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Delimitación conceptual del concepto “Educación Especial”

valealma3320Apuntes29 de Julio de 2021

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RESUMEN

En la actualidad se acepta que la Educación Especial es una disciplina científica de carácter multidisciplinar en vías de desarrollo, que apoyándose en los fundamentos teóricos, en los métodos de evaluación y en los procedimientos de intervención de varias disciplinas (medicina, pedagogía, psicología y sociología), va generando un cuerpo teórico de conocimiento y un ámbito de investigación e intervención propios. El concepto de educación especial ha estado sometido a continuos vaivenes educativos, políticos, sociológicos, y profesionales, que han marcando su evolución. En muchos casos, basándose en planteamientos reduccionistas, le han dado ese carácter ambiguo y complejo que se refleja en muchas de sus definiciones, y que han constituido un obstáculo en la construcción epistemológica de la educación especial. En base a estos planteamientos, nos hemos propuesto los siguientes objetivos: 1) de qué modo se llega a la delimitación conceptual del término, educación especial, cuyo hilo conductor es la educación del alumno; 2) cómo la creciente especialización de sus contenidos han hecho de ella una disciplina ubicada en el contexto de las Ciencias de la Educación y 3) justificar la presencia y el papel que la Psicología desempeña en la educación del niño con necesidades educativas especiales. Dicho de otro modo, qué razones hacen necesario contemplar la dimensión psicológica en el tratamiento educativo de una dificultad para aprender.

Delimitación conceptual del concepto Educación Especial

El concepto de Educación Especial constituye una expresión polisémica cuya forma de referirse a él varía en función del momento histórico al que se haga mención, del país que se tome como referencia, de las distintas posiciones acerca del conocimiento, del desarrollo de la propia ciencia, o de los valores de la sociedad para atender a la diversidad de sus miembros. Esta polisemia conceptual ha estado muy mediatizada, además, por el desarrollo alcanzado por las Ciencias de la Educación. Para ello, no hay más que recordar la evolución seguida desde la única ciencia de la educación reconocida originariamente (la pedagogía 1) hasta las diferentes Ciencias de la Educación que se reconocen en la actualidad, y entre las que como veremos más adelante también se encuentra la psicología (Fortes, 1994; Sánchez, 2001). Según Molina (1986), esta circunstancia justificaría el hecho de que la mayor parte de los autores consideraran casi de forma unánime a la Educación Especial como un campo de la Pedagogía, donde el término pedagogía era utilizado para designar a una ciencia general de las deficiencias, en el que el matiz conceptual lo daba el calificativo adjunto al sustantivo Pedagogía (ej. Pedagogía Terapeútica, Pedagogía Curativa, Pedagogía Especial, Pedagogía Correctiva, Pedagogía Diferencial, etc.). La revisión de la literatura existente y el análisis histórico realizado por Sánchez (2001) nos permiten conocer cuales han sido los cambios cualitativos que unas y otras han ido introduciendo en el concepto actual de Educación Especial. Así, por ejemplo, se observa cómo hasta finales de la década de los años 60, las definiciones de Hanselman (1933) y Strauss (1936) (citados en Sánchez, 2001); Asperger (1966) o Riobóo (1966) parecen estar claramente influenciadas por la Medicina; aunque en los casos de Hanselman, Asperger o Riobóo se observa la necesidad de que los trastornos que presentan los niños sean tratados desde el punto de vista educativo. Durante la década de los años 70, la influencia de la medicina va perdiendo peso, y comienzan a cobrar mayor fuerza los aspectos pedagógicos, y la necesidad de que el trastorno sea abordado desde una perspectiva multidisciplinar. Por último, a partir de los años 80 y como era lógico de suponer, al encontrarnos en plena era de la integración, prácticamente la totalidad de las definiciones introducen los conceptos de integración, apoyos y adaptaciones.

