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Diseño Metodologico

silveritortega20 de Marzo de 2013

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La controversia entre herencia y ambiente.

Aportaciones de la genética de la conducta.

Alfredo Oliva Delgado

Universidad de Sevilla

Resumen

El dilema entre herencia y ambiente es un tema recurrente en la psicología de nuestro siglo que lejos de perder fuerza continúa suscitando debate. Tradicionalmente ha sido la genética de la conducta la ciencia que se ha ocupado del estudio de las influencias genéticas sobre las características psicológicas y conductuales. Aunque este enfoque siempre ha generado un cierto rechazo por parte de psicólogos e investigadores sociales, en los últimos años sus hallazgos han empezado a tener una mayor aceptación. El cambio en sus líneas de investigación, con una mayor solidez de sus diseños metodológicos, unido a sus interesantes aportaciones sobre el estudio del ambiente son la causa de esta aceptación.

En este artículo presentamos los fundamentos teóricos y metodológicos de la genética de la conducta, sus hallazgos acerca de la heredabilidad de diversas características psicológicas, así como sus aportaciones más recientes al estudio del ambiente: las interacciones y correlaciones entre herencia y ambiente, la importancia del medio no compartido y las influencias genéticas sobre las medidas para evaluar el ambiente.

Introducción.

El dilema entre herencia y ambiente como causas del desarrollo ha marcado gran parte de la historia de la psicología durante el presente siglo. Para muchos se trata de un debate superado: la distinción entre conducta adquirida y conducta heredada ha sido guardada en el baúl de los recuerdos, y allí se encuentra cubierta de polvo, mientras que las concepciones interaccionistas del desarrollo han ocupado su lugar. En efecto, hoy día, la mayoría de los psicólogos adoptan posiciones de carácter interaccionista, y consideran la polémica entre herencia y ambiente como de un interés exclusivamente histórico. Sin embargo, creemos que la superación del dualismo entre herencia y ambiente es sólo aparente, y el dualismo sigue presente en la psicología actual, aunque enmascarado con una terminología renovada. El resurgir de la modularidad, o la reciente publicación de The Bell Curve (Herrstein y Murray, 1995) son dos botones de muestra de la vitalidad de que gozan ciertas posturas innatistas.

El interés por estudiar científicamente la influencia de la herencia sobre el comportamiento humano tiene una historia de casi un siglo y medio. Tendríamos que remontarnos a Darwin y a su teoría de la evolución de las especies y la selección natural para encontrar una de las primeras referencias al papel de la herencia. Ahí podemos encontrar los antecedentes de los dos enfoques que se han preocupado más por el estudio del comportamiento instintivo y la influencia de los genes sobre la conducta. Nos estamos refiriendo a la etología y a la genética de la conducta. El primero de ellos ha investigado la herencia genética mediante el estudio de aquellos comportamientos comunes a todos los miembros de una especie. En cambio, la genética de la conducta se ha centrado en el estudio de las diferencias entre individuos.

Francis Galton fue el primer científico que estudió la influencia de la herencia sobre las características psicológicas y comportamentales del ser humano. Su obra El genio hereditario (Galton, 1884) supuso el inicio de los trabajos sobre genética de la conducta. En ella analizaba las familias de cerca de 1.000 hombres considerados eminentes, encontrando la tendencia de determinados rasgos a agruparse por familias. Sus trabajos fueron fundamentales para el establecimiento de los métodos de investigación de la genética de la conducta. Fue el pionero en la utilización de la comparación entre gemelos "parecidos al nacer" y "distintos al nacer" para determinar el papel de la herencia y el entorno en la determinación de las características de los sujetos.

