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Fracaso Escolar


Enviado por   •  31 de Mayo de 2012  •  2.041 Palabras (9 Páginas)  •  630 Visitas

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FRACASO ESCOLAR VR SÍNTOMA

En psicoanálisis el fracaso escolar es un síntoma que como tal, muestra y oculta una serie de inhibiciones y conflictos que impiden el despliegue de la pulsión de saber. Este síntoma si bien puede expresarse en un área específica del aprendizaje (discalculia, dislexia o disortografía), cuando no obedece a trastornos neurológicos demostrados es una manifestación de que la totalidad del sujeto está fracasando.

La psicopatología recoge los significantes de cada contexto social, cambiando de máscaras pero no de estructura. Desde los ataques convulsivos y parálisis descriptos por Charcot, hasta los hoy en día tristemente frecuentes trastornos de anorexia, el niño y el joven con un bloqueo en el aprendizaje cristalizan una presión social imperiosa de éxito, rapidez y triunfo, mostrando justamente el fracaso de un grupo de personas pulsionado no por el saber, sino por colmar plenamente y con más precocidad, las preguntas que el ser humano se hace desde sus orígenes.

Hace varias décadas las instituciones oficiales anunciaban déficits presupuestarios por las enfermedades de sus empleados. Luego fueron las incapacitaciones psíquicas y actualmente, el Ministerio de Educación alerta sobre el deterioro económico causado por los llamados trastornos del aprendizaje en la infancia y los jóvenes universitarios.

Ha tenido que llegar a ser así, para que la sintomatología adquiera un lugar de atención, estudio e intentos, algunos infructuosos, de tratamiento.

Desde el psicoanálisis escuchamos algo más. Fracasar en los estudios se convierte en no llegar a ser, ya que parece que el único reconocimiento u organización narcisista pasa por el triunfo y las calificaciones más altas, formando el pedestal del falo imaginario. Por eso oímos con frecuencia el reproche de padres que dicen “no llegarás a nada, no serás nadie, ya te veo dentro de unos años limpiando calles o pidiendo limosna”. El temor subyacente es que fracasen en su camino de convertirse en sujetos.

Un adolescente de 13 años que atiendo le respondió a su padre “vale seré barrendero, pero cuando limpie este barrio no sacaré la mierda de tu casa”.

A la amenaza de ser un desecho, se responde con otro excremento.

Frecuentemente el conflicto entre las instancias Yo Ideal (la constitución a partir del otro), Ideal del Yo (heredero del anterior, los modelos) y Superyo (normas e interdicciones), pueden dar como formación transaccional, inhibiciones en el deseo de saber.

Las identificaciones del niño (pirata, bombero, maestra…) y más tarde del joven (rockero, bailarina, actor…), permiten la imaginarización de fantasías arcaicas que vehiculizan las pulsiones de exhibicionismo/voyeurismo, sadismo/masoquismo, etc. Pueden encontrar una franca oposición en la familia al no coincidir con los deseos e ideales de los padres y, particularmente, al no comprenderse lo que esconden, muestran y permiten elaborar estos personajes.

Cuando los tutores demandan a un niño “te quedarás sentado hasta que lo aprendas”, ignoran que el saber se porta por un deseo y por lo tanto no se puede imponer. Tan absurdo como decir, aunque algunos lo intentan, no te muevas hasta que me ames.

La demanda puede llegar a sacrificar o anular totalmente el deseo. Podemos hablar de anorexia mental. Pero los padres también están inmersos en una demanda social y sobre todo los educadores, que son evaluados y promocionados de acuerdo a las calificaciones de sus alumnos. La demanda al pediatra es “¿cómo va su peso?” o “¿su altura es la adecuada?”. En otro escenario, el educativo, se transforma en “¿aprende?”, “¿cómo es su cociente intelectual?”, “¿está dentro de la media del curso?” o “¿le comenta a usted algo que le gustaría ser?”.

Freud habla de la pulsión epistemofílica que surge no por la constitución genética, sino por el intento del hombre de dar respuestas sobre sus orígenes.

“Los mitos colectivos intentan aportar una representación de los enigmas del sujeto, escenifican mentalmente el origen de una historia que se le aparece al hombre como una realidad de tal naturaleza que exige una explicación, una teoría. En la escena originaria, se representa el origen del sujeto. En los fantasmas de seducción, el origen de la sexualidad. En los fantasmas de castración, el origen de la diferencia de los sexos.” (Laplanche y Pontalis)

Estas explicaciones que se da el niño, son teorizadas desde el andamiaje que tiene a su disposición en cada momento de su vida: oralidad, analidad, fálico y genitalidad.

Freud también llama al deseo de saber, sublimación de la pulsión de dominio. Un niño que explora su cuerpo y su entorno intenta dominarlo, apropiarse de él, ser su dueño. Surgen momentos, miradas llenas de interrogación y después miles de preguntas para las cuales no hay respuestas totalmente adecuadas, “¿por qué…?”. ¿Qué hay mas allá de esas preguntas? El comentario de los padres tranquiliza momentáneamente, pero sirve de inicio a otra serie de preguntas.

El juego con sus exploraciones, rupturas, desarmes y reconstrucciones, es un intento de descubrir plásticamente las causas últimas que originaron este objeto. Melanie Klein hace hincapié en el sadismo sublimado del niño, que le permite entrar en el cuerpo del otro y apropiarse de sus riquezas.

En psicoanálisis planteamos diversos motivos para la inhibición del saber:

1. Evitar el conflicto con las pulsiones. Yo vs. Ello, deseos que son intolerables.

2. Sometimiento al Superyo. Autocastigo y autopunición, “no merezco este éxito”.

3. Dificultad para elaborar duelos. Imposibilidad para desinvestir objetos y relanzar nuevamente la pulsión hacia un objeto imposible de lograr, pero que actúa como señuelo de la pulsión de vida.

Presento tres momentos clínicos para ilustrarlos:

Una niña de 10 años, la llamaré Victoria, fue traída por sus padres porque después de varios años de escolaridad normal había comenzado con problemas serios en su rendimiento intelectual. Estudiaba mucho pero luego no recordaba nada “me quedo en blanco, me mareo, quisiera desaparecer, irme al centro de la tierra, me da mucha vergüenza y solo pienso en volver a mi casa”. Uno de los aspectos que trabajamos, fue su intenso deseo de mostrarse, lucirse, exhibirse… inmediatamente censurado y transmutado en deseo de no aparecer y refugiarse regresivamente en su casa.

Luis de 8 años, siempre respetuoso y con amigos en la escuela, después de iniciar “normalmente”

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