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cheko0111 de Septiembre de 2012
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FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGÍA
Un ideal de la excelencia humana
RICARDO YEPES STORK
Eunsa
Pamplona, 1996
CAPÍTULO 8.
LA FELICIDAD Y EL SENTIDO DE LA VIDA
8.1 LA FELICIDAD: PLANTEMIENTO
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La manera más sencilla de definir la felicidad es decir que es aquello a lo
que todos aspiramos, aun sin saberlo, por el mero hecho de vivir. Ocurre
así sencillamente porque «la..felicidad es a las personas lo que la perfección
es a los entes» (Leibniz). Felicidad significa para el hombre plenitud,
perfección. Por eso, toda pretensión humana es «pretensión de felicidad
»401, todo proyecto vital, búsqueda de ella, todo sueño, aspiración a
encontrarla. A fin de esclarecer este complejo y sugestivo tema, adoptaremos
ya desde el principio una doble perspectiva: una exterior y objetiva,
viendo las cosas «desde afuera», y otra más experimental y subjetiva, metiéndonos
dentro de nosotros mismos. Ambas se complementan mutuamente.
Respecto de la primera perspectiva, dijimos más atrás (2.7) que la vida
lograda, felicidad o autorrealización exige la plenitud de desarrollo de
todas las dimensiones humanas, la armonía del alma, y que ésta, considerada
desde afuera, se consigue si hay un fin, un objetivo (skopós) que
unifique los afanes, tendencias y amores de la persona, y que dé unidad y
dirección a su conducta. Los clásicos acostumbraron a decir que la felicidad
es ese fin, el bien último y máximo al que todos aspiramos, y que
todos los demás fines, bienes y valores los elegimos por él402. La felicidad
sería pues, el bien incondicionado, el quie dirige todas nuestras acciones
y colma todos nuestros deseos. Es bien incondicionado no sería, evidentemente,
medio para conseguir ningún otro, pues los contendrían a todos y
alcanzarlo supondría tener una vida lograda. Los clásicos nunca vacilaron
en decir que un bien semejante sólo podía se el Bien Absoluto, es decir,
Dios403 (17.8).
Según esta consideración «objetiva», la felicidad consiste en la posesión
de un conjunto de bienes que significan para el hombre plenitud y perfección.
Es un planteamiento que busca responder a esta pregunta: ¿qué
bienes hacen feliz al hombre? Se trataría de aquellos que constituyen una
vida lograda, una vida plena, o, como decían los clásicos, una vida
buena (8.2).
Sin embargo, para hacerse cargo de todo el alcance de la cuestión de la
felicidad es preciso ver las cosas «desde dentro» de nosotros mismos, de
una manera más vital y práctica, más «interior»: ¿Cómo vivo y siento yo mi
felicidad? ¿Qué significa para mí tener una vida lograda, ser feliz? ¿Lo
soy realmente? ¿Acaso lo puedo ser?
Se dijo más atrás (6.5) que vivir es ejercer la capacidad de forjar proyectos
y después llevarlos a cabo. Cada uno hacemos nuestra propia vida de
un modo biográfico, y por eso tiene tanta importancia la pretensión vital de
cada uno, aquello que cada uno le pide a la vida y procura por todos los
medios conseguir.
Somos felices en la media en que alcanzamos aquello a lo que aspiramos.
El problema es que muchas veces eso no se consigue, porque queremos
quizá demasiadas cosas. Por eso, «la felicidad consiste en la realización
de la pretensión… pero como la pretensión es compleja y múltiple,
su realización es siempre insuficiente»404. Así aparece el carácter bifronte
de la felicidad: es algo que constituye el móvil de todos nuestros actos, pero
nunca terminamos de alcanzarla del todo, puesto que siempre hemos
de renunciar a algo. Parece como si la felicidad fuese una necesidad ineludible
e irrenunciable, que sin embargo muchas veces parece imposible
de satisfacer.
Por eso, para estudiar la felicidad desde esta segunda perspectiva (8.3),
hemos de fijarnos sobre todo en las pretensiones que tenemos, en nuestros
proyectos e ideales, y en el modo en que los realizamos. Es una perspectiva
de la felicidad que mira hacia el futuro, pues es él donde están los
bienes que buscamos. Se trata de constestar a la pregunta: ¿cómo ser
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feliz?405. Este modo de enfocar la cuestión permite que surjan las preguntas
acerca del sentido de la vida: ¿Qué vida merece la pena vivir? ¿Es
que en general merece la pena vivir? ¿Qué sentido tiene la vida (si es que
tiene alguno)? ¿Qué sentido tiene mi vida, lo que hago cada día?
