El Camino De Las Lagrimas
cgomezuu26 de Mayo de 2015
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CAPÍTULO 1
EMPEZANDO EL CAMINO
Así empieza el camino de las lágrimas. Así, conectándonos con lo doloroso. Porque así es
como se entra en este sendero, con este peso, con esta carga. Y también con esta creencia
irremediable: la supuesta conciencia de que no lo voy a soportar. Porque todos pensamos al
comenzar este tramo que es insoportable. No es culpa nuestra; hemos sido entrenados por los
más influyentes de nuestros educadores para creer que no soportaremos el dolor, que nadie puede
superar la muerte de un ser querido, que podríamos morir si la persona amada nos deja, que la
tristeza es nefasta y destructiva, que no somos capaces de aguantar ni siquiera un momento de
sufrimiento extremo de una pérdida importante. Y nosotros vivimos así, condicionando nuestra vida
con estos pensamientos, que como la mayoría de las creencias aprendidas son una compañía
peligrosa y actúan como grandes enemigos que nos empujasen a veces a costo mayores que los
que supuestamente evitan. En el caso de las pérdidas, por ej, pueden extraviarnos de la ruta hacia
nuestra liberación definitiva de lo que ya no está. Hay una historia verídica, que sucedió en África.
Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente un derrumbe los dejó aislados del
afuera sellando la salida. En silencio cada uno miró a los demás. Con su experiencia se dieron
cuenta de que el problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien les quedaba unas tres horas de
aire, cuanto mucho tres horas y media. Mucha gente de afuera sabían que estaban allí atrapados,
pero un derrumbe como ese significaba horadar otra vez la mina, podrían hacerlo antes de que se
termine el aire? Los mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran.
Acordaron hacer el menor esfuerzo físico, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron en
silencio en el piso....era difícil calcular el tiempo que pasaba... incidental- mente uno tenía reloj.
Hacía él iban todas las preguntas ¿cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora? El tiempo se
estiraba, cada minuto parecía una hora y la desesperación agravaba más la tensión. El jefe se dio
cuenta que si seguían así, la ansiedad los haría respirar más rápidamente y esto los podía matar.
ordenó a el que tenía el reloj que sólo él controlara el paso del tiempo y avisara cada media hora.
Cumpliendo la orden, a la primera media hora dijo "ha pasado media hora" Hubo un murmullo
entre ellos y una angustia que se sentía en el aire.. El hombre del reloj se dio cuenta de que a
medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se
acercaba.
Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morir sufriendo. Así que la próxima vez
que les informó la media hora habían pasado 45 minutos. No había manera de notar la diferencia.
Apoyado en el éxito del engaño de la tercera información la dio casi una hora después... así siguió
el del reloj, cada hora completa les informaba que había pasado media hora. ...La cuadrilla
apuraba la tarea de rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados y que sería difícil poder
llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a
los seis mineros muertos.
Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia...el que tenía el
reloj. Esta es la fuerza que tienen las creencias en nuestras vidas. Esto es lo que nuestros
condicionamientos pueden llegar a hacer de nosotros. Cada vez que construyamos una certeza de
que un hecho irremediablemente siniestro va a pasar, no sabiendo cómo (o sabiéndolo)nos
ocuparemos de producir, de buscar, de disparar (o como mínimo de no impedir) que algo de lo
terrible y previsto nos pase realmente. De paso y como en el cuento, el mecanismo funciona
también al revés: Cuando creemos y confiamos en que se puede seguir adelante, nuestras
posibilidades de avanzar se multiplican. Claro que si la cuadrilla hubiera tardado doce horas, no
habría habido pensamiento que salvara a los mineros.
NO digo que la actitud positiva por sí misma sea capaz de conjurar la fatalidad o de evitar
tragedias. Digo que las creencias autodestructivas indudablemente condicionan la manera en la
cual enfrento las dificultades. El cuento de los mineros debería obligarnos a pensar en estos
condicionamientos. Y empiezo desde aquí porque uno de los falsos mitos culturales que
aprendimos con nuestra educación es que no estamos preparados para el dolor ni para la pérdida.
