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CULTURA DE SERVICIO


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2014  •  1.743 Palabras (7 Páginas)  •  164 Visitas

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DE CUCHILLOS Y TENEDORES

Por Francine Prose

La pregunta de su hijo sobre las exigencias de la etiqueta formal en la mesa hace que la autora considere los diversos modales que se aplican a la hora de comer y concluya señalando que "todo lo que nos arranca de la estrecha prisión de nuestras presunciones culturales ... nos despierta a la posibilidad de que otros tengan modales y costumbres diferentes, lo que estimula nuestra curiosidad en temas que nunca nos habríamos molestado en averiguar". También deja abierta el interrogante "¿por qué ciertos modales para comer parecen tan perfectamente adecuados a cierto tipo de cocina?"

No hace mucho, durante la cena, le escuche a mi hijo de 21 años de edad hacerle a una amiga de la familia una de esas preguntas eternas y existenciales: ¿Cómo se sabe cual tenedor se usa primero en una cena formal? Quedé sorprendida por varias razones. Primero, por darme cuenta que mi niño ya es un adulto y que puede encontrarse, sin mi, en una reunión social donde posiblemente necesite saber eso. ¿Cuándo había asistido a una cena de ese tipo? ¡Qué tonto suponer de mi parte que su educación en el manejo de los cubiertos terminó cuando su padre y yo le enseñamos que usar bien la cuchara no significa usarla como catapulta para tirar su potaje de bebé al otro extremo del comedor! Me sorprendió saber que nunca se me ocurrió enseñarle este hecho básico (o más precisamente, avanzado) de la etiqueta. Por último, su pregunta parecía un recordatorio de lo mucho que damos por sentado, de cómo los actos más sencillos, como ser la manera de llevar el alimento del plato a la boca, contiene una enorme cantidad de información sobre nuestra cultura, nuestra clase, nuestra historia y nuestra manera de vivir.

Si como decíamos en los años sesenta, uno es lo que come, también tiene que ser cierto que uno es la forma y manera en que come. Siempre me han fascinado los utensilios altamente especializados para la cocina y la mesa, esas cucharitas aserradas para la toronja, las tenazas para romper el carapacho de la langosta, los miniganchos dentados para inmovilizar la mazorca y evitar que los dedos se unten con mantequilla, artefactos que tiendo a comprar cuando alguien pone en venta sus enseres domésticos, aunque pronto los relego al sótano. Es más, el ritmo de nuestra vida doméstica nunca parece incluir tiempo y energía para tener una mesa complicada en las ocasiones especiales. Actualmente un cuchillo, un tenedor, una cuchara, y a veces una cuchara de sopa, definen bastante bien los límites de nuestras ambiciones en cuanto a cubiertos.

Pericia con palillos chinos

¿Qué dice de nuestra familia el que recién ahora mi hijo pregunte por los misterios del tenedor para la ensalada o de la cuchara para el postre, cuando no recuerdo un momento en que alguno de mis hijos no sepan manejar los palillos chinos? Son expertos, con gran destreza agarran y levantan esos cubos escurridizos de queso de soja, o esas tiras esquivas de berenjena, realizando proezas extremas con confianza y coordinación visual y manual que incluso yo, moderadamente hábil en el manejo de palillos, hallo intimidante. En contraste, su abuela de 88 años nunca ha dominado ese arte que, como manejar un automóvil, es probablemente mejor aprenderlo de joven; aunque casi estuvo a punto de lograrlo cuando una amable camarera de un restaurante japonés en nuestro vecindario trató de enseñarle, con ayuda de un artefacto de tecnología elemental: palillos enlazados con una cita elástica y un pedazo de cartulina, que, según explicó la camarera, es empleado por los padres japoneses para ayudar a sus hijos pequeños a aprender a usar los palillos. La diferencia entre generaciones, entre mi madre y mis hijos ciertamente parece indicar que, en lo que se refiere a la cultura, cada vez somos más multiculturales; es el progreso que veo en mis dos hijos (a diferencia de padres monolingües) que pueden hablar el español con mayor o menor fluidez y facilidad.

Uno de los beneficios de viajar y experimentar otras culturas es que nos libera de cierto patrioterismo en lo que se refiere a cubiertos y vajillas, de eso que nos hace suponer que nuestra forma de comer es única e incluso la única manera correcta. Cuando tenía unos 20 años pasé un año en la India. Todavía recuerdo mi confusión y sorpresa y luego deleite cuando por casualidad entré en un maravilloso restaurante-tienda vegetariana del sur de India, donde la comida se servía en hojas de plátano y los parroquianos la comían con la mano. Como el aprender a usar los palillos chinos, la técnica (hacer una bola con el arroz y los vegetales y levantarla con la punta de los dedos, usando el pulgar para meterla en la boca) requirió alguna práctica, lo que al mismo tiempo era una educación cultural, que enseña humildad, abre la mente y es útil. La humillación de aprender bajo la curiosa mirada de camareros y ayudantes, que habitualmente se congregaban para observar mis primeros intentos fracasados, me hicieron una aprendiz rápida, por necesidad.

Adopté esta nueva forma de comer con tanto entusiasmo que, cuando regresé a casa en Estados Unidos,

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