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Ciclo Vital De La Familia

deey28 de Febrero de 2013

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PALABRAS DE LA DRA. ROSAURA RUIZ GUTIÉRREZ, DURANTE LA CEREMONIA

POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA ACADEMIA MEXICANA DE

CIENCIAS

México D.F., 1 de diciembre de 2009

Dr. José Narro Robles, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México;

Dr. José Antonio de la Peña Mena, Director Adjunto de Desarrollo Científico y

Académico del CONACYT (En representación del Mtro. Juan Carlos Romero

Hicks, Director General del CONACYT);

Dr. Rodolfo Tuirán Gutiérrez, Subsecretario de Educación Superior de la

Secretaría de Educación Pública (En representación del Mtro. Alonso Lujambio,

Secretario de Educación);

Dr. René Asomoza Palacios, Director General del Centro de Investigación y de

Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional;

Dr. Luis Humberto Fabila Castillo, Coordinador General de Posgrado e

Investigación del Instituto Politécnico Nacional (En representación del Director

General del IPN, Dr. Enrique Villa Rivera);

Dr. Javier Garciadiego, Presidente de El Colegio de México;

Dra. Esther Orozco Orozco, Directora del Instituto de Ciencia y Tecnología del

Distrito Federal (En representación del Jefe de Gobierno del Distrito Federal,

Lic. Marcelo Ebrard);

Dr. Adolfo Martínez Palomo, Coordinador General del Consejo Consultivo de

Ciencias de la Presidencia de la República;

Dr. Juan Pedro Laclette San Román, Coordinador General del Foro Consultivo

Científico y Tecnológico;

Dr. Reyes Tamez Guerra, Presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología de

la Cámara de Diputados;

Señores ex Presidentes de la Academia Mexicana de Ciencias;

Distinguidos invitados e invitadas, amigos todos.

Introducción

Desde el año 1958, un reducido grupo de investigadores se planteó la

necesidad de organizar una academia de ciencias que agrupara a los más

destacados científicos mexicanos, con el propósito de crear un espacio de reflexión,

discusión y difusión de sus proyectos de investigación, y con el espíritu de preservar un

alto nivel científico. En enero de 1959, se llevó a cabo la primera reunión formal, con la

asistencia de los doctores Guillermo Haro, Alberto Sandoval, José Luis Mateos, Emilio Lluis,

Eugenio Mendoza, José Adem, Arcadio Poveda y Juan Manuel Lozano. En agosto de 1959

se firmó el acta constitutiva, dando lugar a la entonces Academia de la Investigación 2

Científica, con 54 distinguidos miembros fundadores, entre los que por cierto figuraban

destacados humanistas como Alfonso Reyes, Eli de Gortari, Eduardo García Máynez, y 4

mujeres, como la astrónoma Paris Pishmish.

Veinticinco años más tarde, en 1984 el doctor José Sarukhán, entonces presidente de

nuestra Academia, expresó:

“En el año 2009, al final de la primera década del siglo XXI, la Academia celebrará 50

años de vida. Confío que quien haga, en una ceremonia como ésta, la relación del estado

de cosas en el sistema científico de ese tiempo, lo encuentre, en comparación con el

actual, como un sistema mucho más robustecido, que ha desempeñado un papel central

en el desarrollo cultural y social del país, y que esté conformado en el esquema social y

productivo de México como una parte indisoluble de la vida diaria del país.”

Hoy nos corresponde responder objetiva y racionalmente a este vaticinio, tanto de manera

afirmativa como negativa. No, el sistema científico no desempeña todavía el papel central

en el desarrollo cultural y social del país, ni está conformado en el esquema social y

productivo de México, ni constituye aún una parte indisoluble de su vida diaria. Podemos

afirmar en cambio, con orgullo, que la ciencia mexicana sí es un sistema mucho más

robustecido, conformado por una comunidad pequeña pero de clase mundial, que se ha

enriquecido en sus contenidos y alcances, y se ha diversificado. Entre sus logros, que son

muchos, hay que destacar su contribución al aumento de la calidad de la educación

superior: no se entenderían los grandes avances de instituciones como la Universidad

Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, Universidades como las de

Guadalajara y del Estado de México, los centros del Consejo Nacional de Ciencia y

Tecnología y demás instituciones públicas de investigación, sin sus contribuciones a la

ciencia, a las humanidades y a la tecnología.

