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Perspectivas alternativas sobre la política de estabilización

NaceacheoApuntes18 de Diciembre de 2018

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La función del banco central es retirar la jarra de sangría justo en el momen- to en que empieza la fiesta.

William McChesney Martin

Lo que necesitamos no es un hábil conductor monetario del vehículo económi- co que mueva continuamente el volante para adaptarse a las irregularidades imprevistas del camino, sino un mecanismo que impida que el pasajero mone- tario que va en el asiento de detrás como lastre se abalance hacia delante y dé un volantazo que amenace con echar al automóvil fuera de la carretera.

Milton Friedman

¿Cómo deben responder los responsables de la política económica al ciclo econó- mico? Las dos citas anteriores –la primera de un antiguo presidente de la Reserva Federal y la segunda de un destacado crítico del Fed– muestran la diversidad de opiniones sobre cuál es la mejor respuesta a esta pregunta.

Algunos economistas, como William McChesney Martin, consideran que la economía es inherentemente inestable y que la demanda y la oferta agregadas experimentan perturbaciones frecuentemente. A menos que las autoridades eco- nómicas utilicen la política monetaria y fiscal para estabilizar la economía, estas perturbaciones provocarán fluctuaciones innecesarias e ineficientes en la produc- ción, el paro y la inflación. Según el dicho popular, la política macroeconómica debe «navegar a contracorriente», estimulando la economía cuando esté en rece- sión y frenándola cuando esté recalentada.

Otros economistas, como Milton Friedman, consideran que la economía es estable por naturaleza y acusan a las malas decisiones económicas de las grandes fluctuaciones que a veces se observan. Sostienen que la política económica no debe tratar de «sintonizar perfectamente» la economía. Los responsables de la po-

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lítica económica deben admitir, por el contrario, su limitada capacidad y sentirse satisfechos con no causar ningún daño.

Este debate, que ha persistido durante décadas, tiene numerosos protagonistas que han expuesto diversos argumentos para defender sus posturas. Cobró especial relevancia cuando las economías de todo el mundo se sumieron en una recesión en 2008. La cuestión fundamental es saber cómo hay que utilizar la teoría de las fluctuaciones económicas desarrollada en los capítulos anteriores.

En este nos hacemos dos preguntas inspiradas en este debate. En primer lugar, ¿debe la política monetaria y fiscal tratar activamente de estabilizar la economía o debe permanecer pasiva? En segundo lugar, ¿deben tener libertad los respon- sables de la política económica para responder a discreción a los cambios de la situación económica o deben comprometerse a seguir una regla fija?

18.1 ¿Debe ser la política económica activa o pasiva?

Los responsables de la política económica consideran que la estabilización econó- mica es una de sus principales competencias. Como hemos visto en los capítulos anteriores, la política monetaria y la política fiscal pueden ejercer una poderosa influencia en la demanda agregada y, por lo tanto, en la inflación y en el paro. Cuando el Parlamento o el Gobierno consideran la posibilidad de introducir un cambio en la política fiscal o cuando el banco central estudia un cambio de su po- lítica monetaria, lo primero es dirimir de qué manera el cambio previsto irá en la inflación y el paro y si será necesario estimular o contener la demanda agregada. Aunque los gobiernos gestionan desde hace tiempo la política monetaria y fis- cal, la idea de que deben utilizar estos instrumentos para tratar de estabilizar la economía es más reciente. En Estados Unidos, la Employment Act (ley de empleo) de 1946 fue una ley que marcó un hito y en virtud de la cual el Gobierno de este país fue declarado responsable por primera vez de los resultados macroeconó- micos. Establece que «fomentar el pleno empleo y la producción... es una de las directrices y competencias permanentes del Gobierno federal». Esta ley se redactó cuando aún permanecía vivo el recuerdo de la Gran Depresión. Los legisladores que la redactaron creían, como muchos economistas, que si el Gobierno no in- tervenía activamente en la economía, algunos acontecimientos de consecuencias devastadoras, como la Gran Depresión, iban a ocurrir de manera sistemática.

Para muchos economistas, los argumentos a favor de una intervención activa del Gobierno son claros y sencillos. Las recesiones son periodos de elevado paro, baja renta y aumento de las dificultades económicas. El modelo de demanda y ofer- ta agregadas muestra que las perturbaciones de la economía provocan recesiones. También muestra que la política monetaria y fiscal puede evitar (o al menos ate-

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nuar) las recesiones resultantes de estas perturbaciones. Desde este punto de vista, sería un despilfarro no utilizar estos instrumentos para estabilizar la economía.

