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La ética Protestante Y El Espíritu Del Capitalismo


Enviado por   •  12 de Agosto de 2014  •  691 Palabras (3 Páginas)  •  204 Visitas

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LA RELACION ENTRE EL ASCETISMO Y EL

ESPIRITU CAPITALISTA

La abundancia acarrea en sí un riesgo enorme, los impulsos que inducen a obtenerla son continuos y el suspirar por ella, (7) además de ser absurdo por confrontación con la ilimitada supremacía del reino de los cielos, es también moralmente reprochable. El ascetismo se dispone ahora a destruir toda ambición por hacerse rico mediante los bienes materiales, con más aspereza que en Calvino, el cual no concedía crédito a que la abundancia significara una traba para la actividad de los eclesiásticos, antes bien, de un modo inverso, un plausible aumento de su reputación, puesto que con el lucro era posible hacerse de un patrimonio, con tal de no provocar el escándalo. Formarían un gran cúmulo las citas proporcionadas por los escritos puritanos, censurando el deseo exagerado de amasar bienes y dinero, en contraste rotundo con los escritos éticos de la última etapa del medioevo, inmensamente más desentendida en esta cuestión. Además, las impugnaciones ante la abundancia están plenamente consideradas, y únicamente se requiere puntualizar algunos pormenores para advertir su verdadera significación y enlaces éticos. Ahora bien, si algo hay en verdad censurable para la moral es la satisfacción del descanso en la riqueza, (8) la fruición de los bienes, con los resultados ineludibles del sensualismo y de la indolencia, así como el consiguiente desvío del afecto ardiente hacia una vida “santa”. Por el solo hecho de que al descansar en la riqueza se corra un riesgo, ella es merecedora de condena, ya que el “eterno re poso del santo” se halla en el más allá; por eso quien quiera estar seguro de su estado de gracia en este mundo, debe “efectuar las obras de aquel que le ha enviado, en tanto que es día”. Conforme a la voluntad indudable de Dios, revelada por El, aquello que es válido para acrecentar su gloria no es la ociosidad ni el placer, por el contrario, son las obras; (9) en consecuencia, el primero y más importante de todos los pecados es el derroche del tiempo: la durabilidad de la existencia es demasiado breve y hermosa para consolidar nuestro sino. Desperdiciar el tiempo en la vida social, propalando murmuraciones, (10) en la opulencia, (11) inclusive, entregándose al sueño por más tiempo del que requiere la salud corporal, esto es, de seis a ocho horas, a lo sumo, (12) es del todo reprochable en cuanto a lo moral. (13) Aun no se dice tal como Franklin lo dejó escrito: “tiempo es dinero”; sin embargo, el principio adquiere ya validez desde el punto de vista espiritual. El valor del tiempo es ilimitado; una hora desperdiciada equivale a una hora substraída a la labor destinada a la glorificación de Dios, (14) razón por la cual pierde su valor y, en algunas ocasiones, hasta resulta asimismo censurable moralmente la contemplación inactiva, cuando menos si

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