LAS PSICOPSIS DESDE LA CONCEPCION PSIQUIATRICA
Nancy GonzalezApuntes15 de Junio de 2021
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PSICOPATOLOGÍA II
UNIDAD I. LAS PSICOPSIS DESDE LA CONCEPCION PSIQUIATRICA
GALENDE, E. DE UN HORIZONTE INCIERTO- PSICOANALISIS Y SALUD MENTAL EN LA SOCIEDAD ACTUAL. Cap. II, punto 6 - 6. LA NUEVA NERVIOSIDAD MODERNA
Estamos asistiendo a un consumo masivo de psicotrópicos para aliviar estos malestares surgidos del peso de una presión psíquica inédita y de una crisis identitaria. Lo que puede observarse en esta nerviosidad en los individuos y lo que en la sociedad se manifiesta como violencia cotidiana, ansiedad de los ritmos urbanos y nuevas formas de violencia, responden a un mismo proceso.
El consumo ya es un dato aceptado de la realidad actual, la prescripción masiva de tranquilizantes es una solución inadaptada a los problemas de la ansiedad y de las dificultades del vivir que asocian múltiples impedimentos personales a un debilitamiento de las relaciones afectivas y de solidaridad “no financieras” entre individuos.
Desde antaño el hombre ha recurrido a ciertas drogas para evadirse de la realidad, sobre todo cuando esta resulta dolorosa. Lo nuevo del fenómeno actual consiste en que millones de mujeres y hombres recurren a nuevas drogas (tranquilizantes, ansiolíticos, hipnóticos etc.) para soportar ciertos malestares de la vida social que son sufridos en sus cuerpos y sus mentes pero efectúan este consumo bajo la presión y el requerimiento imperioso de la integración social y el mantenimiento de las relaciones con sus jefes, compañeros etc. Se trata de drogas para la vida social, justamente en una sociedad cuya integración y mantenimientos se han vuelto altamente competitivos y amenazantes. Los modelos sociales dominantes recurren a diario a las drogas para sostener sus vidas exitosas. Es preciso tener en cuenta este giro desde la relación de las drogas con la evasión hacia su utilización para la integración en sociedad. Las drogas clásicas de la evasión eran y son utilizados bajo el peso de la clandestinidad e imponían al individuo el costo de una cierta marginación social, ya que su uso era censurado socialmente y reprimido legalmente en algunos casos.
Hoy los psicofármacos están legitimados por los médicos en primer lugar, ya que se trata de medicamentos por los laboratorios productores que los mantienen en el espacio de la ciencia y la enfermedad y no del vicio como las drogas y por la misma sociedad que acepta esta nerviosidad o depresión como una enfermedad leve.
Los individuos impedidos de actuar sobre sus causas, o aun de pensar sobre las causas de la tristeza, el insomnio la ansiedad o el decaimiento, el consumo de psicotrópicos permiten ignorar estos interrogantes aliviando sus manifestaciones objetivas.
Se transformaron rápidamente en un tipo de consumo dirigido a soportar estas nuevas formas del sufrimiento social, integrando la larga lista de paliativos que el mismo progreso nos estaría ofreciendo: a la ansiedad tranquilizantes; a la distracción, TV, videos para excitarnos y hacernos tolerable la soledad y la perdida de otros vínculos sociales, a los pesos de la realidad, para situarnos en una realidad más reconfortable.
Esta nerviosidad moderna y este consumo exorbitante de psicofármacos hablan de las formas del lazo social en una sociedad que es crecientemente una sociedad de individuos aislados de una exigencia social que empuja a cada uno de los individuos a construir su propia libertad, a asumir por sí mismo los riesgos de la vida a conquistar su identidad social en una lucha cotidiana con los modelos de éxito ajenos a su experiencia de la realidad a emprender caminos cada vez más ilusorios e irreales de integración social, de triunfo competitivo o realización personal. El triunfo de los psicofármacos y de algunas drogas como la cocaína es un indicador sociocultural de un nuevo imaginario y una nueva pasión social: ser uno mismo y a la vez no ser más que eso.
ROUDINESCO, E. ¿POR QUÉ DEL PSICOANÁLISIS? Cap. II: Los medicamentos del espíritu.
Desde 1950 los psicotrópicos modificaron el paisaje de la locura. Sustituyeron la camisa de fuerza y los tratamientos de shock por la envoltura medicamentosa. Sin bien o curan han revolucionado las representaciones del psiquismo mediante la fabricación de un hombre nuevo, liso y sin humor.
Prescriptos tanto por médicos clínicos como por especialistas de la psicopatología, los psicotrópicos tienen por resultado normalizar la conducta y suprimir los síntomas del sufrimiento psíquico sin buscar su significación.
Los psicotrópicos son clasificados en tres grupos:
- Los psicolépticos, encontramos los hipnóticos (Trastornos del sueño) los ansiolíticos y los tranquilizantes que suprimen los signos de angustia y ansiedad, de la fobia y de las neurosis. Neurolépticos, medicamentos específicos de la psicosis y delirios crónicos o agudos.
