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Ejemplo de la Teoría Centrada en el Cliente de Rogers

Sebastian MerinoResumen14 de Noviembre de 2017

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Introducción

El presente informe trata acerca del principal concepto postulado y desarrollado por Carl Rogers, la terapia centrada en el cliente; la cual se basa en la experiencia del cliente más que en la introspección del terapeuta. Perteneciendo, de tal manera, y formando parte importante de la corriente denominada “Psicología humanista”.

Abordaremos también, distintos aspectos de su vida y desarrollo como profesional de la Psicología. Además de algunos datos de su vida personal, para así tener un conocimiento mucho más variado acerca del autor. De tal manera que podamos analizar y contrastar, sus trabajos y postulados, de una manera más completa; abordando así, cuál es su importancia en la actualidad, de qué manera influyó en el desarrollo de las terapias, y por qué no, de esta disciplina en general.

Posterior a eso, realizaremos un mapa conceptual, con el cual se pretende de alguna manera resumir la teoría del autor, indicando sus conceptos clave y explicando de tal manera el funcionamiento de la terapia centrada en el cliente.

Marco teórico

Carl R. Rogers nació en Oak Park, Illinois, el 8 de enero de 1902. Fue el cuarto de seis hijos. Su padre era propietario de parte de un exitoso negocio de contratos e ingeniería civil. La atmósfera familiar valoraba el trabajo duro y el cristianismo fundamentalista, adhiriéndose a estrictas reglas de conducta. “No bailábamos, no jugábamos cartas, no íbamos al cine ni fumábamos, bebíamos o mostrabamos algún interés sexual” (Rogers, 1967, p. 344).

Rogers fue un niño introvertido y un alumno bien dotado académicamente, que amaba los libros. Sin embargo, no era agresivo, detestaba los deportes y su infancia fue más bien solitaria. Para proteger aún más a sus hijos de "la corruptora influencia de la ciudad y los suburbios", los padres de Rogers se mudaron a una granja cercana a Glen Ellyn, Illinois, cuando cursaba el bachillerato. Su desempeño académico siguió siendo destacado; fue entonces cuando comenzó a interesarse en las ciencias. (Cloninger, S. 2003).

Rogers siempre disfrutó de la lectura. Cuando ingresó a la escuela leía a un nivel de cuarto grado; mientras crecía e incluso después, le encantaba estar solo, para leer. Como era de esperar, sus calificaciones siempre fueron altas. Las tareas en la granja familiar dirigieron su interés a la agricultura científica. Se inscribió en el programa de agricultura de la Universidad de Wisconsin. Participó en un movimiento de estudiantes voluntarios vinculado con la iglesia y pasó más de seis meses en China en un programa para jóvenes de la YMCA (Young Men's Christian Association). Ésta fue una experiencia de transición muy importante para Rogers, ya que por primera vez estaba lejos de los miembros de su familia y de su influencia. En esa época las cartas viajaban por barco, por lo que la comunicación llevaba meses. Se volvió cada vez más tolerante hacia costumbres diferentes que sus padres no podían cuestionar. (Cloninger, S. 2003)

Rogers se graduó de la universidad en 1924 con el grado de bachiller en historia. Irónicamente, sólo llevó un curso de psicología como estudiante no graduado. Ese verano se casó con Helen, una artista comercial, aunque su familia objetaba que sería mejor esperar a terminar sus estudios de posgrado. Rogers estudió en el Seminario de la Unión Teológica, continuando su interés religioso que fue un tema importante en su vida. También tomó cursos en el Colegio de Maestros de la Universidad de Columbia y decidió hacer el trabajo de grado en psicología. Para su disertación doctoral, Rogers desarrolló un test para medir el ajuste de personalidad en los niños. (Cloninger, S. 2003).

Terapia Centrada en el Persona

Carl Rogers, probablemente el vocero mejor conocido de la psicología humanista, fue uno de los primeros miembros de la Asociación de la Psicología Humanista. Creía que a todos los seres humanos los motiva fundamentalmente un proceso dirigido al crecimiento, al que denominó la tendencia a la realización (Rogers, 1963).

Rogers consideraba que la terapia es una experiencia que puede ayudar a la gente a reconectarse con sus procesos de valoración orgánica, los cuales dirigen el sano desarrollo. Como esta aproximación toma su dirección del cliente más que de las introspecciones del terapeuta, se le llamó terapia no directiva, y más tarde terapia centrada en el cliente o en ocasiones terapia centrada en la persona. Se orienta hacia la experiencia del cliente, en particular hacia los sentimientos (Mahrer y Fairweather, 1993), para movilizar la fuerza que produce el crecimiento de la tendencia a la realización (Bozarth y Brodley, 1991). A diferencia de las terapias basadas en el modelo médico, las cuales objetivan a quienes son tratados, la terapia centrada en el cliente es una aproximación no coercitiva que resalta la experiencia del cliente, y por ende es característica de una visión de la psicoterapia como la cura de las almas (Szasz, 1998).

