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Caso Dora


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  1.008 Palabras (5 Páginas)  •  504 Visitas

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Después de haber mostrado en mi Interpretación de los sueños (1900) que los

sueños son, en general, interpretables y que una vez llevada a término la labor

interpretadora pueden ser reemplazados por ideas irreprochablemente estructuradas,

susceptibles de ser interpoladas en un lugar determinado y conocido de la continuidad

anímica, quisiera presentar, en las páginas que siguen, un ejemplo de aquella única

aplicación práctica de que hasta ahora parece susceptible el arte onirocrítico. En mi obra

antes citada expuse ya cómo llegué a encontrarme ante el problema de los sueños. Se alzó

de pronto en mi camino, cuando intentaba lograr la curación de las psiconeurosis por medio

de un procedimiento psicoterápico especial, y los enfermos comenzaron a comunicarme,

entre otros procesos de su vida anímica, sueños por ellos soñados que parecían demandar

un lugar entre las relaciones del síntoma patológico con la idea patógena. Aprendí por

entonces a traducir al lenguaje vulgar el idioma de los sueños, y actualmente puedo afirmar

que tal conocimiento es indispensable para el psicoanalítico, pues los sueños nos muestran

el camino por el que puede llegar a la conciencia aquel material psíquico que, a causa de la

resistencia provocada por su contenido, ha quedado reprimido y confinado fuera de la

conciencia, haciéndose con ello patógeno. O más brevemente, los sueños son uno de los

rodeos que permiten eludir la represión; uno de los medios principales de la llamada

representación psíquica indirecta.

La presente comunicación fragmentaria del historial clínico de una muchacha

histérica intenta mostrar cómo la interpretación de los sueños interviene en la labor

analítica. Me procura, además, una ocasión de propugnar públicamente y por vez primera,

con toda la amplitud necesaria para su mejor comprensión, una parte de mis opiniones

sobre los procesos psíquicos y sobre las condiciones orgánicas de la histeria. Reconocido,

ya, en general, que para aproximarse a la solución de los grandes problemas que la histeria

plantea al médico y al investigador es preciso un fervoroso y profundo estudio y errónea la

anterior actitud de despreciativa ligereza, no creo tener que disculparme de la amplitud con

que he tratado el tema. Ya que: Nicht Kunst und Wissenschaft allein, Geduld will bei dem

Werke sein (La ciencia y el arte a solas no sirven, en el trabajo debe mostrarse la paciencia;

del Fausto, de Goethe).

Ofrecer al lector un historial clínico acabadamente preciso y sin la menor laguna

supondría situarle desde un principio en condiciones muy distintas a las del observador

médico. Los informes de los familiares del enfermo —en este caso los suministrados por el

padre de la paciente— suelen no procurar sino una imagen muy poco fiel del curso de la

enfermedad. Naturalmente, yo inicio luego el tratamiento, haciendo que el sujeto me relate

su historia y la de su enfermedad; pero lo que así consigo averiguar no llega tampoco a

proporcionarme orientación suficiente. Este primer relato puede compararse a un río no

navegable, cuyo curso es desviado unas veces por masas de rocas y dividido otras por

bancos de arena que le quitan profundidad. No puede menos de producirme asombro

SIGMUND FREUD

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encontrar en los autores médicos historiales clínicos minuciosamente precisos y coherentes

de casos de histeria. En realidad, los enfermos son incapaces de proporcionar

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