El encarnamiento de la teoría del proyecto a la restauración
Andrea DiezEnsayo30 de Octubre de 2022
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Fig 1: Fotografía del libro de Victor Hugo (dramaturgo y novelista), Quimeras [1]
CRÍTICA ARQUITECTÓNICA. CURSO 20/21
DEPARTAMENTO DE TEORÍA, PROYECTOS Y URBANISMO, ETSAUN
EJERCICIO 2/ Comentario a una relación temática
Alumno: Andrea Diez Becas y Mark Arbizu Castiella
Nos encontramos ante dos etapas fundamentales intrínsecamente unidas de cualquier creación
artística. Más específicamente, desde el campo de la arquitectura, estas etapas suponen para
el historiador de las artes, un conocimiento obligado para la correcta interpretación y
comprensión del pensamiento arquitectónico.
Esta cronología encadena el proceso teórico proyectual, que, afectada por el transcurso
histórico, plantea una teoría restaurativa para el periodo histórico venidero.
La arquitectura se considera como una disciplina auto representativa y progresiva, totalmente
dedicada a la creación y evaluación en el proceso de tomar decisiones. Es en este punto donde
encontramos el motivo por el que se le da a la teoría semejante importancia en la arquitectura.
La teoría arquitectónica es una unidad orgánica con una estructura integrada. En el núcleo se
encuentran los conceptos de estabilidad, estructura, función, forma, y sentido. Este núcleo está
en constante cambio y la teoría se balancea en la perpendicular dimensión entre lo racional
(razón) y la retórica (emoción). La complejidad de la unión de las dimensiones es el correcto
equilibrio de ambas dos con el fin de lograr una combinación perfecta.
Desde la época clásica, se desarrolló un pensamiento basado en la búsqueda de una
racionalidad y una estructura como pilar para establecer una teoría con unos criterios comunes
que lograsen subsistir en el tiempo. Este tipo de pensamiento se denominó como
fundacionalista.
Como a todo movimiento racional, surgió el contrario (anti-fundacionalismo), que defendía la
imposibilidad de crear un esquema o una base sobre la cual se debía y se habría de actuar sin
tener en cuenta la evolución humana y todo lo que ella conlleva. Esta postura del pensamiento
se basaba en la continua adaptación, y en la libertad de expresión del sentimiento del ser
humano.
Esta disparidad de pensamiento está ligada y es metafóricamente comparable a las dos
grandes corrientes representativas de la etapa subsecuente al proyecto: la restauración.
John Ruskin, escritor, crítico de arte, sociólogo, artista y reformador social británico, planteó
una forma de pensamiento y tratamiento de los monumentos como documentos históricos (“el
monumento como documento”). El teórico defendía la conservación de las ruinas, como
legado del transcurso histórico del arte y la arquitectura, logrando así una permanencia de la
dimensión racional y tradición arquitectónica pasada en el propio presente.
Por otra parte, Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, arquitecto, arqueólogo, escritor y teórico
francés, dio origen a la actual interpretación sobre la autenticidad de la restauración. Le Duc
comprendía el monumento como un marco de creación y continua adaptación a la expresión
del ser humano de la época. Georg Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo del Idealismo alemán, ya
asumió con anterioridad que “El arte es bueno cuando coincide con el espíritu de la época”.
Desde este principio, el teórico francés, comprendió que la emoción del arte y arquitectura
pasada debe naturalizarse al espíritu del presente.
En arquitectura, conocimiento y teoría son inseparables. Cuanto más uno sepa, mejor es su
teoría, y mejor su interpretación frente al transcurso del tiempo.
Dicha afirmación se puede comprobar en la solidez de las teorías de los ilustres mencionados
anteriormente, que perduran hasta nuestros días. Independientemente de los principios de
cada autor, se observa que, gracias a su curtida formación teórica y conocimiento de la historia,
han logrado que futuras generaciones comprendan la polémica esencia de la propia
restauración.
Ni el Panteón de Roma que hoy conocemos es el de Agripa' ni Santa Sofía de Constantinopla
tiene la misma cúpula que describió Procopio, ya que, a lo largo de los siglos se han generado
diversas modificaciones y reconstrucciones impelidas por causas naturales, guerras o nuevos
usos han dado una imagen final al monumento. Por lo tanto, no es necesario insistir en la
existencia de una restauración a través de la historia.
La restauración como se conoce actualmente es aquella que se comenzó a plantear desde
mediados del siglo XIX, que se elaboró en términos muy diferentes a lo que hasta entonces
había sido la actuación en edificios antiguos. Fue en ese momento cuando comenzó a
considerarse como práctica profesional propia del mundo arquitectónico, cuando nació un
interés colectivo por la vieja arquitectura y que fue lo que despertó y puso patas arriba la
inmensa mayoría de un patrimonio
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