Rogers desarrolló su técnica terapéutica a lo largo de muchos años en un escenario práctico, lejos de la academia. De esta forma fue guiado “por lo que funciona” más que por consideraciones teóricas. Por ejemplo, describió un encuentro terapéutico temprano cuando aún seguía su formación inicial en la teoría psicoanalítica. Ayudaba a un muchacho piromaniaco a descubrir que su motivación para iniciar incendios surgía de su deseo sexual, sólo para quedar abatido cuando esta introspección no impedía la recurrencia de la conducta. El psicoanálisis enseñaba que la introspección cura; la experiencia clínica enseñaba otra cosa (Cloninger, S. 2003).

Rogers se convenció de que las preconcepciones teóricas interferían con el progreso terapéutico. Abandonó las fórmulas teóricas, como la formulación de que la pulsión sexual conducía a la piromanía, que había fallado, y en lugar de eso escuchó lo que sus clientes le decían. Su experiencia le proporcionó direcciones valiosas para el crecimiento. Debido a este énfasis en la experiencia y dirección del cliente, Rogers denominó a esta técnica terapia centrada en el cliente. Inspirado en su experiencia terapéutica, Rogers (1957) listó condiciones que conducen al progreso terapéutico. Entre esas condiciones se destacan el aprecio positivo incondicional, la congruencia y la comprensión empática, condiciones que consideraba necesarias y suficientes para el progreso terapéutico. (Cloninger, S. 2003).

Aceptación Incondicional: Los seres humanos tratan de no mirar los aspectos de su naturaleza que le son dañinos o amenazantes (por historia de aprendizaje, pero fundamentalmente, por miedo a ser rechazados o juzgados por otros), si en la relación terapéutica el paciente puede sentirse aceptado incondicionalmente y no juzgado por su psicólogo, podrá empezar a mirar estos aspectos, y por tanto, elegir qué decide hacer con ellos y autodirigir su conducta para alcanzar dichos objetivos y solucionar sus problemas por sí sólo. Únicamente a través de la experiencia de ser aceptado por otro plenamente, puede una persona sentirse digna de ser aceptada, lo que le permite comenzar a mirar su propia realidad y aceptándola tal y como es, empezar a poder cambiarla si lo desea. Además, dejará de gastar sus energías en aquellos conflictos y conductas que hace para ser más cercano a su “Yo ideal” que simplemente, busca ser su mejor versión, la más “aceptable” o “querible” para otros, pero que, es por ello mismo, no incondicional (sólo soy aceptado en la medida que hago lo que otros perciben como bueno).

Empatía: Esta habilidad, capaz de ponerse en el lugar del otro, y no sólo eso, sino tratar de entender su realidad tal y como la percibe el otro (con sus sistemas de creencias, forma de entender la vida, valores), permite al psicólogo señalar al paciente a través del reflejo empático (operativización conductual de la empatía) aquello que le ocurre y experiencia, su verdad por encima de sus rumiaciones cognitivas y obligaciones sociales e idealizadas, lo que facilita al paciente poderse “ver” en ese espejo para entenderse a sí mismo.

Congruencia: La relación terapéutica debe despojarse del rol de seguridad del psicólogo para pasar a ser un encuentro de ser humano a ser humano. Sólo si el psicólogo es genuino y auténtico, la aceptación incondicional y la empatía de éste le valdrán al paciente, que de lo contrario, lo vivirá como algo forzado y puesto en el “papel” que desempeña el terapeuta, por lo que dicha validación sería también condiciona (en este caso al rol de psicólogo). Rogers, plantea además que si el psicólogo es auténtico puede mostrar al paciente una forma de aceptarse, un aprendizaje por modelado a través de la propia aceptación del psicólogo hacia sí mismo que se evidencia en la autenticidad al poder mostrar el terapeuta sus emociones y propias penas y glorias.

Con todo esto, los pacientes pueden tener un encuentro donde al ser aceptados, pueden percibirse aceptables, y, por tanto, empezar a mirar la parte de sí mismos que evitan, y al entenderla y conocerla, pueden reaccionar a ella y elegir libremente que desean hacer. Este proceso es facilitado por la empatía del psicólogo que refleja y muestra la verdad y el yo real que percibe del otro, siempre como una sugerencia y no como una interpretación impuesta. Finalmente, la autenticidad del psicólogo le da la validez y legitimidad a esta aceptación y le muestra al paciente una forma para la propia aceptación de sí mismo. (Barceló, T. 2012).

Mapa

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