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LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

lexdn211524 de Enero de 2012

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LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

El ensayo de WEBER, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, es su obra más conocida. Se dice que este trabajo no debería ser considerado como un estudio detallado del protestantismo, sino como una introducción a las obras posteriores de WEBER, en especial a sus estudios de la interacción entre varias ideologías religiosas y los comportamientos económicos.

En La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, WEBER presenta la tesis de que la ética y las ideas puritanas influenciaron el desarrollo del capitalismo. La devoción religiosa es usualmente acompañada del rechazo de los asuntos mundanos, incluyendo la búsqueda de una mejor posición económica. ¿Por qué no es éste el caso del protestantismo? Ésta es la paradoja que Weber trata en su ensayo.

Define al "espíritu del capitalismo" como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas. WEBER señala que tal espíritu no existe solamente en la cultura occidental, cuando lo consideramos como una actitud presente en los individuos ya que también hay que tomar en cuenta que estos individuos no podrían, por sí solos, establecer un nuevo orden económico como el capitalismo. Entre las tendencias identificadas por WEBER están la ambición de ganancias con un mínimo esfuerzo; la idea de que el trabajo es una maldición y una carga que debe evitarse, especialmente cuando las ganancias de éste exceden lo que es necesario para una vida modesta. Pero "Para que una forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo" — escribió WEBER — "pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos enteros de personas".

Después de definir al espíritu del capitalismo, WEBER argumenta que hay muchas razones para buscar sus orígenes en las ideas religiosas de la Reforma. Muchos observadores, tales como William Petty, Montesquieu, Henry Thomas Buckle, John Keats, y otros han comentado la afinidad entre el protestantismo y el desarrollo del espíritu comercial.

WEBER mostró que algunos tipos de protestantismo favorecían la búsqueda racional del beneficio económico. Si bien ése no fue el objetivo de esas ideas religiosas, resultó ser un producto ya que la lógica inherente a dichas doctrinas y los consejos derivados directa o indirectamente de ellas, promovían la búsqueda de un beneficio económico.

WEBER indicó que la razón por la que finalmente abandonó su investigación sobre el protestantismo fue que su colega Ernst Troeltsch, un teólogo profesional, había comenzado a trabajar en el libro Las enseñanzas sociales de las iglesias y sectas cristianas. Otra causa de la decisión de Weber fue que ese ensayo proporcionaba la perspectiva para una amplia comparación entre religión y sociedad, la cual continuó en sus obras posteriores

En una sola frase la tesis de WEBER es que el mundo protestante es más exitoso económicamente que el mundo católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: Amor al trabajo, honradez, ahorro y un apego permitido a lo material, algo que el catolicismo solo supo predicar los domingos pero no controlar ni inculcar en la cotidianeidad de su pueblo.

A diferencia de Marx, WEBER no se interesa por el capitalismo en oposición a una (hipotética) sociedad socialista, sino como expresión de la especificidad del mundo occidental y de la racionalidad moderna. Para ambos el capitalismo es un hecho determinante en el destino del hombre, pero WEBER no ve una causalidad económica determinante en la historia, sino una sincronía de elementos, religiosos, económicos, éticos... que al entrecruzarse en un determinado momento dan origen a una determinada racionalidad capitalista. Éste es el tema de LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO (1904-1905) sobre el que luego volverá en LA ÉTICA ECONÓMICA DE LAS RELIGIONES MUNDIALES (1915-1920).

Lo que le importa en estos libros es explicar la «mentalidad económica», capaz de elaborar el “ideal tipo” capitalista, cuando la creación de riqueza se convierte en un imperativo moral. Hay un momento, más o menos datable en la época de Lutero, en que la palabra alemana “Beruf” (“vocación”) pierde su sentido religioso y se convierte en “profesión” o, mejor incluso, en una mezcla de ambas: “vocación” y “profesión”. El “ideal tipo” capitalista puede datarse, mejor incluso, en Benjamin Franklin cuando atesorar se convierte en una acción moral y usar a los otros humanos para hacer dinero llega a convertirse en una virtud.