Desde los primeros trabajos realizados por Galton, la genética de la conducta ha tenido un importante desarrollo, sin embargo, su evolución ha estado marcada por importantes polémicas dentro del campo de la psicología. Desde principios de siglo, la importancia de los modelos mecanicistas en la psicología anglosajona, con el nulo reconocimiento del papel de la herencia, supuso que la genética de la conducta fuese considerada como una amenaza para el desarrollo de la psicología científica. Durante bastante tiempo la controversia se estableció de una forma absoluta entre herencia y ambiente. Ambientalistas e innatistas estaban enfrascados en estériles disputas tratando de demostrar la preponderancia de uno u otro aspecto en el desarrollo del ser humano. En algunos momentos esta polémica ha tenido un claro trasfondo político, y algunos autores como Arthur Jensen (1979), con sus estudios comparativos entre el CI de distintos grupos raciales, o más recientemente Herrstein y Murray (1995), se han servido de unas sesgadas interpretaciones los datos disponibles para defender políticas sociales muy reaccionarias . Por ejemplo, estos últimos autores han abogado por la supresión de las medidas educativas y sociales de apoyo a minorías raciales, basándose en la supuesta inutilidad de las mismas, ya que la inferioridad intelectual de estos grupos estaría basada en causas genéticas y sería por ello inmodificable. Como ha señalado Gould (1996 ) en una acertada crítica a The Bell Curve, los datos aportados por Herrstein y Murray son claramente insuficientes y sus interpretaciones se apoyan en premisas falsas.

En los últimos años las cosas han cambiado sustancialmente. El ambientalismo radical ha ido perdiendo posiciones dentro de las ciencias sociales, y son pocos los psicólogos que no conceden a los factores biológicos un lugar más o menos importante en la determinación de la conducta. La visión predominante es la de que herencia y ambiente interactúan entre sí dando como resultado la conducta humana. Por otra parte, la genética de la conducta ha empezado a encontrar mayor aceptación entre psicólogos e investigadores sociales. Parte de este cambio de actitud tiene que ver con sus aportaciones recientes, centradas en el papel del medio y en las interacciones entre herencia y ambiente, y muy alejadas de considerar que toda conducta está determinada biológicamente.

En las páginas siguientes expondremos lo que a nuestro juicio son las principales aportaciones de la genética de la conducta. Empezaremos con la definición del concepto de heredabilidad, que sin duda representa la base de todos los estudios realizados dentro de esta área. A continuación, describiremos los dos principales métodos de la genética cuantitativa aplicada al estudio de la conducta humana: los estudios de gemelos y los estudios de adopción. Tras estos aspectos más teóricos o metodológicos revisaremos brevemente los estudios realizados para determinar la heredabilidad de algunas características psicológicas. Seguiremos con los hallazgos más recientes relacionados con el papel del medio en la determinación del desarrollo, comenzando con las interacciones y correlaciones entre herencia y ambiente, y continuando con el papel de las influencias ambientales no compartidas y con las influencias genéticas sobre las medidas de evaluación del ambiente.

El concepto de heredabilidad.

El concepto de heredabilidad constituye la piedra angular de la genética de la conducta. Aunque recientemente se hayan iniciado nuevas líneas de investigación, durante bastantes años la genética de la conducta ha estado centrada en el estudio de la heredabilidad de distintos rasgos o características psicológicas como el C.I., habilidades cognitivas específicas, la extroversión o el neuroticismo. Por lo tanto, no es de extrañar que una parte importante de las críticas recibidas se hayan centrado en este concepto, que si bien, y como veremos más adelante, presenta algunas limitaciones metodológicas, no siempre ha sido bien comprendido e interpretado. La heredabilidad de una determinada característica es un parámetro estadístico que da información sobre la relación entre la varianza genética y la varianza fenotípica de una determinada población. Nos indicará hasta qué punto las diferencias genéticas existentes entre los individuos son responsables de las diferencias que presentan en una característica o rasgo conductual (Plomin, DeFries y McClearn, 1980). Aunque, por el momento, no podemos conocer la varianza genética de una población, los métodos de la genética cuantitativa nos permiten estimar los componentes genéticos y ambientales de la varianza a partir de la covarianza fenotípica de varios tipos de familiares, que difieren en su similitud genética o en su similitud ambiental. Al igual que se habla de heredabilidad, puede utilizarse el concepto de ambientalidad para hacer referencia a la fracción de la varianza fenotípica atribuible a la varianza ambiental.

La heredabilidad es, por lo tanto, un parámetro poblacional que no es aplicable a un individuo aislado, no nos dice nada acerca de los determinantes de las características de un sujeto concreto. Tampoco nos da información sobre las diferencias entre grupos: hombres y mujeres, blancos y de color, etc. Por ejemplo, si decimos que el C.I. tiene una heredabilidad de 0.6, ello significa que el 60% de las variaciones en C.I. de una determinada población, en un momento determinado, se debe a diferencias genéticas. Esto no quiere decir que en un sujeto que presente un C.I de 110, el 60% de su inteligencia esté determinada genéticamente y el ambiente explique el 40% restante. Sino que si la

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