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Juego, Pensamiento Y Lenguaje


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2011  •  4.562 Palabras (19 Páginas)  •  1.265 Visitas

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JUEGO, PENSAMIENTO Y LENGUAJE

Se tiene la necesidad de establecer un diálogo constantemente renovado entre los que se esfuerzan por interrogarse sobre el comportamiento de los niños y los que cada día trabajan con ellos en grupos de juego, guarderías, etc. En lo que concierne al desarrollo infantil, que los biólogos, los psicólogos y los lingüistas han hecho progresos muy rápidos que están en estrecha relación con la forma en que orientamos nuestra educación y nuestras actividades de juego.

Estamos viviendo una época en que se observa convergencia entre las preocupaciones de los teóricos y de los que practican la pedagogía y es un privilegio participar en dicha convergencia. Se brinda una oportunidad especial para intercambiar nuestras ideas acerca de la investigación y la práctica. Se propone tratar el tema de la relación entre el juego, el lenguaje y el pensamiento, y se procura ser breve. No es que no haya investigación sobre el tema a la cual podamos remitimos, puesto que se ha hecho mucho en este campo, sino que se prefiere reservar más tiempo para examinar las implicaciones prácticas de este tema: cómo organizar las actividades de juego de los niños en los grupos de juego para ayudarles a desarrollar su potencial y vivir más plenamente.

Comenzaremos sintetizando lo que parece que son las funciones fundamentales del juego en la actividad de los niños.

En primer lugar, en el juego se reduce la gravedad de las consecuencias de los errores y los fracasos. En el fondo, el juego es una actividad seria que no tiene consecuencias frustrantes para el niño. Se trata, en suma, de una actividad que se justifica por sí misma. En consecuencia, el juego es un excelente medio de exploración que de por sí infunde estímulo.

En segundo lugar, el juego se caracteriza por una conexión bastante débil entre los medios y los fines. No es que los niños no busquen una finalidad y no empleen medios para obtenerla en el juego, sino que a menudo cambian de objetivos cuando ya están actuando, para adaptarse a los nuevos medios o viceversa. Tampoco es que los niños actúen así solamente porque se les presentan obstáculos, sino por emoción y júbilo. El juego sirve como medio de exploración y también de invención.

Otra cosa que tiene estrecha relación con lo anterior es la característica del juego según la cual los niños no se preocupan demasiado por los resultados, sino que modifican lo que están haciendo dejando libre paso a su fantasía. Si no pueden cambiar, los niños se aburren rápidamente con esa actividad. Si se observa a un niño amontonando bloques de madera, uno se quedará sorprendido de la diversidad y la riqueza de combinaciones que introduce en el juego, lo que brinda una oportunidad sin par de enriquecer la banalidad.

En tercer lugar, a pesar de su variedad, el juego rara vez es aleatorio o casual, sino más bien, por el contrario, parece como obedecer a un plan o escenario de igualdad total, bastante distinto de lo que sucede en la vida normal. Sin embargo, es interesante ver que este plan de completa igualdad es una forma de imitación idealizada de la vida. A veces estos planes son más difíciles de discernir, pero siempre vale la pena observar con atención cuál es la finalidad formal de un juego. Según Joyce, el juego es a veces una epifanía de lo ordinario, una idealización, un dilema puro.

En cuarto lugar, se dice que el juego es una proyección de la vida interior hacia el mundo, en contraste con el aprendizaje, mediante el cual interiorizamos el mundo externo y lo hacemos parte de nosotros mismos. En el juego nosotros transformamos el mundo de acuerdo con nuestros deseos mientras que en el aprendizaje nosotros nos transformamos para conformarnos mejor a la estructura del mundo. El juego es una actividad sumamente importante para el crecimiento, como veremos más adelante. Jugar de una sensación muy particular de poder que puede ser embriagadora y a veces incluso aterradora.

Por último, no hace falta decir que el juego divierte y que divierte mucho. Incluso los obstáculos que se ponen en el juego para superarlos divierten. En realidad, esos obstáculos parecen necesarios, porque de lo contrario el niño se aburriría muy pronto. En este sentido, podemos asimilar el juego a la resolución de problemas, pero en forma más agradable, quiero decir que si no consideramos que el juego es fuente de diversión, no entenderemos realmente de qué se trata.

Se acaba de afirmar que el juego es libre y aparentemente sin objetivo. Se da el caso de que, aunque el juego sea espontáneo, a veces utilizamos el juego para lograr otros fines que podemos tener en mente. Es una tendencia inevitable, pero sucumbimos a ella a nuestro propio riesgo. Veamos primero la forma en que se estructura el juego para inculcar a los niños, por sutilmente que se haga, los valores de nuestra cultura. Por ejemplo, pongamos el caso de la competencia y la competitividad. Nosotros solemos incitar a la competencia en los juegos y naturalmente nos servimos del juego para enseñar a los niños esta noción, y ello desde muy temprana edad. En el juego se enseña a ganar, pero, por ejemplo, los niños de Tengu, Nueva Guinea, tienen juegos que no terminan nunca con la victoria de una de las partes, sino con la igualdad de los dos campos. No es, pues, extraño constatar que esta importancia que se le da a la igualdad es también característica de la sociedad adulta de Tengu. ¿Esta diferencia de énfasis en la competitividad en el juego es lo que hace que nuestra sociedad y dicha sociedad de Nueva Guinea sean tan diferentes como lo son? No; eso sería ir demasiado lejos. Sin embargo, la forma en que se aborda la competitividad en los juegos de los niños contribuye ampliamente a desarrollar en ellos una actitud competitiva cuando son adultos. Es indudable que los juegos de los niños reflejan algunos de los ideales que prevalecen en la sociedad adulta; y el juego es una forma de socialización que prepara para ocupar un lugar en la sociedad adulta.

Todos estamos de acuerdo en que es importante saber hasta qué punto se ha de fomentar la competitividad en los juegos de los niños sin sobrepasar el límite a partir del cual el juego deja de ser libre. Una cosa es servirse del juego como agente de socialización de forma espontánea y otra cosa es explotarlo. Al fomentar diferentes formas de juego en el niño estamos pensando de manera más o menos explícita que dicha actividad cumplirá una función terapéutica. Quizás sea esto un poco exagerado, pero más vale decirlo con énfasis que pasarlo por alto. Obviamente, jugar con otros niños tiene un papel terapéutico importante o, de cualquier forma, un papel importante para preparar

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