Sería un error, un reduccionismo insostenible a partir de los textos de WEBER, limitar el nacimiento del capitalismo moderno a la sola extensión de la mentalidad calvinista. Es más correcto considerar que la racionalidad del capitalismo surge cuando la responsabilidad individual de los fieles, que originariamente se expresaba a través del examen de conciencia, que en principio es un mecanismo religioso, llega a convertirse en un sistema –una ascética– del autocontrol económico. Así, la racionalización de lo que en origen era una estructura religiosa se erige en principio unificador y organizador de la vida social. La vocación (ética, religiosa) y el oficio (actividad económica) se confunden como medios a través de los cuales se expresa –y se agradece– la bendición de Dios y se realiza el destino de los humanos.

La idea de predestinación calvinista (elección divina insondable) se realiza “en el mundo” mediante la prosperidad económica; que alguien “ha sido elegido” por la divinidad se hace palpable y concreto por el éxito en la actividad económica. WEBER comenta que «con su inhumanidad patética, esta doctrina [el puritanismo] había de tener como resultado en el ánimo de una generación que la vivió en toda su grandiosa consecuencia, el sentimiento de una inaudita soledad interior del hombre» (Segunda parte, cap. I). Ante la imposibilidad por alcanzar la certeza de su salvación [certitudo salutis], los individuos transfieren a la actividad económica las disposiciones éticas que en ellos había modelado su confesión religiosa. O como comenta WEBER: «Sólo el elegido tiene propiamente la “fe efficax”, sólo él es capaz –gracias a la “regeneratio” y a la consiguiente “santificatio” de su vida entera– de aumentar la gloria de Dios por la práctica de obras realmente, y no sólo aparentemente, buenas»; en definitiva, lo que se produce es una transferencia de la “eficacia” de la fe a la “eficiencia” en el negocio. La vocación que antaño se expresaba en el ámbito monástico se concreta, de ahora en adelante, en la multiplicación de los beneficios en el mercado. La «santidad en el obrar elevada a sistema», propia del luteranismo se encontraba “con” y “en” la economía moderna.

No hay pues, una infraestructura económica que determine la ideología, sino una mutua implicación de religión y comportamiento económico. Sin la doble existencia de condiciones materiales y de disposiciones morales y religiosas, el capitalismo no sería posible. La «ética metódicamente racionalizada» por el calvinismo converge con el ascetismo necesario para la expansión del capitalismo. Es la conjunción sincrónica de ambos elementos lo que crea una economía racional moderna. Hay que enseñar previamente a ahorrar para que, mediante la acumulación, pueda crecer el capitalismo.

Ello explica que sociedades como las mediterráneas (católico romanas u ortodoxas), las árabes o las asiáticas hayan tenido un aterrizaje tan azaroso en la modernidad. No es por algún problema en los dogmas sino por la falta de un “ethos”. Se precisa una gran dosis de racionalización y de «desencantamiento del mundo» para que el capitalismo pueda llegar a desarrollarse.

En el plano empírico sería fácil mostrar que algunos territorios católicos y muchos territorios protestantes no cumplen con las condiciones factuales de la hipótesis weberiana. Ya en su época se le criticó, además, la poca atención al componente judío de la mentalidad capitalista. Después de la 2ª Guerra Mundial, Hugh Trevor-Roper documentó que a finales del siglo XVI la autonomía política de las ciudades europeas se veía limitada a la vez por el conservadurismo de los príncipes luteranos y por el poder de los reyes de España y Francia. También Fernand Braudel (especialmente su clásico: «Civilización material, economía y capitalismo») muestra, sin lugar a dudas que fueron las ciudades italianas (católicas) las que vieron nacer las primeras concentraciones de capital comercial y bancario. Es a los humanistas italianos a quienes cabe dar el mérito de haber reflexionado por primera vez sobre el significado del capitalismo. En definitiva, LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO puede ser un libro fácilmente “falsable” desde el punto de vista empírico. Pero lo que parece asumido es que el capitalismo nació contra la lógica del mercado o, si se prefiere, poniendo la acumulación por delante del intercambio. Y esa «mentalidad económica» deducida de lo que no era en principio económico o ventajoso a nivel primario explica en gran parte su originalidad como sistema.

La tesis principal de WEBER es que las ideas religiosas tienen una influencia importante en el desarrollo del espíritu económico. En este libro, escribe sobre las relaciones entre el espíritu del capitalismo moderno de Occidente y la ética racional del Protestantismo ascético. La relación que el describe es causal, siendo su principal punto que las doctrina de la fe Calvinista (especialmente la doctrina

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