Otros, en cambio, critican los intentos de los gobiernos de estabilizar la econo- mía. Sostienen que estos no deben intervenir en la política macroeconómica. A pri- mera vista, esta idea puede parecer sorprendente. Si nuestro modelo muestra cómo puede evitarse o reducirse la gravedad de las recesiones, ¿por qué quieren estos críticos que los gobiernos se abstengan de utilizar la política monetaria y fiscal para estabilizar la economía? Para averiguarlo, examinemos algunos de sus argumentos.

Retardos en la aplicación y en los efectos de las medidas económicas

La estabilización económica sería fácil si los efectos de la política económica fue- ran inmediatos. Gestionar la política sería como conducir un automóvil: bastaría con que las autoridades económicas ajustaran sus instrumentos para mantener la economía en la senda deseada.

Sin embargo, gestionar la política económica se parece más a gobernar un gran barco que a conducir un automóvil. Un automóvil cambia casi inmediatamente de dirección cuando se gira el volante. En cambio, los barcos cambian de dirección mu- cho después de que el piloto haya ajustado el timón, y una vez que el barco comien- za a girar, continúa girando mucho tiempo después de que el timón haya retornado a su posición normal. Un principiante probablemente gire excesivamente el timón y cuando se dé cuenta del error, reaccionará excesivamente girándolo demasiado en el sentido opuesto. El resultado puede ser un rumbo inestable; el principiante responderá a los errores anteriores haciendo correcciones cada vez mayores.

Los responsables de la política económica se enfrentan, al igual que el piloto de un barco, al problema de los largos retardos. En la práctica, este problema es aún más complicado porque resulta difícil predecir la duración de estos retar- dos. El resultado es que la gestión de la política monetaria y fiscal resulta terri- blemente complicada.

Los economistas distinguen entre dos tipos de retardo en la política de estabiliza- ción: el retardo interno y el externo. El retardo interno es el tiempo que transcurre entre una perturbación que afecta a la economía y la adopción de medidas. Este retar- do surge porque los responsables de la política económica tardan tiempo, primero, en reconocer que se ha producido una perturbación y, después, en adoptar las medidas oportunas. El retardo externo es el tiempo que transcurre entre la adopción de una medida y su influencia en la economía. Este retardo se debe a que las medidas de po- lítica económica no influyen inmediatamente en el gasto, la renta y el empleo.

Cuando se utiliza la política fiscal para estabilizar la economía, uno de los pro- blemas fundamentales es el largo retardo interno. Este problema es especialmente

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importante en Estados Unidos, donde los cambios del gasto o de los impuestos requieren la aprobación del presidente y de las dos cámaras del Congreso. El lento y pesado proceso legislativo suele provocar retrasos, convirtiendo la política fiscal en un instrumento impreciso para estabilizar la economía. Este retardo interno es más breve en los países que tienen sistemas parlamentarios, como el Reino Unido, ya que el partido en el poder a menudo puede aprobar más deprisa la introduc- ción de cambios en la política económica.

La política monetaria tiene un retardo interno mucho más breve, pues el ban- co central puede tomar la decisión y aplicar un cambio de política en menos de un día, pero tiene un largo retardo externo. Actúa modificando la oferta monetaria y los tipos de interés, los cuales influyen a su vez en la inversión y en la demanda agregada. Sin embargo, muchas empresas elaboran con mucha antelación sus pla- nes de inversión, por lo que un cambio de la política monetaria está pensado para que influya en la actividad económica alrededor de seis meses después de que se lleva a cabo.

Los largos y variables retardos de la política monetaria y fiscal dificultan, sin duda, la estabilización de la economía. Los partidarios de que la política económi- ca adopte un papel pasivo sostienen que es casi imposible que la política de estabi- lización tenga éxito debido a estos retardos. Puede ocurrir incluso que los intentos de estabilizar la economía resulten desestabilizadores. Supongamos que cambia la situación económica entre el momento en el que se toma una medida y el momen- to en que esta afecta a la economía. En este caso, una política activa puede acabar estimulando la economía cuando está recalentada o deprimirla cuando ya está enfriándose. Los partidarios de que la política económica desempeñe un papel activo admiten que esos retardos obligan a las autoridades económicas a ser cautas. Pero sostienen que no significan necesariamente que la política deba ser totalmente pasiva, sobre todo cuando hay una recesión económica grave y prolongada, como la que comenzó en 2008 en Estados Unidos.

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