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El Mundo Interno Del Trauma

enriqueestrada3 de Agosto de 2011

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EL MUNDO INTERNO DEL TRAUMA

Enrique Estrada

Introducción

El mundo interno del trauma, pretende dar a conocer nuevos horizontes para la comprensión del trauma psíquico desde una perspectiva que tome en cuenta la vivencia interna del sujeto y restituir el conocimiento mediante la comprensión que sobre la experiencia el sujeto tiene de su enfermedad. Tratamos también de responder a las preguntas tales como ¿cómo es ese mundo donde la subjetividad ha sido fracturada? ¿de qué imágenes consiste? ¿ cómo se articula? Debemos de darle un valor al sentimiento de la vida interna que es el corazón de la humanidad, la cual es una forma de vida psíquica distinta de la consciencia dual donde las formas del recuerdo y la memoria que involucran una concientización reflexiva son las mas frágiles y proclives a perderse para siempre.

Nuestro mundo se ha transformado en algo dolorosamente extraño y alienante en el cual nos hacemos desde un malestar presente en nuestra cultura, malestar por el cual somos atravesados dando lugar a la instalación de un trauma psíquico que posee el sello irrefutable de la vivencia de lo siniestro en nuestra existencia. Estas experiencias de violencia social que la comunidad humana vive en la actualidad, colindan con lo abismal, y han logrado que el trauma se haya convertido en la seña de identidad del siglo XXI.

El trauma psíquico implica siempre una interacción del “afuera” con lo interno de cada uno e implica un constante inter-juego entre el mundo externo y el mundo interno, partiendo del hecho de que lo traumático es consecuencia de un evento externo y la manera en que esto es vivido por el psiquismo [Tutte, 2004]. Si partimos de esa posición, la experiencia y vivencia de la cotidianidad de la violencia social es capaz de desestabilizar nuestras estructuras psíquicas creando en la mayoría de las veces un trauma psíquico en proporción a la gravedad del hecho social traumático y en función de cómo cada uno de nosotros se siente involucrado por el acontecimiento, es decir nuestra posición subjetiva ante el evento.

El trauma psíquico como entidad clínica ha tenido un largo recorrido el cual se inició con Estudios sobre la Histeria 1893-1895 de Sigmund Freud y Josef Breuer a los cuales les siguieron más de 150 años de investigación y literatura sobre el tema. En este lapso de tiempo la descripción clínica sobre el trauma se ha ido detallando más, sin embargo, conserva en gran parte sus características originales. Por su lado, la escuela norteamericana recurre como primera explicación y opción al enfoque diagnóstico propuesto por la Asociación Psiquiátrica Americana a través del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, obviando varios aspectos centrales del problema, en especial, el sentido particular que cobra el acontecimiento traumático para cada persona. También encontramos un panorama bastante árido en lo que versa sobre la dimensión cualitativa del fenómeno y la vivencia interna del sujeto en cuanto a la experiencia misma. Parece ser que únicamente los modelos psicoanalíticos y fenomenológicos se esfuerzan por explicar esta experiencia desde una óptica que nos propicie una visión más amplia y personal sobre el trauma emocional.

Para comprender la experiencia interna de esa vivencia desde una óptica más profunda, se hace necesario realizar un recorrido histórico, explorar sus vertientes, conocer sus distintas conceptualizaciones teóricas y explorar las vivencias en las regiones del tiempo y la memoria.

Contexto histórico del desarrollo del concepto de trauma psíquico.

Al revisar la historia de eventos catastróficos, encontramos que ya en el Gran Incendio de Londres en 1666 se describe un cuadro clínico semejante al descrito en las personas afectadas por un hecho traumático (Herman, 1997).Sin embargo, las primeras descripciones que la literatura médica hace sobre las consecuencias del trauma se inscriben a mediados del siglo XIX en Francia e Inglaterra ocurridas durante la Primera Revolución Industrial, las cuales se refieren a víctimas de accidentes ferroviarios que presentaban insomnio, agitación, continuo estado de alarma y agotamiento como síntomas posterior al accidente (Stagnaro, 1998). Posteriormente, el estudio de la histeria en las últimas dos décadas del siglo XIX, sustentó el desarrollo de la temática sobre el trauma lo cual llevó a la creación del psicoanálisis, y fue Briquet en 1859, el representante más acabado de la histeria pre-freudiana; quien consideró a la histeria como una afección puramente cerebral y naturalente común a los dos sexos: “se puede señalar que la histeria es una enfermedad que consiste en una neurosis de la porción del encéfalo destinada a recibir las impresiones afectivas y sensaciones” (Briquet, 1859).