- Los psicoanalépticos, estimulantes y antidepresivos.
- Los psicodislépticos, medicamentos alucinógenos, los estupefacientes y los reguladores del humor.
La psicofarmacología aporto en un principio un espacio de libertad al hombre. Puesto en circulación en 1952 por dos psiquiatras franceses, Jean Delay y Pierre Deniker, los neurolépticos le devolvieron al loco su palabra, permitieron su reintegración a la sociedad. Los tratamientos barbaros e ineficaces fueron abandonados. Y aportaron a los neuróticos y depresivos mayor tranquilidad.
Sin embargo, la psicofarmacología se ha transformado hoy en día, en el estandarte de una suerte de imperialismo. Permite, en efecto, a los médicos (y sobre todo a los generalistas) abordar del mismo modo toda suerte de afecciones sin que se sepa nunca de qué tratamiento se trata. Psicosis, neurosis, fobias, melancolías y depresiones son tratadas entonces por la psicofarmacología, así como tantos estados ansiosos consecutivos a duelos, a crisis de pánico pasajeras, o a una nerviosidad extrema debida a un entorno difícil: “El medicamento psicotrópico”, escribe Edouard Zarifian, “ devino lo que es sólo porque apareció en el momento oportuno. Se transformó así en el símbolo de la ciencia triunfante -la que explica lo irracional y cura lo incurable El psicotrópico simboliza el triunfo del pragmatismo y del materialismo sobre las elucubraciones psicológicas y filosóficas que intentan aprehender al hombre”.
El poder de la ideología medicamentosa es tal que cuando pretende ofrecer al hombre los atributos de su virilidad, se acerca a la locura. De este modo, el sujeto que se cree impotente tomará Viagra para poner fin a su angustia sin conocer jamás la causalidad psíquica expresada por su síntoma. Mientras, por otro lado, el hombre cuyo miembro realmente desfallece tomará el mismo medicamento para mejorar sus performances, pero sin aprehender nunca la causa orgánica de su impotencia. Lo mismo sucede con la utilización de ansiolíticos y antidepresivos. La persona “normal”, golpeada por una serie de desgracias (pérdida de un ser querido, abandono, desempleo, accidente) verá que se le prescribe, en caso de angustia o duelo, el mismo medicamento que a otro que no tiene ningún drama para afrontar, pero presenta trastornos idénticos por su estructura melancólica o depresiva: “Cuántos médicos”, escribe E. Zarifian, “prescriben un tratamiento antidepresivo a personas que simplemente están tristes, y a las cuales la ansiedad las conduce a una dificultad para conciliar el sueño”.
La histeria de antaño traduce una protesta del orden burgués que atraviesa el cuerpo de las mujeres. A esta revuelta impotente, pero fuertemente significativa por sus contenidos sexuales, Freud le atribuía un valor emancipador del cual se beneficiarían todas las mujeres. Cien años después de este gesto inaugural, asistimos a una regresión. En los países democráticos, todo sucede como si ya no fuese posible ninguna rebelión, como si la idea misma de subversión social, incluso intelectual, se hubiese vuelto ilusoria, como si el conformismo y el higienismo propios de la nueva barbarie del bio-poder hubiesen ganado la partida. De allí la tristeza del alma y la impotencia del sexo, de allí el paradigma de la depresión.
Si la emergencia del paradigma de la depresión significa que la reivindicación de una norma ha relevado la valorización del conflicto, esto quiere decir también que el psicoanálisis ha perdido su fuerza subversiva. Tras haber contribuido ampliamente, durante todo el siglo XIX, no sólo a la emancipación de las mujeres y de las minorías oprimidas sino también a la invención de nuevas formas de libertad, ha sido desalojado (como la histeria) de la posición central que ocupaba tanto en los saberes de orden terapéutico y clínico (psiquiatría, psicoterapia, psicología clínica) como de las disciplinas mayores que le rendían tributo (psicología, psicopatología).
El psicoanálisis se ha transformado en un idioma común, hablado tanto por las masas como por las elites, y en todo caso por todos los practicantes del continente “psi”. Ya nadie ignora, hoy en día, el vocabulario freudiano: fantasía, superyó, deseo, libido, sexualidad, etc.
Sabemos sin embargo que el medicamento no se opone en sí al tratamiento por la palabra. Francia es hoy en día el país de Europa con el consumo de psicotrópicos más elevado y en el cual, simultáneamente, el psicoanálisis está más instalado (tanto por la vía médica y curativa –psiquiatría, psicoterapia- como por la vía cultural –literatura, filosofía-). Si entonces el psicoanálisis es colocado junto a la psicofarmacología, es también porque los pacientes mismos, sometidos a la barbarie de la biopolítica, quieren que sus síntomas psíquicos tengan una causa orgánica.
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