Otro logro, es el avance de las mujeres en el trabajo académico. Por ejemplo, en los

inicios de nuestra agrupación, representaban el 8% de la membresía, mientras que hoy

asciende a casi 23%. Lo mismo ha ocurrido con el Sistema Nacional de Investigadores, y

hay también un mayor reconocimiento para sus actividades. Cada vez hay más premios

que valoran el trabajo de las investigadoras. En ese mismo sentido, la AMC ha impulsado

importantes programas con perspectiva de género, como son los Premios L’Oréal-UNESCO

y otro galardón que próximamente ofrecerá nuestra Academia junto con el Gobierno de la

Ciudad de México, a través de su Instituto de Ciencia y Tecnología.

Con sus logros y rezagos, el balance nos obliga a admitir hoy que el impacto de la

ciencia, las humanidades y la tecnología no es ni lejanamente lo que el México requiere. El

avance del conocimiento no es una prioridad nacional, la ciencia no cuenta cuando se

trata de resolver los grandes problemas del país, debido a la falta de una auténtica política

de Estado que valore el potencial de la ciencia y la ubique como una prioridad en su

agenda.

La evidencia más fehaciente es, a 150 años de la publicación de El Origen de las Especies,

y de la proclamación de las Leyes de Reforma, el avance del oscurantismo y el ataque a la

laicidad con la aprobación de leyes basadas en planteamientos religiosos, que definen

como humano, con todos sus derechos, a una célula, el cigoto. Con tal perspectiva, no 3

sólo se viola el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, sino que además se

prohíbe la investigación en células embrionarias, a pesar de la repercusión probada que

ésta tiene en beneficio de campos de atención prioritaria como el de la salud. Se trata,

además, de una visión absolutamente determinista, pues omite el papel del ambiente, de

la cultura, de la educación, entre otros, en la constitución de un ser humano. Por ello, la

Academia Mexicana de Ciencias convocará a las instituciones de educación superior y

centros de investigación a presentar amparos, en tanto dichas leyes limitan la libertad de

investigación.

Pese a todo, la comunidad científica mexicana co-participa a nivel mundial en la

construcción de una sociedad basada en el conocimiento, y este movimiento internacional

es el que impulsa el desarrollo exponencial de grandes avances, nuevos inventos y

descubrimientos. Somos conscientes de que el conocimiento científico, humanístico y

tecnológico tiene y tendrá un protagonismo importante en los progresos y adelantos que

se alcancen. En pocos años, la innovación tecnológica hará posible una nueva revolución

industrial. Sabemos también que aún no se produce 75% del conocimiento que la

humanidad utilizará en el año 2050.

En suma, a cincuenta años de la creación de la Academia Mexicana de Ciencias, las

decisiones estratégicas que afectan el desarrollo de nuestra Nación, todavía no incorporan

al conocimiento científico para definir el modelo de país. Las evidencias muestran que las

bases de la competitividad internacional en una economía planetaria, son la ciencia y la

tecnología, factores determinantes de jerarquía en las relaciones de fuerza mundiales. Por

ello, la autonomía de un país depende, en primer lugar, de su capacidad científicotecnológica, como se ha demostrado con las políticas de educación superior, ciencia y

tecnología de Brasil. En otras regiones del mundo, China y la India empiezan a constituirse

como verdaderas potencias en esta materia.

La situación actual de la ciencia en México

El desarrollo de la investigación científica y tecnológica del país muestra los siguientes

rasgos preocupantes:

• El pequeño número de alumnos de doctorado (15,135).

• El escaso egreso de doctores; una sola universidad brasileña gradúa el mismo número que

todo nuestro país (2,500).

• El pobre desarrollo en la mayoría de los Estados de la República en posgrado y en ciencia

y tecnología, de ahí una gran concentración de los posgrados de calidad y del número de

investigadores nacionales en unas cuantas entidades de la República y en unas pocas

instituciones.

• Un número muy bajo de investigadores con relación a la Población Económicamente Activa

(PEA)

• La participación de México en la producción científica mundial representa sólo 0.75% del

total de artículos publicados (2006).

• Envejecimiento de la planta académica. El promedio de edad de los miembros del SNI es

...

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