Posteriormente Jean Marie Charcot le da su carácter científico sin embargo, es de destacar que dentro del contexto sociocultural de la época, dominado por el conflicto entre la burguesía, representante de una tradición del iluminismo y por otra parte por los representantes de la aristocracia y el clero, Charcot como representante de la burguesía, la cual busca el control de la educación secular, trató de demostrar las ventajas y virtudes de la educación secular, modernizando en 1870 el asilo de La Saltpetriére donde lleva a cabo sus investigaciones. Al demostrar Charcot que el origen de los síntomas ( parálisis motrices , pérdidas sensitivas, convulsiones y amnesias) era psicológicos, se gana una batalla anticlerical y le da un gran impulso a estudio científico de la histeria (Herman, 1997). Al momento en que Charcot da a conocer el cuadro de “Le Grand Neurosis”, están presentes Sigmund Freud y Pierre Janet quienes posteriormente en 1890 llegan de manera independiente a conclusiones similares: que la histeria era causada por un trauma psicológico de características intolerables para el psiquismo, lo cual originaba una alteración del estado de conciencia, llamada disociación por Janet y doble conciencia por Freud, en la cual hacen su aparición los síntomas histéricos. Los puntos de coincidencia en ambos era que los síntomas somáticos de la histeria representaban acontecimientos dolorosos eliminados de la memoria consciente y que, los síntomas histéricos se aliviaban cuando los recuerdos traumáticos (unidos a los sentimientos que les acompañaban) eran recordados y expresados verbalmente. La interpretación de los estados alterados de conciencia es distinta: mientras que para Janet eran característicos de sugestionabilidad y debilidad psicológica, para Freud pueden ocurrir en cualquier persona.

Al inicio del siglo XX, los estudios sobre el trauma psíquico caen en un período de olvido, a pesar de la presencia de la sintomatología presentada por los excombatientes, víctimas de terremotos y explosiones,- que coinciden con la guerra ruso-japonesa (1904-1906). No es sino hasta la Primera Guerra Mundial que los soldados expuestos a la constante amenaza de muerte, la presencia de las mutilaciones y la muerte de sus compañeros que se empiezan a manifestar conductas similares a las observadas en las mujeres histéricas: llanto y gritos sin control, parálisis, mutismo, afecto plano, amnesia, pérdida de la capacidad de sentir. La primera hipótesis para explicar el fenómeno fue la de “Shell Shock” provocado por el ruido de la artillería que causaba conmoción cerebral. Sin embargo, la misma sintomatología se dio en personas que no habían sido expuestas a los bombardeos lo cual abrió el camino para considerar otras explicaciones, entre ellas la teoría que postulaba los factores emocionales como responsables de estos cuadros. A éste síndrome se le llamó “neurosis de guerra, neurosis de combate o fatiga de combate”. Lamentablemente, esta designación degeneró en una categorización en la cual se cuestionó la calidad moral de los combatientes, considerándolos cobardes tildándolos de “inválidos morales” y sometiéndolos a consejos de guerra (Herman, 1997). Stagnaro (1998) nos informa que para 1918 el tratamiento de la Neurosis de Guerra consistía en descargas eléctricas para combatir el mutismo. Con el paso del tiempo el mismo cuadro de Neurosis de Guerra hizo su aparición en soldados que habían sido condecorados lo que llevó finalmente a la conclusión de que la aparición del síndrome no estaba necesariamente relacionada con ciertas características de la personalidad tales como la debilidad o la fragilidad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la investigación en torno a la “Neurosis de Guerra” cobró de nuevo interés y en base a las experiencias anteriores se tomaron medidas más humanitarias tanto en el tratamiento del síndrome como un especial cuidado en la selección de candidatos para el combate. Esto permitió eliminar el estigma al diagnóstico sin embargo, el tratamiento se enfocó hacia disminuir lo más rápidamente posible el estrés agudo provocado con el propósito de retornar a los soldados al combate.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el interés por el estudio y la investigación sobre el trauma cae de nuevo en un impasse sin embargo, al transcurrir el tiempo se observan consecuencias psicológicas similares a las presentadas por los soldados en las poblaciones civiles afectadas por bombardeos en Nagasaki e Hiroshima y en la víctimas sobrevivientes del Holocausto, lo cual llevó a situar el evento traumático dentro del contexto sociopolítico en el cual este se desarrolla y surgen los conceptos de “situación límite” de Bettelheim y “trauma psicosocial” de Martín Baró (Madariaga, 2000).

Con el surgimiento de varias guerras en la década de los años 60,

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