De Lo (im)posible De La Educación.
lobato.ale19 de Abril de 2015
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Me parece muy interesante la propuesta de esta jornada. No porque sea la primera vez que se intenta pensar la educación desde el psicoanálisis y/o viceversa, sino que, en lo personal, hacer este intento de escribir algunas reflexiones para compartir con ustedes me pareció complicado. Sucede que llega un momento, o al menos me ha llegado a mí, en el que estoy tan acostumbrada a trabajar con psicoanalistas, a utilizar nuestro idioma “lacanés”, los conceptos de nuestro campo que, cuando leía artículos de psicoanalistas entorno a la educación, me parecía clarísimo el argumento a discutir, pero en esta ocasión, intentar transmitir eso desde otro lugar y a otras formas de escuchar y dialogar… me pareció tan difícil como resulta la tarea de enseñar.
¿Qué podríamos decir los psicoanalistas sobre la educación? Fíjense que el título propuesto para esta Jornada ya plantea una dificultad: “Psicoanálisis y educación”. Cuando uno utiliza la “y”, pienso dos cosas: primero, que hay una dificultad para vincular dos conceptos, dos áreas. Porque podría decirse “El psicoanálisis en la educación”, “La educación desde el psicoanálisis”, “Aportes del psicoanálisis en la educación”, etc. Pero no, se propone como Psicoanálisis y educación. Segundo, que también esa dificultad permite una diferencia, es decir, separar Psicoanálisis y Educación da cuenta de que se trata de dos saberes diferentes. Y, pensémoslo de esta forma, resulta mucho más productivo trabajar cuando se pueden plantear las diferencias que cuando se intenta la igualdad.
Intentar entender el desborde de la escena escolar en el contexto actual, nos interpela a producir otra operación que va de la atribución del problema al sujeto que lo padece, hacia el discurso que lo constituye, para reorientar las responsabilidades y las posibilidades también hacia las instituciones.
Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, en algún momento de su vida expresó que el sistema educativo debía convertirse en uno de los ámbitos privilegiados de contribución a la formación de niños y jóvenes. Así mismo, en 1937, Freud presenta su reflexión sobre la existencia de tres profesiones imposibles: psicoanalizar, gobernar y educar.
Aclaro: lo “imposible” no es equivalente a irrealizable; “Imposible” indica que no hay palabras ni representaciones que puedan cubrirlo íntegramente. Es decir que Freud establece en estas tres tareas algo del orden de la incompletud. “Profesiones imposibles” es la manera de aludir la existencia de un resto que les es irreductible. Es por ello que dirá que se sabe por anticipado el ineficaz resultado que le es inherente a las mismas.
Digámoslo de otra manera: ninguna de estas profesiones puede ser perfecta. Y aunque sabemos que ninguna profesión puede ser perfecta me parece interesante que Freud sitúe éstas tres como las profesiones imposibles.
No olvidemos que cada época buscó sus modos de lidiar con ese imposible. Por lo que cabe, entonces, interrogar las razones que hacen difícil afrontar hoy esa tarea en las escuelas, convirtiéndolas, en ocasiones, en un terreno fértil para el despliegue de prácticas que, a mi entender, son contrarias al cuidado educativo (una de ellas es el tema de la derivación de los alumnos, por parte de los colegios, a atención psicológica ya sea por problemas de conducta y/o de aprendizaje). En este sentido considero que dichas prácticas son intentos fallidos de dar respuesta a las dificultades actuales para construir una escena escolar en las que se produzcan transmisiones logradas.
En 1914, Freud escribe un texo, que lleva por título “Sobre la psicología del colegial”.
Aquí, Freud recuerda que siendo jóvenes fueron convocados a interesarse por la ciencia y la cultura. También que había una fuerte exigencia para que pesquisaran a qué ciencia le prestarían servicio y que la tarea de elegir le era difícil pues el potencial de las ciencias aún le resultaba inapreciable. Me parece que a él como a cualquier jovencito le resulta difícil, tanto como a nosotros nos pareció difícil aunque reconozco que hay casos más afortunados en donde siempre se supo a qué se quería dedicar uno o, al menos, tenían más claridad con respecto a ello.
