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Cuerpo y alma en Freud


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2015  •  Informes  •  3.265 Palabras (14 Páginas)  •  80 Visitas

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Introducción:

“¿Quién no ve que el Alma no es otra cosa que la identidad supuesta del cuerpo ese, con todo lo que se piensa para explicarla? En suma, el alma es lo que se piensa a propósito del cuerpo, del lado del mango”. (Lacan, 1981: 134).

¿Por qué elegí esta cita? Cuando comencé a buscar el tema para este informe, un amigo lacaniano me la leyó, y al escucharla pensé que podría ser una buena idea utilizarla en el inicio de mi informe. Relacioné esta cita con Freud, ya que Lacan fue uno de sus reformuladores más importantes del siglo xx.  Lo que me llevó a pensar,  que sería interesante ir en busca  de la fuente original  y tomar el  texto donde  Freud habla  sobre la relación cuerpo - alma, "Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)" (1890).

En una primera parte, relato el camino que hace Freud para llegar a establecer la reciprocidad cuerpo / alma y de la descripción de afectos y emociones que influyen en lo corporal.

En la segunda parte del informe, recurrí al análisis de otros  textos de Freud, en busca de dar luz a las siguientes preguntas: ¿El cuerpo tiene influencia sobre lo anímico o es el alma la que influye sobre el cuerpo? ¿Qué engloba el término "nerviosismo",  ¿A qué se hace referencia?  ¿Qué nombres toma en las obras? ¿Cuáles eran sus signos o síntomas?  

PRIMERA PARTE

Del cuerpo, el alma y la palabra.

La importancia que Sigmund Freud le dio al concepto de alma, se pone de manifiesto en uno de sus escritos de 1890, Tratamiento psíquico (tratamiento del alma), y desde sus primeras palabras evidencia su disposición a aceptar la idea de la Psykhé griega al traducirla por la palabra alemana seele [alma, ánima, espíritu].  Si bien, gracias a la traducción podríamos dar por sentado que “tratamiento psíquico” es igual a “tratamiento del alma”, Freud aclara que la expresión conlleva a un significado mucho más profundo, entendiendo el mismo como “tratamiento desde el alma”.  Al hacer foco en la palabra “desde”, nos ubica en un interior, una profundidad, con consecuencias tanto en lo anímico, como en lo corporal.

El instrumento fundamental en el tratamiento anímico, dirá entonces Freud, será la  palabra. ¿Pero cómo es posible que a través de la palabra del médico puedan eliminarse perturbaciones del cuerpo y del alma?  Tomemos en cuenta que el paradigma médico tradicional de fines el siglo XIX, el de las Ciencias Naturales, sostenía tenazmente que la única afectación posible, era la del alma a través el cuerpo; errónea concepción cartesiana por parte de la medicina, que dejaba en manos de los médicos lo relativo a padecimientos corporales, restringiendo el mundo de lo anímico sólo a los filósofos.

Al darle un status especial a la palabra, Freud establece un enlace palabra-cuerpo, y con esto plantea un escenario distinto, en el cual el cuerpo ya no sería la única causa de todos los signos patológicos, sino que éstos responderían también a una afectación por parte de la palabra.

Claro, dirá Freud, que será difícil entender que los trastornos patológicos de cuerpo y alma puedan ser curados a través de la palabra del médico, pero será a través de ésta que se llegue al tratamiento anímico.

La relación cuerpo y alma, dice Freud, es de “acción recíproca” (Freud, 1890: 116);  uno de sus aspectos, la acción de lo anímico sobre el cuerpo, no resultaba demasiado grata en los círculos médicos de la época;  reinaba cierta resistencia a darle autonomía a la vida anímica, pensando que por ello, perdería cierta base o carácter científico. Freud afirma que sólo en los últimos años esa orientación unilateral hacia lo corporal se fue modificando, y ésto surgió gracias a la misma práctica médica. ¿Cómo sucedió ésto?  Se puso atención a un  grupo de enfermos que no podían realizar trabajos intelectuales debido a una variada sintomatología: dolores de cabeza, trastornos digestivos, vómitos, espasmos gástricos, parálisis, etc. llegando los médicos, luego de investigar las causas y naturaleza de estas manifestaciones, a la conclusión,  de que en todos esos casos los signos patológicos de los enfermos  estaban “bajo el influjo de irritaciones, emociones, preocupaciones, etc.” (Freud, 1890: 117).

Estos estados, podían desaparecer sin dejar huellas en el enfermo y éste podía restablecer su plena salud.

Los médicos, a través del estudio del cerebro y el sistema nervioso, llegaron a la conclusión de que estos estados no eran producidos por causas orgánicas; los definieron como “enfermedades meramente funcionales del sistema nervioso”. (Freud, 1890:117), y les dieron el nombre de “nerviosidad” (neurastenia, histeria).

A consecuencia de ésto, los médicos se vieron ante la obligación de estudiar la naturaleza y el origen de las manifestaciones en estos individuos neuróticos; descubriendo que en gran parte de ellos, los signos patológicos tenían por único origen perturbaciones anímicas que afectaban al cuerpo; una brecha en relación a la causalidad orgánica. Ahora es el alma quien afecta al cuerpo. “… la ciencia médica había hallado aquí el anudamiento para atender en su plena dimensión al aspecto descuidado hasta entonces: la relación recíproca entre cuerpo y alma” (Freud, 1890: 118).  

En síntesis, a partir de sus observaciones clínicas, Freud encuentra una estrecha relación entre cuerpo y alma. A diferencia de lo que sostenía la comunidad científica de la época, sostiene que, así como la enfermedad biológica produce efectos en la psique, muchas de las dolencias  somáticas tienen un origen psíquico. En este sentido, una cura desde el alma, materializada a través de la palabra, constituiría la cura tanto de la enfermedad psíquica, como de su correlato en el cuerpo.

Estados anímicos y afectos

Hasta aquí he señalado la importancia del influjo de la vida anímica sobre el cuerpo; un cuerpo que muestra estados de ánimo a través de su expresión observable más común: sus emociones. Freud explica que casi todos los estados anímicos que puede tener un hombre, se exteriorizan a través de su voz, de las  tensiones y relajamientos de sus músculos faciales, sus ojos,  y por sobre todas las cosas, de sus manos. Y que si se somete al individuo a un examen más profundo, se van a encontrar experiencias corporales, tales como alteraciones en el pulso, flujo sanguíneo, etc.

Todas estas expresiones del cuerpo admiten una interpretación de los procesos psíquicos. De hecho, observa que en los llamados “afectos”, el cuerpo participa en forma tan completa que los estudiosos e investigadores del alma dieron a entender que la naturaleza de los afectos residiría en esas exteriorizaciones corporales. Podemos citar  como ejemplo, las realizadas bajo la influencia del miedo, la ira, cuestiones del alma y éxtasis sexual.

Otros efectos corporales menos conocidos de los afectos son los citados por Freud en Tratamiento psíquico (tratamiento del alma):

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