre observaba todo con mucho detalle y atención, pudo ver como los sueños, que nacían en el corazón y la mente de las personas, en muchas ocasiones se les escapaban, alejándose cada vez un poquito más y más, dando lugar a las pesadillas, las cuales hacen infelices a estas personas.

Fue así como Juan decide ayudar a sus vecinos, por lo que con el tiempo establece relación con el cuervo, quien lo ayuda a pasar hacia aquel mundo en donde es percibido como un Vultur gryphus, “El atrapador de sueños”. No tenía ningún súper poder, pero sí una misión muy importante: atrapar los sueños que se les escapaban a las personas, o al menos ayudarles a no caer en la oscuridad de las pesadillas.

Juan, se construyó un hilo utilizando la ayuda de su amigo el cuervo con fibras extraídas del mundo de los sueños. Con dicho hilo, de color tornasol, acudía a ayudar a las personas, observando con atención sus sueños y antes de que se escapasen los ataba con fuerza y esperanza de mantener la ilusión cerca de ellos, de este modo poco a poco y, sin saber cómo, los vecinos alcanzaban sus metas con más facilidad. Aunque solo Juan sabía el secreto del éxito de aquella ciudad, su esperanza, fuerza e ilusión los mantenía alegres en sus noches mientras ellos dormían.

De este modo los sueños no abandonan el mundo de la imaginación, Juan no dejaba que los mismos se escapen. Las personas podían dormir plácidamente, ya que se dieron cuenta que los mismos son posibles, simplemente no hay que dejar de perseguirlos.

Consigna 2: Operaciones de transposición

1)"Entonces, como si su vida dependiera de ello, recobro unos ápices de despabilo y volvió a abrir los ojos y de repente no lo vio, más bien lo sintió: que ya no se encontraba en su habitación; tampoco hallaba familiar la atmósfera que ahora lo rodeaba, ya no había paredes blancas ni tampoco grises tenues. Aunque  tampoco se hallaba  intranquilo, había despertado (o eso creía), estaba desconcertado.

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