“¿Qué era lo más sustantivo para nosotros (estudiantes)?, ¿Cuáles eran nuestros reclamos más intensos?, se pregunta Freud en este texto, siendo ya un médico neurólogo reconocido, y habiendo ya empezado con la invención del psicoanálisis. Este Freud ya no tan joven, vuelve sobre sus pasos y señala que, en tanto jóvenes, les interesaba establecer un vínculo con sus respectivos maestros pues, cito: “…nuestros maestros despertaban simpatías o antipatías, copiábamos sus caracteres a partir de lo cual formábamos o deformábamos los nuestros. Así mismo, espiábamos sus debilidades y estábamos orgullosos de sus saberes y su sentido de justicia. No sin carga emocional, expresábamos por ellos la ambivalencia de nuestra constitución psíquica; por momentos los odiábamos, por otros, los amábamos. Más adelante, Freud señala que comportamientos hacia los maestros sólo se comprenden a partir de lo vivido en la crianza familiar (cosa que quienes están al frente de los grupos, claramente sospechan y/o intuyen). Por lo que afirma que el psicoanálisis destaca los aspectos inconcientes y afectivos en la relación maestro – alumno. Como resultado de ello, el camino del aprendizaje se encontrará una vez que el estudiante pueda enlazar, en algún punto, su vida a la del maestro que tiene en frente.
Es decir, que para Freud, la educación puede lograrse en la medida en que se establezca cierta relación entre el maestro y el alumno. Lo digo de otra manera: que el eje central de esta problemática versa en la relación maestro – alumno. Y lo señalo de esta manera porque después de Freud, la educación (al convertirse en ciencia de la educación), gestó sus desarrollos conceptuales en articulación con las Psicologías académicas. ¿Qué es esto? Psicologías con etiqueta de científicas, al decir de Lacan. De este modo, y con las divergencias según las épocas, se realizaron contribuciones ideológicas, como la psicología conductista, la constructivista, la comportamental, el cognitivismo, etc.
Se trata de psicologías que más allá de sus diferencias argumentativas, comparten una idea: la articulación entre ciencia – saber – verdad – aprendizaje. Abordajes conceptuales que son radicalmente diferentes a lo postulado por el psicoanálisis puesto que el psicoanálisis sostiene que el saber fundamental es el saber hacer con la vida.
Retomo la idea: Con la aparición de estas psicologías y sus aportes a la educación, ya no se trata, entonces de la relación maestro – alumno, sino de la relación del alumno con el saber, la verdad, la ciencia, el aprendizaje. Si bien, para estas propuestas, intervienen varios factores en donde aparece el alumno y el maestro, ya no se trata, en sí, de esa relación con sus vicisitudes. A partir de los aportes de estas psicologías, ahora se piensa en el aula, en la decoración, en los carteles que deben estar a la vista, en la disposición de las mesas, de las butacas, de los materiales para trabar, se piensa en los tipos de materiales, el uso de los colores (si cada uno lleva sus propios colores o si se disponen todos en un solo contenedor, etc.), en la tecnología disponible en el salón de clases (el uso de ipads, computadoras, proyectores, bocinas, etc.), las técnicas para el uso de “correctivos” (pues ya no se les llaman castigos), los llamados “tiempo fuera”, el rincón del des-estrés, el rincón de las emociones, etc. Que si bien es importante pensar en eso, a lo que apunto es a que en la media en que se piensan estos factores, la relación maestro-alumno queda por fuera del centro de atención y queda como un factor más en el acto educativo y no como el factor principal.
¿Por qué me parece importante señalar esto? Puesto que traerlo de nuevo a discusión me ha permitido re-pensar e intentar volver a situar los problemas que emergen en el ámbito escolar.
Michel Foucault en su seminario “La hermenéutica del sujeto” dictado en 1981 – 1982 en el College de France, intenta abordar lo que se llamó “La práctica de sí”. El año anterior había estado reflexionando sobre las relaciones entre subjetividad y verdad, en qué forma de historia se entablaron en Occidente las relaciones entre esos dos elementos. Por lo que decidió que como punto de partida (de ese año, para ese seminario), sería la noción de “inquietud de sí” y/o “práctica de sí” (traducción de la noción griega: epimeleia heautou).
Y en la clase del 27 de enero de 1982, en la primera hora, señala lo siguiente, cito:
“La práctica de sí ya no era esa suerte de bisagra entre la educación de los pedagogos y la vida adulta sino, al contrario, una especie de exigencia que debía recorrer toda la existencia y encontrar su centro de gravedad en la adultez, lo cual, naturalmente, implicaba una serie de consecuencias para esta práctica de sí. En primer lugar, una función más netamente crítica que formativa: se trataba más de corregir que de instruir.”
Es decir, Foucault señala que la educación en la Antigüedad tenía una relación con el cuidado de sí, con la práctica del cuidado de sí, de un conocerse a sí mismo antes que conocer los contenidos que se nos ofrece en el mundo.
Pero Foucault avanza un poco más y señala, cito:
“…quisiera plantear un problema previo que es la cuestión del Otro, la cuestión del prójimo, la cuestión de la relación con el otro, el otro como mediador
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