En esta década, una de las definiciones mayoritariamente aceptada por la comunidad científica ha sido la proporcionada por la UNESCO (1983), quién define la Educación Especial como una forma de educación destinada a aquellos que no alcanzan o que es improbable que alcancen, a través de las acciones educativas normales, los niveles educativos, sociales, y otros apropiados a su edad, y que tiene por objeto promover su progreso hacia esos niveles. A partir de aquí y hasta la actualidad, prácticamente todas las definiciones sobre Educación Especial incluyen términos como integración, inclusión, diversidad, apoyos, adaptaciones, influencias contextuales, etc.; y casi ninguna defiende términos como síntomas, etiquetas, segregación, o deficiencias. Sin embargo, llegar hasta aquí no ha sido fácil. Con frecuencia se ha utilizado la polisemia conceptual a la que hacemos mención para plantear cuestiones epistemológicas que ponen en entredicho el carácter científico y de entidad propia que posee esta disciplina. Más concretamente se cuestiona en primer lugar, si la Educación Especial es una disciplina científica de carácter teórico y/o aplicado, o únicamente una práctica profesional; y en segundo lugar, si ésta constituye un área o campo de investigación y trabajo de otra u otras disciplinas como la Psicología (por ejemplo ver los siguientes manuales traducidos al español: Asperger, 1966; Bonboir, 1971; Moor, 1976; Strauss, 1936) o la Pedagogía (Brown y Reinolds, 1986; Hallahan y Cruickshank, 1973; Moor, 1962; Zavalloni, 1973), o si por el contrario se trata de una disciplina científica con entidad propia pero de carácter multidisciplinar (Zavalloni, 1973; Parrilla, 1993).

Con respecto a la primera cuestión, algunos autores aceptan sólo una de las posibilidades planteadas y rechazan las otras. Sin embargo dada la naturaleza de la teoría y de la praxis, de la actividad científica y de la profesional, parece más útil no optar por una sola alternativa, sino más bien por considerar que es una disciplina que articula la investigación y la práctica profesional, con independencia de que algunas personas trabajen en una u otra área. Con respecto a la segunda de las cuestiones planteadas, se podría argumentar que si bien la colaboración multidisciplinar y la multidimensionalidad de su objeto de estudio hacen pensar que podría ser un mero campo de trabajo y de investigación de otra disciplina o área, lo cierto es que dada la tendencia actual a que las nuevas disciplinas se nutran de los contenidos, paradigmas, enfoques y orientaciones de otras disciplinas, la Educación Especial podría ser considerada como una disciplina en vías de desarrollo, que progresivamente va generando un cuerpo teórico de conocimientos, un ámbito de investigación, y un campo práctico de intervención propio. Estaríamos pues ante una ciencia multidisciplinar, resultado de la intersección de varias disciplinas, en la que el hilo conductor que unifica a todas ellas es la educación del alumno (Sánchez, 2001).

 

El carácter interdisciplinario de la Educación Especial

Sin ánimo de ser exhaustivos, puesto que no es objeto de interés de este artículo analizar los inicios y evolución histórica de esta disciplina, podríamos analizar su carácter multidisciplinar aludiendo a los orígenes científicos que, posteriormente, dieron lugar a su desarrollo como ciencia. Así, podríamos decir que en su origen la Educación Especial surge de la Medicina (Pediatría, Psiquiatría, Fisiología, Neurología, etc.), al establecer que el tratamiento al discapacitado había de ser necesariamente médico (por ejemplo, Strauss, 1936). Posteriormente, los intentos de Seguín, médico de profesión, de llevar a cabo colaboraciones médico-pedagógicas en el tratamiento de los deficientes mentales (Ortiz, 1998), hizo que la segunda disciplina que se uniera a la Medicina fuera la Pedagogía, cuyo objetivo central era la educación del individuo en general y del deficiente mental en particular. Este objetivo educativo se hizo aún más fuerte cuando durante el período que abarca la Revolución Industrial (finales del siglo XVIII y siglo XIX) se planteó la necesidad de disponer de ciudadanos preparados y útiles socialmente, y con ello la de diferenciar a aquellos que pueden seguir un ritmo normal de aprendizaje de los que no. Dado que la Pedagogía no disponía de instrumentos válidos para llevar a cabo esta labor, desde el ámbito de la Psicología se construyen las primeras escalas para evaluar la inteligencia, elaboradas por Binet y su colaborador Theodore Simon en 1905. Con ello la Psicología proporciona a la Pedagogía un principio de medida con el que poder diferenciar entre niños aptos y no aptos para el aprendizaje. Entra pues en escena la Psicología, a la que posteriormente se une la Sociología para intentar determinar los factores extrínsecos a la persona (económicos, políticos, culturales) responsables de las aparición de dificultades de aprendizaje, bajo rendimiento e inadaptación del alumno a la escuela (Castejón, 2000). De este modo surge una disciplina, la Educación Especial, que apoyada en los fundamentos teóricos, en los métodos de evaluación y en los procedimientos de intervención de las ciencias médicas, de las ciencias psicológicas, de las ciencias pedagógicas, y de las ciencias sociales, sirven de apoyo a la educación y ayudan a comprender los diferentes niveles de organización biológica, psicológica, educativa, y social del alumno con necesidades educativas especiales (Molina, 1994). En concreto, Sola y López, 1999 describirían los objetivos de estas disciplinas del siguiente modo:

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