En la tierra yerta sobrevive el hombre, en la tierra virgen ausencia de humanidad

En la tierra yerta sobrevive el hombre, en la tierra virgen ausencia de humanidad

Anunciación sin ojalá

Te anuncio tierravirgen que parirás felicidad

después de resecarte dividida y de absorber hasta la última

gota de sangre como abono inesperado

después de hundirte surco abrirte tumba y cumplir la sagrada

misión de consternar los atardeceres

después del aguacero radioactivo y la limpia baba de dios

tierravirgen

parirás felicidad

y no habrá nadie para recogerla

Mario Benedetti

Cuidar de sí mismo, cuidar del otro, cuidar de lo otro… en la modernidad vamos perdiendo cada vez el sentido de la otredad, eso que sin ser lo propio constituye influencia para la individualidad de sí mismo. Hace más de cinco lustros me apropié de un fragmento del poema Piedra de Sol “…para que pueda ser he de ser otro, /salir de mí, buscarme entre los otros, /los otros que no son si yo no existo, /los otros que me dan plena existencia…” (Paz, 1978) y desde entonces recurro a éste pues considero que una vez que hemos adquirido la conciencia de la importancia que tiene el cuidado hacia el otro, implica el cuidado hacia sí mismo.

     El año 2020 ha sido uno de grandes enseñanzas y quien ha deseado aprender lo ha hecho, ha sido un año en el que la Pandemia por un virus nos ha hecho recluirnos, alejarnos de otros, mirar hacia dentro, observar hacia afuera con mayor detenimiento. Nos ha llevado a cuidar del otro que es más vulnerable y sopesar la propia vulnerabilidad. La relación que tiene con la Psicobioética pudiera parecer forzada, sin embargo, considerando aquello que los filósofos occidentales han teorizado sobre la ética y el valor de lo bueno y lo malo, el actuar del hombre éticamente, reflexionando sobre las acciones humanas en sociedad y para la naturaleza, puede bien llevar a la idea de la importancia del cuidado del otro.

     La naturaleza para sí y por sí es capaz de regenerarse, las especies animales han salido de su obligada reserva por la acción del hombre moderno y han paseado por las grandes ciudades de manera inimaginable, las especies acuáticas se han acercado a bahías a las que ni remotamente se hubiera pensado que llegarían. La naturaleza sin el hombre puede cuidar de sí misma; sobramos en el mundo natural, ni polinizamos, ni fertilizamos, ni biodegradamos como el reino fungi y el monera, la Tierra podría continuar sin nosotros…cuál es entonces nuestro propósito en la creación.

      La humanidad ha tenido grandes lecciones a lo largo de la historia, sin embargo, pareciera que poco se ha aprendido, el hombre continúa pensándose el propietario exclusivo del planeta y de la misma humanidad: guerras, conflictos, debacle natural mucho ha acontecido y sigue creciendo el individualismo. ¿Será posible hacer las cosas de otra manera para que los resultados sean diferentes? ¿Será posible verdaderamente que en cada hombre -como especie- adquiera una conciencia del cuidado de lo otro, de los otros?

Lamentablemente lejos de una evolución nos encontramos en un proceso de involución; las culturas autóctonas conocían del amor y el respeto a la naturaleza y al mismo hombre, cazaban, sembraban, cortaban árboles, pescaban, tomaban de la naturaleza sólo aquello indispensable para sobrevivir pidiendo permiso a la madre tierra y vivían en calidad de vida; el respeto hacia el otro se cifraba en el concepto del otro como sí mismo, como el propio reflejo en el agua del río, conociendo que el otro es lo que yo soy pero también que es diferente, maravillosamente diferente y que en ello radica la individualidad.  

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