Evidentemente, la primera forma de ser feliz es no ser un desgraciado o
un miserable (6.5) pues «la miseria se opone a la felicidad»406. En la vida
humana y también en la felicidad, lo más alto no se sostiene sin lo más
bajo: hay unas condiciones mínimas que tienen que cumplirse. De lo contrario
esa felicidad sería una farsa. Esas condiciones son las que se recogen
en la palabra bienestar (13.2).
La desgracia es el advenimiento del mal y el dolor al a vida humana (16.1).
Esta última contiene una dualidad, un tránsito, desde el advenimiento del
mal hasta el logro del bien, desde la infelicidad hasta la alegría. No se puede
olvidar este amplio contexto de la cuestión de la felicidad: ésta consiste,
radicalmente, en la liberación del mal (16.9). Por eso, es preciso advertir
que la limitación natural del hombre, temporal, física, moral, es el punto
de partida para considerar la felicidad, la cual tiene cierto carácter de mata
o fin, a alcanzar desde la inevitable experiencia de la limitación y de la
finitud que toda vida humana tiene (16.2), y cuya serena aceptación es la
primera condición para no echar a perder la dicha que dentro de ella puede
conseguirse (16.4).
Sin embargo, aquí vamos a tratar la felicidad, no tanto como liberación del
mal y de la desgracia407, sino como alcanzamiento y celebración del bien.
La primera cuestión pertenece a la experiencia de los límites de la vida
humana, dentro del contexto de su destino, lo cual será tratado más adelante
(16.6). Ahora, por tanto, no vamos a fijarnos principalmente en los
mínimos de la felicidad, sino en la respuesta a las preguntas planteadas.
Aunque en los primeros epígrafes de este capítulo trataremos de dar una
respuesta realista y seria a todas ellas, no podemos olvidar que hay mucha
gente que no cree en la felicidad, que la considera una ilusión, un imposible.
Asimismo hay otra mucha gente que entiende por una vida buena
algo muy diferente a lo que aquí se va a sostener. Todas esas posturas
merecen ser caracterizadas y presentadas aquí, puesto que son soluciones
al problema de la felicidad y el sentido de la vida que de hecho nos
encontramos con frecuencia junto a nosotros. Se trata de analizar (8.8) las
ideas más normales y pragmáticas acerca de la felicidad, según las
cuales ésta reside en el bienestar y la evitación del dolor, en la búsqueda
del propio interés, en la consecución de placeres rápidos e inocuos, e incluso
en la acumulación de poder, influencia y riquezas.
8.2 LOS ELEMENTOS DE LA VIDA BUENA
La vida buena (que no la buena vida408) era para los clásicos la que contiene
y posee los bienes más preciados: la familia y los hijos en el hogar,
una moderada cantidad de riquezas, los buenos amigos, una moderada
buena suerte o fortuna que aleje de nosotros la desgracia, la fama, el honor,
la buen salud, y, sobre todo, una vida nutrida en la contemplación
de la verdad y la práctica de la virtud. Hoy todavía se puede mantener que
la posesión pacífica de todos estos bienes constituye el tipo de vida que
pueda hacernos felices409.
La vida buena incluye en primer lugar el bienestar, es decir, unas condiciones
materiales que permitan «estar bien», y en consecuencia tener «desahogo
», «holgura» suficiente para pensar en bienes más altos: son las
condiciones mínimas antes mencionadas, que permiten salir de la miseria.
La forma actual de entender el bienestra se puede resumir en la expresión
calidad de vida, que se presta desde luego a ciertos equívocos (8.8.4). En
ella podemos incluir en primer lugar la salud física y psíquica, el cuidado
del cuerpo y de la mente, y la armonía del alma. En segundo lugar, la satis134
facción de las diferentes necesidades humanas, tanto primordiales como
derivadas (13.1). En tercer lugar se ha de contar con las adecuadas condiciones
naturales y técnicas en nuestro entorno, de modo que sean sanos
y saludables, y tengan las comodidades normales de las que hoy nadie
pensaría en prescindir.
La adecuada instalación y conservación de la persona en estas circunstancias
corporales, anímicas, naturales y técnicas constituyen la calidad
de vida necesaria para la felicidad. Sin embargo, hoy en día tiene especial
importancia insistir en que los bienes que hacen feliz al hombre no son sólo
los útiles, los que dan el bienestar, sino aquellos otros que son dignos
de ser amados por sí mismos, porque son de por sí valiosos y bellos
(7.5), y enriquecen al hombre en su
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