Repetimos casi sin pensarlo: "No hubiera podido seguir si lo perdía" "No puedo seguir si no
tengo esto" "No podría seguir si no consigo lo otro" Cuando hablo de dependencias, digo siempre
que cuando tenía algunas horas o días de vida, era claro, aunque yo no lo supiera todavía, que no
podía sobrevivir sin mi mamá o por lo menos sin alguien que me diera cuidados maternales; mi
mamá era entonces imprescindible para mí porque yo no podía vivir sin su existencia. Después de
los tres meses de vida seguramente me hice más consciente de esa necesidad pero descubrí
además a mi papá y empecé a darme cuenta de que verdaderamente no podía vivir sin ellos.
Algún tiempo después ya no eran mi mamá y mi papá, era MI familia, que incluía a mi hermano,
algunos tíos y alguno de mis abuelos. Yo los amaba profundamente y sentía, me acuerdo de esto,
Jorge Bucay El camino de las lágrimas
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que no podía vivir sin ellos. Más tarde apareció la escuela y con ella, la Srita Angeloz, el
Sr.Almejúm, La Srita Mariano y el Sr.Fernández, maestros a quienes creí a su tiempo
imprescindibles en mi vida. En la escuela República de Perú conocí a mi primer amigo entrañable
"Pocho" Valiente, de quién pensé en aquel momento que nunca, nunca, podría separarme.
Siguieron después mis amigos del colegio secundario y Rosita, mi primera novia, sin la
cual, por supuesto, creía que no podía vivir. Y después la Universidad, pensaba que no podía vivir
sin mi carrera. Hasta que a los 21 años, después de algunas novias, también imprescindibles,
conocí a Perla y sentí inmediatamente que no podía vivir sin ella. Quizás por eso hicimos una
familia sin la cual no sabría cómo vivir, Y así seguí sumando ideas, descubriendo más
imprescindibles, mi profesión, algunos amigos, el trabajo, la seguridad económica, el techo propio
y aún después, más personas, situaciones y hechos sin los cuales no podía vivir. Hasta que un
día, exactamente el 23 de Noviembre de 1979, me di cuenta que no podía vivir sin mí. Yo nunca
me había dado cuenta de esto, nunca noté que yo era imprescindible para mí mismo. ¿Estúpido,
verdad? Todo el tiempo sabía yo sin quién no podría vivir y nunca me había dado cuenta, hasta los
treinta años, de que sobre todo, no podía vivir sin mí. Fue interesante de todas formas confirmar
que sería verdaderamente difícil vivir sin algunas de esas otras cosas y personas, pero esto no
cambiaba el nuevo darme cuenta "Me sería imposible vivir sin mí." Entonces empecé a pensar que
algunas de las cosas que había conseguido y algunas de las personas sin las cuales creía que no
podía vivir, quizás un día no estuvieran. Las personas podían decidir irse, no necesariamente
morirse, simplemente no estar en mi vida. Las cosas podían cambiar y las situaciones podían
volverse totalmente opuestas a como yo las había conocido. Y empecé a saber que debía
aprender a prepararme para pasar por estas pérdidas. Por supuesto que no es igual que alguien
se vaya a que ese alguien se muera. Seguramente no es lo mismo mudarse de una casa peor a
una casa mejor, que al revés. Claro que no es lo mismo cambiar un auto todo desvencijado por un
auto nuevo, que a la inversa. Es obvio que la vivencia de pérdida no es la misma en ninguno de
estos ejemplos, pero quiero decir desde el comienzo que siempre hay un dolor en una pérdida.
Perder es dejar algo "que era", para entrar en otro lugar donde hay otra cosa "que es". Y esto "que
es" no es lo mismo "que era" Y este cambio, sea interno o externo, conlleva un proceso de
elaboración de lo diferente, una adaptación a lo nuevo, aunque sea para mejor. Este proceso se
conoce con el nombre de "elaboración del duelo". Mejorar también es perder:
Como su nombre lo indica, los duelos...duelen. Y no se puede evitar que duelan. Quiero
decir, el hecho concreto de pensar que voy hacía algo mejor que aquello que dejé es muchas
veces un excelente premio consuelo, que de alguna manera compensa con la alegría de esto que
vivo el dolor que causa lo perdido.
Pero atención: COMPENSA pero no EVITA APLACA pero no CANCELA ANIMA a seguir
pero no ANULA la pena. Siempre recuerdo el día que dejé mi primer consultorio Era un depto
alquilado realmente rasposo, de un solo ambiente chiquitito, oscuro, interno, bastante
desagradable. A veces digo que no soy psicoanalista porque el paciente acostado no entraba en
ese consultorio, había que estar sentando. Y un día, cuando me empezó a ir mejor, decidí dejar
ese depto.
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